El oppidum iberorromano de Libisosa, en Lezuza, Albacete, es una auténtica mina para la investigación arqueológica. En las últimas décadas, los arqueólogos han podido reconstruir la violenta destrucción del poblado oretano durante las guerras sertorianas (82-72 a.C.) y documentar un abundantísimo registro material —destaca la acumulación de ánforas y otras piezas cerámicas procedentes de lugares tan lejanos como Asia Menor, o un grupo excepcional de una treintena de armas de esa época— que describe el nivel de vida y las actividades y contactos de la oligarquía local.
El llamado Sector 18 del barrio iberromano es una de las zonas del yacimiento que más hallazgos ha reportado a los arqueólogos del Proyecto Libisosa. Gracias a ese "efecto sepultura" provocado por la destrucción precipitada y sistemática del asentamiento, se han conservado piezas únicas como una cuba de plomo. Este objeto, relacionado con la producción de materiales textiles, no tiene parangón en la Península Ibérica y solo se ha identificado en similar estado de conservación algo parecido en Pompeya, ciudad también congelada en el tiempo por la erupción del Vesubio.
"Es una tormenta perfecta para la investigación arqueológica: encontrar casi intacto algo tan difícil de conservar, en su ubicación original, asociado a todo un conjunto material, en un contexto cerrado y dar con el paralelo exacto, que complementa su interpretación", explica Héctor Uroz Rodríguez, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia y autor de un reciente estudio sobre la cuba, titulado Textile production and aristocracy in the ibero-roman oppidum of Libisosa (Lezuza, Albacete, Spain) e incluido en un volumen sobre la industria textil del Mediterráneo en la Antigüedad editado por la Universidad de Granada.
El recipiente de plomo, que tiene una forma troncocónica, un diámetro de 1,20 metros y una profundidad estimada en 45 centímetros, fue hallado en el departamento 127, la construcción más grande de toda la fase iberorromana del yacimiento, con 181 m2, y conservada en un estado excelente. Se trata de un edificio de carácter oligárquico —Libisosa era una ciudad estipendiaria de Roma gobernada por una élite favorecida por la posición geoestratégica del poblado— destinado a labores agropecuarias, procesamiento de cereales, almacenamiento de alimentos como el vino, actividades metalúrgicas y textiles y de tratamiento de la lana.
Precisamente la utilidad de la cuba de plomo, con una capacidad de 200 litros, estuvo relacionada con estas últimas tareas. En ella, una suerte de olla fija, se habría realizado el lavado de la lana en bruto procedente de la esquila de las cabras y ovejas. Un proceso que requería de altas temperaturas para despojarla de la sustancia grasa que la impregna. En este sentido, en el frontal septentrional, la estructura cuenta con una cavidad con dintel de adobes, a modo de hornacina para aplicar calor al contenedor y que todavía conserva los maderos carbonizados.
La substancia que se extraía con el lavado —el oesypum citado por Plinio el Viejo en su Historia Natural—, convenientemente tratada, sería usada en el mundo antiguo como cosmético y como ungüento en ámbito medicinal. "De hecho, existen nuevas investigaciones llevadas a cabo en Pompeya que han descubierto compartiendo el mismo complejo una oficina lanifricaria para el lavado de la lana a gran escala, y otra zona para la fabricación de perfumes, en cuya fabricación se usaba esa lanolina", añade Héctor Uroz.
Pero en el edificio oligárquico de Libisosa no solo hay huellas del tratamiento de la lana en bruto, sino también del tejido e hilado. De hecho, en la misma estancia donde se ha hallado la cuba, apoyado en uno de los tabiques, se encontró apilado un conjunto de 45 pesas de telar troncocilíndricas. "La aparición de estas actividades en la cerámica figurada cuenta con un sentido ritual y modélico, que sacraliza y sanciona una actividad económica que articula también la vida del hogar, entre la esfera divina y la de la representación de la virtud femenina aristocrática", cierra el arqueólogo y codirector de las excavaciones en Libisosa.
El edificio y la cuba, conservada in situ, son visitables todo el año, a través del servicio de Turismo municipal. Las investigaciones en Libisosa se están llevando a cabo con el permiso y financiación de la Viceconsejería de Cultura de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento de Lezuza, la Diputación de Albacete-Instituto de Estudios Albacetenses y las universidades de Alicante y Murcia. Un yacimiento único que todavía tiene muchas más historias que descubrir.