A mediados de las guerras sertorianas (82-72 a.C.), el oppidum iberorromano de Libisosa, situado en Lezuza, Albacete, sufrió una destrucción instantánea y sistemática. El poblado oretano, que se había convertido en una ciudad estipendiaria de Roma, fue destruido por una de las facciones contendientes en el conflicto civil que tuvo lugar en territorio hispano. Aunque las fuentes clásicas no mencionan con qué bando se alineó, se encontraba en una encrucijada clave de la via Heraclea, el único canal de comunicación existente en época republicana para el paso de los contingentes militares entre el Sur y el Levante peninsular.
El asentamiento estaba gobernado por una oligarquía local favorecida por los contactos políticos con los conquistadores y enriquecida por el comercio o la redistribución de excedentes alimenticios, textiles y metalúrgicos. En un pequeño departamento del barrio iberorromano extramuros se instaló un puesto de pago relacionado con estas actividades e incluso un punto de cobro de alguna tasa por parte de la clase dirigente. Allí, como si fuese una suerte de banco, se guardó todo el metálico recaudado hasta el momento en que el oppidum fue asolado. Entonces se intentó poner a salvo las monedas, custodiadas en contenedores de material orgánico, pero la urgencia y la inseguridad en la operación provocaron la pérdida de un puñado de ellas.
En el interior de esa estancia, en la calle aledaña y en otra cercana, los arqueólogos del Proyecto Libisosa que investigan el yacimiento —con el permiso y financiación de la Viceconsejería de Cultura de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento de Lezuza, la Diputación de Albacete-Instituto de Estudios Albacetenses y las universidades de Alicante y Murcia—, una fuente inagotable para el estudio del Ibérico Final y la Hispania republicana, han hallado tres conjuntos monetales que suman un total de 53 acuñaciones de bronce de principios del siglo I a.C. y que evidencian la ruptura traumática de la vida del poblado.
Tras una "labor detectivesca", los expertos han logrado reconstruir el apresurado rescate del numerario. Los resultados se presentan en el estudio Tres conjuntos monetales de la destrucción del oppidum iberorromano de Libisosa (Lezuza, Albacete), recién publicado en la revista Zephyrus y firmado por Héctor Uroz Rodríguez, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia, y Alicia Arévalo González, catedrática de Arqueología de la Universidad de Cádiz y experta en Numismática.
Los conjuntos son "absolutamente excepcionales" tanto por las circunstancias del hallazgo como por las piezas que los conforman. Según los investigadores, "no cuentan con paralelos en los yacimientos de su ámbito cultural". Cada lote está compuesto de un homogéneo número de monedas tardorrepublicanas, la mayoría iberas, casi todas acuñadas en la ceca de Castulo (Linares) —por tan solo una unidad de Obulco (Porcuna), otra de Bolskan (Huesca) y un semis romano a nombre de M. Metellus del año 127 a. C— y en buen estado de conservación. Se trata de emisiones con poco tiempo de circulación y que permiten averiguar el numerario que estaba en uso en ese periodo concreto.
Esqueleto infantil
El primer lote, localizado en el medio de una calle al sur del llamado departamento 191 —el punto de cobro, el único lugar del barrio iberorromano en el que no se ha recuperado ningún fragmento de cerámica ni objeto doméstico y que por sus reducidas dimensiones solo podía albergar en gran número algo de pequeño tamaño—, está compuesto de 18 piezas acuñadas básicamente en la ceca de Castulo, situada a unos 200 kilómetros siguiendo la via Heraclea o 'Camino de Aníbal'. "El grado de desgaste es muy similar y su nivel de deterioro no es grande, lo que revela un período de circulación corto, por lo que la llegada en Libisosa de este tipo de numerario debió ser fluida y constante", explican Uroz y Arévalo.
Frente a la entrada de la pequeña estancia se desenterró el segundo conjunto, compuesto por 17 unidades monetarias. La ruptura traumática del sitio la confirmó además el hallazgo a escasos centímetros del esqueleto infantil —posiblemente una niña, por el collar asociado— de unos 6-8 años que había sufrido una muerte violenta provocada por un traumatismo llevado a cabo con un objeto contundente. ¿Pudo estar involucrada en la maniobra para proteger el dinero? "Creemos que no, es otro elemento añadido de esa ruptura traumática de un momento para otro, como indica el hecho de que tuvieron que dejar abandonado el cadáver y las monedas", explica a este periódico Uroz, codirector de las investigaciones en Libisosa. También sobre la calzada se ha descubierto un cuchillo de hierro que conservaba una cuenta de collar pegada al filo.
Determinados objetos hallados con frecuencia en el poblado —vajilla de bronce romana, militaria, etc.— apuntan, según los investigadores, a una posible "presencia previa coyuntural del ejército [romano], bajo las bases de un fenómeno que la historiografía ha definido como hospitium militare sub tectis". Es decir, "se distribuían soldados para pasar el invierno por las casas de ciudades peregrinas alejadas del frente, como una especie de impuesto que hacía compartir el gasto de mantenimiento de los ejércitos con las provincias conquistadas, como la rebelión recogida por Plutarco que tuvo lugar, curiosamente, en la vecina ciudad de Castulo en el 97 a.C.".
El tercer conjunto monetal, hallado sobre el pavimento del departamento 191, que colinda con una gran bodega-almacén, anexa, a su vez, a una gran edificación oligárquica que confirmaría su función de control de excedentes y epicentro de la actividad económica, comprende las 18 piezas de bronce restantes. Un número significativo apareció en la zona de acceso, lo que hace pensar en una caída fortuita en el momento en que se estaban sacando. "Estaríamos, hipotéticamente, ante tres lotes monetarios de una secuencia parcialmente frustrada de poner a salvo el numerario que, hasta entonces, había sido custodiado en el Departamento 191, y del que seguramente conozcamos solamente una parte de su volumen", concluye la publicación científica de los arqueólogos, que descartan que se trate de 'tesorillos' u ocultamientos voluntarios.
En el yacimiento, con unas dimensiones de unas treinta hectáreas, se han recuperado en torno a un centenar de monedas de este mismo período ibérico final, pero estos tres conjuntos son los más singulares por su concentración y los primeros en ser sometidos a un minucioso estudio. Libisosa presenta una excelente conservación de sus estructuras y del registro material de la última etapa ibérica por la destrucción precipitada que se registró durante las guerras sertorianas. Hace un mes se anunció un gran hallazgo de un conjunto excepcional de una treintena de armas de esa época, como un casco de hierro, varias espadas de tipo gladius hispaniensis, puñales, puntas de flechas o elementos de los escudos. Pero las sorpresas arqueológicas no se han terminado.