Hace dos décadas existían hasta 120.000 libros y artículos sobre Adolf Hitler y el Tercer Reich. No hace falta decir que en los últimos años la cifra ha aumentado considerablemente. A estas alturas, nadie pensaría que se pudiera cambiar drásticamente la opinión sobre el villano que mejor representa el siglo XX. Pero, ¿y si todo lo que se ha escrito sobre los motivos que le empujaron a conquistar media Europa fueran erróneos?

Brendan Simms no es un profesor cualquiera interesado en la Segunda Guerra Mundial. De origen irlandés, el catedrático acaba de publicar una completa y polémica biografía sobre el dictador alemán: Hitler. Solo el mundo bastaba (Galaxia Gutenberg). Lo revolucionario e insólito de este extenso proyecto no radica en el recorrido que parte de su infancia hasta su muerte —también presente en la edición—, sino en la alternativa ideológica que se ofrece sobre el líder nacionalsocialista y su propósito en el campo de batalla.

El autor no pretende añadir nuevos datos a lo que se conoce acerca de Hitler; pretende que su trabajo sea de carácter "sustitutivo", lo cual implicaría corregir todos los libros de Historia imprimidos hasta el momento. "Mi trabajo se enfocó en la perspectiva de la inmigración y busqué informes donde se evidenciara la interacción de Hitler con soldados americanos en la Primera Guerra Mundial", explica el autor en una entrevista con EL ESPAÑOL. Estos nuevos datos, que parten de un punto de vista diferente a otros estudios acerca de Hitler, podrían reformular algunos de sus aspectos ideológicos.

Mussolini, Hitler, su intérprete y Chamberlain durante las negociaciones del Acuerdo de Múnich. Wikimedia Commons

Por un lado, la gran preocupación de Hitler no habría sido el comunismo sino el capitalismo. Asimismo, se ha escrito mucho sobre la raza aria alemana, pero poco sobre cómo el propio Hitler envidiaba, a la vez que aborrrecía, al pueblo anglosajón. "Hitler no había puesto al pueblo alemán en un pedestal racial, sino que le obsesionaba el temor de su permanente fragilidad", asegura en el polémico libro, donde también ahonda acerca del odio que tenía la Alemania nazi hacia la población judía.

Bolchevismo

A lo largo del siglo XX y el XXI, numerosos académicos han analizado la relación entre el sistema capitalista y el fascismo. Roger Griffin, experto en la dinámica sociohistórica e ideológica del fascismo, por ejemplo, señala en su reciente obra Fascismo (Alianza) que los primeros estudios sobre este fenómeno afirman que está directamente relacionado con la reacción antisocialista de la burguesía, las élites financieras, las grandes empresas y el capitalismo global. "Quien no esté preparado para hablar del capitalismo, también debería guardar silencio sobre el fascismo", llegó a escribir sociólogo de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer.

En el caso de la Alemania nazi, con tan solo observar los discursos de Hitler se evidencia su rechazo al comunismo. "El pueblo alemán ha sido blando durante mucho tiempo. Todo dirigente comunista debe ser fusilado. Todos los diputados comunistas deben ser ahorcados esta misma noche. Todos los amigos de los comunistas deben ser encerrados. ¡Y eso también vale para los socialdemócratas!", llegó a gritar el führer en un arrebato de ira tras el incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933.

Además, el Tercer Reich fue apoyado por grandes empresarios y entidades que vincularían directamente a la Alemania nazi con el capitalismo. Tras la guerra, en el proceso de desnazificación se vieron envueltas importantes empresas como Deutsche Bank, Volkswagen, Daimler Chrysler o Bayer, las cuales sumaron la cantidad de 4.370 millones de euros en concepto de reparación económica por los daños causados en la contienda.

Sin embargo, Simms argumenta que para Hitler el bolchevismo era una fuerza subordinada al capitalismo, sistema que rechazaba fervientemente pero que toleraba dentro de sus fronteras. "Hace una clara distinción entre el capitalismo internacional y el capitalismo nacional, donde cabría gente como Gustav Krupp", matiza a este periódico. En su reciente libro sostiene que el bolchevismo era un instrumento del capitalismo internacional para socavar el trabajo de las economías nacionales y dejarlas a la intemperie para posteriormente ser absorbidas por el capitalismo financiero internacional. Por lo tanto, el catedrático lo tiene claro: "Hitler era más anticapitalista que anticomunista".

Obsesión angloamericana

La invasión de Rusia, además, no se debió al odio que sentía el austríaco por el sistema comunista. Hitler dominaba gran parte de Europa y había derrotado a Francia, uno de los países que les humilló en la Primera Guerra Mundial. Reino Unido permanecía aislado al norte gracias a su impenetrable insularidad. El catedrático irlandés apunta que el dictador temía una posible alianza entre ingleses y soviéticos. Algo se debía hacer con una Inglaterra que se resistía a negociar la paz con los alemanes.

