En 1926, el coronel del Ejército británico Frank Pretty y su esposa Edith compraron una casa en la localidad de Sutton Hoo, en la región de Suffolk. La operación incluía un amplio terreno aledaño que presentaba 18 túmulos, unas misteriosas y pequeñas colinas, probablemente obras humanas. Cuando el militar murió en 1934, la mujer, que había viajado a Egipto y visto a su padre excavar un monasterio cisterciense de joven, solicitó al cercano Museo de Ipswich una investigación arqueológica para esclarecer qué se escondía debajo de la tierra.
Los trabajos le fueron encomendados a un arqueólogo aficionado de nombre Basil Brown, el hijo de un granjero que había dejado la escuela a los 13 años, y los comenzó en junio de 1938. La zanja que abrió en el túmulo número uno le permitió identificar varios artefactos que se remontaban a una Edad Media temprana y unos remaches de hierro característicos de las embarcaciones. El verano siguiente se confirmó que aquello era un barco funerario anglosajón del siglo VII. "Es el descubrimiento de mi vida", escribió en su diario. Y uno de los más importantes de la humanidad: el tesoro de Sutton Hoo, la tumba altomedieval más rica de Europa.
La gestación y la primera fase de este espectacular hallazgo, registrado en el contexto del inminente estallido de la II Guerra Mundial, protagonizan la nueva película de Netflix, La excavación, dirigida por Simon Stone y que se estrena este viernes en la plataforma. La cinta es un drama que va más allá del acontecimiento arqueológico, pero que constituye una suerte de homenaje a la labor y al empeño de Edith Pretty y Basil Brown, interpretados por Carey Mulligan y Ralph Fiennes respectivamente. La curiosidad de ambos prendió una historia que hoy en día se expone y ocupa un lugar privilegiado en el British Museum de Londres.
Pero no fue una misión exclusiva de Brown. Cuando las noticias de que un aficionado estaba descubriendo un yacimiento que podría ser único llegaron al Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, rápidamente se formó un grupo de profesionales con algunos de los mejores arqueólogos del momento. La excavación científica, dirigida por Charles Phillips, arrancó en julio de 1939. A lo largo de 17 días se desenterró una serie de piezas excepcionales: monedas y broches de oro macizo, un refinadísimo yelmo decorado con diversas figuras, armas —un escudo, una espada, una daga y un hacha—, un cetro, un portaestandarte, calderos y copas de bronce y hasta una lira. El relato de la "Edad Oscura" se tambaleaba.
"Todos los objetos brillaban a la luz del sol como el día en que fueron enterrados", anotó en su diario Basil Brown. El conjunto incluía elementos de diversas procedencias europeas y del Mediterráneo bizantino, y los expertos determinaron que se trataba de un riquísimo ajuar fúnebre, situado dentro de una cámara funeraria que se levantó en medio de una nave de 27 metros de largo por 4,5m de ancho. Aunque el cuerpo no aparecía, las dimensiones de la tumba y la complejidad del ritual evidenciaban que estuvo destinado a una persona muy poderosa del siglo VII. Los especialistas creen que podría ser la de Raedwald, rey de East Anglia, uno de los reinos de la Inglaterra meridional, y fallecido hacia el año 625.
La campaña de excavaciones terminó el 25 de agosto. Una semana después, Reino Unido declaró la guerra a Alemania tras la invasión nazi de Polonia. "Se cubre la excavación y se suspenden las investigaciones. No hay tiempo para la arqueología; otras son las prioridades", narra el arqueólogo Andrea Augenti en su libro De Lucy a Medina Azahara: 10 grandes descubrimientos arqueológicos (Alianza). "En 1942 Sutton Hoo es confiscado por el Estado y utilizado como campo de entrenamiento de los tanques del Ejército británico. A fuerza de pasar por encima de los túmulos, tanto en primera como marcha atrás, los Sherman redujeron notablemente su altura".
Historia compleja
Los trabajos en el yacimiento se retomaron entre 1965 y 1971, conducidos por el académico y arqueólogo Rupert Bruce-Mitford. Su labor fue esencial, excavando el barco en su totalidad y restaurando muchas de las piezas que habían salido a la luz en 1939. También resolvió el enigma del paradero del cuerpo del monarca anglosajón: la elevada tasa de acidez del terreno destruyó el cadáver —llegó a esa conclusión tras conocer el caso de un asesino en serie que disolvía a sus víctimas en un baño de ácido para no dejar rastro—. También fue el autor de un monumental volumen en el que se recogió toda la información arrojada por el yacimiento y con centenares de ilustraciones.
El proyecto de estudio de Sutton Hoo se retomó en los años 80 y 90 y su dirección fue adjudicada a Martin Carver, profesor de Arqueología de la Universidad de York. Tras analizar el resto del sitio con nuevas herramientas tecnológicas, se descubrió una cronología de ocupación que iba desde el Neolítico hasta más allá del siglo VIII: asentamiento agrícola en la Edad del Bronce, abandono y reutilización durante la ocupación romana de Britania y reconversión en cementerio nobiliario a finales del siglo VI, con enterramientos similares a los que se registran en Escandinavia durante época vikinga.
Carver, asimismo, logró desentrañar el significado de la exclusiva necrópolis, dedicada a una élite anglosajona: los lujosos objetos y la rica decoración de las tumbas manifiestan una reafirmación de poder de los soberanos paganos de East Anglia —reinaron menos de un siglo— frente a una amenaza. ¿Cuál? La expansión de una nueva ideología decidida a revertir el sistema y los valores sociales: el cristianismo. "No querían ser parte de esa unión. Por eso pienso que la inversión fue tan grande. Le estaban pidiendo protección a sus dioses", ha reiterado el investigador en una reciente conversación con la revista History Extra.
No obstante, el uso del cementerio de Sutton Hoo no se extinguió con la erradicación del paganismo. En algunos túmulos se identificaron los restos de individuos que habían sufrido una muerte violenta, como la horca o la decapitación. Se trataba de condenados ajusticiados en patíbulos de madera, según determinaron los arqueólogos tras hallar restos de las trazas. El yacimiento, sede de sepulturas de reyes de la Alta Edad Media, se había convertido en escenario de ejecuciones capitales. La compleja y fascinante historia de un yacimiento único.