En el cerrillo de El Rebollar, ubicado en la localidad madrileña de El Boalo, al pie de la sierra de Guadarrama, una pequeña comunidad visigoda erigió entre la segunda mitad del siglo VII y comienzos del VIII d.C. una iglesia rural. En el edificio, constituido por un aula rectangular de nave única y rematada en un ábside de planta cuadrada, celebraron sus rituales cristianos y enterraron a sus muertos hasta que fue abandonado y derruido durante la conquista musulmana de la Península Ibérica. En la Baja Edad Media, el templo sería reformado, usándose al menos hasta el siglo XVII.
¿Pero hubo entre ambas secuencias de ocupación algún asentamiento o presencia islámica? Ese es el misterio al que se enfrentan los arqueólogos tras el hallazgo de un tesorillo de dírhams fechados entre los años 810-818, es decir, durante el gobierno de Al-Hakam I, el tercer emir independiente de Córdoba. Se trata del conjunto monetal descubierto más al norte peninsular de todos los que se conocen para esta época. "Pero hasta el momento no hemos localizado cultura material ni estructuras en el yacimiento que se puedan asociar al periodo emiral", señala Javier Salido, profesor Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Él es, junto a Rosario Gómez Osuna, del Equipo A de Arqueología, el director de los trabajos de excavación que se han realizado en el sitio durante los tres últimos años bajo la financiación del Ayuntamiento de El Boalo, Cerceda y Mataelpino. Ambos firman, con otros investigadores del proyecto —Rubén-Lot García Lerga, Elvira García Aragón (Equipo A), Manuel Blanco Domínguez (SECYR) y Joaquín Barrio Martín (UAM)—, un artículo recién publicado en la revista Zephyrus, con el título Un nuevo conjunto de monedas emirales del centro peninsular: los dírhams del yacimiento arqueológico de El Rebollar (El Boalo, Madrid), en el que informan del hallazgo de las acuñaciones islámicas del siglo IX.
El tesorillo lo conforman cinco piezas de plata, desenterradas en el interior de la nave en un nivel estratigráfico por encima de la ocupación del siglo VII. "Aunque es un conjunto poco voluminoso, proporciona una información numismática e histórica significativa, dada su singularidad, su fácil lectura, el excelente estado de conservación y el hecho de que se trate de monedas poco frecuentes en el centro peninsular", apuntan los investigadores. "Estas monedas evidencian una frecuentación del lugar en la primera mitad del siglo IX, periodo que coincide con el proceso paulatino de desocupación generalizada que se produce en los asentamientos rurales del territorio septentrional del distrito toledano", añade Javier Salido Domínguez.
Las acuñaciones, por la disposición en la que aparecieron, probablemente iban guardadas en un saquito y se perdieron de forma casual. "Son un testimonio esencial para comprender hasta dónde se registran conjuntos del periodo de Al-Hakam I", valora el arqueólogo. Se trata del lote más septentrional de todos los conocidos para el gobierno de este emir (796-822) y aporta nuevas evidencias sobre la presencia del numerario islámico en la Marca Media de Al-Ándalus. Como dato anecdótico, una de las piezas presenta una falta ortográfica, que puede explicarse como un despiste del grabador o como una variante dialectal muy común en diferentes regiones de influencia árabe.
Veintena de tumbas
El hallazgo de estos dírhams es otro de los grandes resultados que los investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid están obteniendo en el yacimiento de El Rebollar, localizado en un pequeño cerro estratégicamente situado sobre una importante vía de comunicación desde tiempos prehistóricos. En el interior de la iglesia de 13 x 7 metros se ha hallado una docena de tumbas visigodas de individuos infantiles y adultos. Varias de ellas, gracias a análisis de carbono-14, han sido datadas entre los años 646 y 727 d.C. A diferencia de otros edificios de culto rurales de época altomedieval conocidos, las sepulturas no se encontraron expoliadas, sino en un excelente estado de conservación.
Precisamente los materiales documentados en el ajuar que conforman los dos enterramientos principales han ayudado a corroborar la cronología. Son dos sarcófagos de granito, uno de ellos muy bien trabajado y pulido, que además contaba con una losa de cierre perfectamente labrada, con un rebaje a dos aguas. En esa tumba se depositaron los restos de una mujer y, en fechas posteriores, un segundo cuerpo de un varón, asociado a una botella de dos asas lisa y sin decoración del periodo visigodo. En la otra se documentó un cadáver masculino con dos anillos de aro filiforme circulares, dotados de chatones decorados cuadrados, también de época visigoda.
En la última campaña de excavaciones, en la zona de la iglesia donde se localizaron los dírhams, se descubrió una tumba más correspondiente a la etapa altomedieval. Tras la reforma de la cabecera del edificio en la primera mitad del siglo XV, el sitio recuperó su función de culto: en ese momento se enterraron nueve individuos infantiles perinatales. "Se depositan en fosas excavadas en los niveles de derrumbe de la nave de la antigua iglesia visigoda", explica Javier Salido. Dos de estos bebés fueron depositados con monedas —una de ellas colocada entre las manos enlazadas— que corresponden a blancas del reinado de Juan II, de la primera mitad del siglo XV.
El edificio se mantuvo en uso al menos hasta el siglo XVII, momento en que la documentación del Archivo Diocesano de Madrid manifiesta la presencia de una ermita dedicada a Nuestra Señora del Sacedal. Los arqueólogos creen que la estructura excavada, y que todavía está siendo estudiada, se correspondería con en centro de culto que mencionan las fuentes. El futuro de las investigaciones pasa por continuar investigando en el entorno más inmediato del templo visigodo, donde está documentada una necrópolis asociada, con el objetivo final de crear un yacimiento visitable y adecuarlo para su comprensión.