"La decisión de atacar Rusia respondía a los dictados de la confrontación con Angloamérica; la antipatía por el régimen soviético no desempeñó ningún papel en esta fase", considera Simms. La obsesión del líder alemán por el mundo anglosajón era doble. Por una parte, infundaba gran respeto hacia los estadounidenses. En la Gran Guerra había conocido a dos americanos a los que hizo prisioneros. Nada más se sabe de ellos pero al futuro dirigente nacionalsocialista le supuso toda una revelación. "Hitler estaba convencido de que estos 'soldaditos' eran descendientes de emigrantes alemanes que la patria había perdido a causa del 'espacio vital'", escribe el autor.

Lo que aquel joven Hitler vio en el verano de 1918 en los estadounidenses que se desplegaban por los campos de batalla franceses fue "hombres desarrollados" y de su "misma sangre". Este punto de inflexión impulsaría al führer a llevar a cabo el Lebensraum, para evitar esa hemorragia de arios que no podían vivir bajo los límites geográficos alemanes y se veían obligados a emigrar a países como Estados Unidos.

Soldados alemanes despejando las calles en Stalingrado. Bundesarchiv

Esta es una de las novedades que introduce Brendan Simms. Según el catedrático irlandés, la superioridad racial de los alemanes era aspiracional. No había sucedido todavía: "Hitler tenía a los americanos como modelo".

Por otra parte, los pueblos anglosajones tenían una gran influencia judía, al parecer del dictador. "Si el führer veía Londres y Washington cada vez más alineados era porque, a sus ojos, los malévolos judíos y otras fuerzas que odiaban a los alemanes habían manipulado a las élites y a la opinión pública en esta dirección". Su antisemitismo tendría un origen más anticapitalista que meramente racial. "De hecho, se hizo enemigo de los judíos en gran medida debido a su hostilidad hacia las potencias capitalistas angloamericanas", aclara Simms.

Tal sería la obsesión del führer por el mundo angloamericano que Brendan Simms expresa que cada movimiento en el frente del este se debía, en parte, a la imagen que pudiera proyectar Alemania en la comunidad internacional. La sanguinaria batalla de Stalingrado, donde hasta 750.000 alemanes perdieron la vida, no habría sido sino una estrategia mediática más que militar. Si Hitler rechazó retirarse a tiempo de la ciudad rusa fue porque "la conquista de Stalingrado era importante no solo por razones operativas, sino también urgentemente necesaria por motivos psicológicos". Si la Unión Soviética caía, Churchill se mostraría más dispuesto a firmar la paz.

Es más, Simms opina que la capitulación de Túnez en mayo de 1943 frente a los los Aliados occidentales fue un desastre "mucho mayor que el de Stalingrado, con más de 130.000 miembros del personal de la Wehrmacht hechos prisioneros". Todo el protagonismo de la Segunda Guerra Mundial, a ojos de Simms y de Hitler, lo tenían los países dirigidos por Churchill y Roosevelt.

Polémica biografía

En este sentido, la posición de Hitler sobre Reino Unido y Estados Unidos oscilaba entre la aversión y el respeto: aversión por el capitalismo global que predicaban y su relación directa con los judíos y respeto por la sangre aria que supuestamente corría por sus venas.

Hitler. Solo el mundo bastaba ha generado toda una revolución en el mundo académico. El historiador y profesor británico Richard J. Evans, por ejemplo, criticaba en The Guardian algunas de las hipótesis de Simms. Para Evans el enfoque obsesivo del irlandés para con Estados Unidos e Inglaterra es desmesurado y niega que la ofensiva de Stalingrado tuviera, al igual que toda la guerra, como motivo principal la pugna contra Angloamérica.

Portada de 'Hitler. Solo el mundo bastaba'. Brendan Simms

Brendan Simms entiende que la figura de Hitler siempre es controvertida y resalta que no le "sorprendieron las críticas negativas". Por su parte, destaca que la mayor parte del feedback de los académicos ha sido positivo y se queda con las reseñas de otros medios como The Financial Times o The Wall Street Journal.

Adolf Hitler se suicidó en su búnker hace casi 76 años. Su figura siempre ha sido objeto de estudio por la comunidad académica. Ahora, Brendan Simms hace saltar por los aires los cimientos en los que supuestamente se sustentó el hombre que aterrorizó el planeta desde 1939 hasta 1945. El Tercer Reich saldría derrotado, a ojos de Hitler y en boca de Simms, a manos de los anglosajones, los judíos y sus aliados. A largo plazo veremos cómo se desarrolla el impacto de esta nueva biografía.

Noticias relacionadas