La primera peregrinación que José Manuel Galán hizo a la tumba de Djehuty, supervisor del Tesoro egipcio durante el reinado de la faraona Hatshepsut, en el siglo XV a.C., fue en solitario y subido a una bicicleta. La zona, una necrópolis de la antigua ciudad de Tebas, se había convertido en un vertedero del poblado moderno de Dra Abu el-Naga y apenas se distinguía la entrada a la cámara funeraria. En la actualidad, dos décadas después de aquella escena y tras incontables horas de excavación, los investigadores españoles han recuperado un yacimiento espectacular para la mejor comprensión del Antiguo Egipto.
Galán, profesor de Investigación del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, es el director del Proyecto Djehuty, una historia de éxito y hallazgos únicos que tiene su embrión en una corazonada personal. En su tesis doctoral, realizada en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y centrada en las dos palabras que utilizaban los antiguos egipcios para definir sus acciones imperialistas —vencer y frontera—, quedó cautivado por el tesorero real de Hatshepsut, una reina —"similar a nuestra Isabel la Católica", apunta el egiptólogo—, que organizó una expedición al Cuerno de África para conseguir especias y productos de lujo con la finalidad de ahorrarse los costes de los intermediarios. Una empresa que evoca a la de Cristóbal Colón.
Djehuty fue el alto funcionario que registró por escrito las materias primas y productos exóticos que llegaron a Tebas del lejano país del Punt. Su tumba, con inscripciones que hablaban del Imperio egipcio y de su servicio a la faraona, fue descubierta a principios del siglo XIX por el célebre Jean-François Champollion, pero nunca se había excavado por problemas de escombros. Cuando José Manuel Galán consiguió su plaza de investigador en el CSIC, organizó un proyecto al conocer el potencial del sitio: le interesaba, como filólogo, estudiar los textos antiguos. "Lo que no esperaba era todo lo que iba a venir", reconoce ahora el experto.
El Proyecto Djehuty, uno de los candidatos al II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq, dotado con 80.000 euros, cumple veinte años de investigaciones in situ en el yacimiento ubicado en la colina de Dra Abu el-Naga, en el extremo norte del cementerio de la antigua ciudad de Tebas, hoy Luxor. "Hemos documentado 2.000 años de historia con testimonios muy singulares y únicos", destaca José Manuel Galán. "Por suerte —a un arqueólogo siempre le tiene que acompañar la suerte—, hemos descubierto un montón de cultura material muy original que nos ha dado la ocasión de hacer importantes aportaciones al conocimiento y rellenar importantes lagunas del Antiguo Egipto, como los llamados periodos intermedios".
En este sentido, son de gran interés los hallazgos de las tumbas e inscripciones de miembros de la familia real y la élite de las dinastías XVII, enmarcada en el Segundo Periodo Intermedio (1600 a.C.), y comienzos de la XVIII, como el príncipe Ahmose-sapair, muerto de niño pero a quien se adoró durante cientos de años. "Hemos encontrado muchos objetos con su nombre, sabemos que fue enterrado ahí, pero no tenemos la certeza de cuál es su tumba", explica Galán. Si en la zona al pie de la colina, donde trabajan los investigadores del CSIC, se estableció la necrópolis de la familia real y sus cortesanos, en lo alto se erigieron las pirámides de adobe de los reyes, hoy desaparecidas.
En la última campaña antes de la pandemia, entre enero y febrero de 2020, se descubrió otro sarcófago espectacular de una mujer de la misma época con un ajuar compuesto de pendientes, anillos y valiosos colgantes. Pero no todos los hallazgos han sido ataúdes y momias: "Tenemos un pizarrín de escuela que se utilizó por un escriba en el año 1470 a.C. para aprender a escribir, un jardín del año 2.000 a.C., ramos de flores, momias de animales como ibis, halcones, musarañas o serpientes, toneladas de tela de lino, algunas con su fecha de producción escrita...", enumera Galán. Su equipo también ha logrado reconstruir el urbanismo de la necrópolis, documentar los rituales por los difuntos que se celebraron al aire libre y determinar las conexiones de unas tumbas con otras.
Porque no todo está relacionado con el dignatario Djehuty —o con Hery, otro importante personaje que sirvió bajo el reinado de uno de los primeros faraones de la Dinastía XVIII y cuyo monumento funerario también se ha excavado— a pesar de dar nombre al proyecto. Su tumba, profusamente escrita, fue saqueada y quemada en época antigua. Pero curiosamente, los arqueólogos han podido descubrir en perfecto estado la cámara funeraria, con sus paredes y techo pintados y con inscripciones del Libro de los muertos. ¿Cómo se explica esto?
"Cuando su cámara sepulcral está lista, a Djehuty le parece pequeña y decide ampliarla. Pero al hacerlo, parte del techo se derrumba y su ataúd se tiene que dejar en la antecámara, que es la que saquean los ladrones", detalla el egiptólogo. "Siempre digo que hemos perdido a Djehuty físicamente porque la momia no está, pero tenemos sus textos funerarios, que nos hablan de sus creencias, de cómo se transforma él para llegar al paraíso en el más allá".
Los investigadores preparan ya su campaña número veinte en Dra Abu el-Naga, que se llevará a cabo entre mayo y junio —se ha retrasado a una época del año más calurosa para esquivar las gripes y no confundirlas con la Covid-19— y se centrará en buscar la entrada a unas grandes tumbas descubiertas hace unos años a las que se pudo acceder a través de unos agujeros abiertos por los ladrones. "La pandemia también nos condiciona en este sentido y no vamos a excavar pozos, sino más en superficie", señala Galán.
Una de las grandes dificultades a las que se ha enfrentado el Proyecto Djehuty —como la gran mayoría de investigaciones arqueológicas con sello español— es el tema de la financiación. José Manuel Galán y su equipo han logrado combinar con éxito los aportes públicos y privados —ahora mismo les apoyan el Ministerio de Cultura y entidades como la Fundación Palarq o Técnicas Reunidas—, pero a ello se suma ahora una agotadora burocracia. "En la ciencia en general, en los últimos 4 o 5 años, se ha multiplicado por diez a unos niveles grotescos. Me paso el 80% de mi tiempo haciendo papeles y con suerte saco el 20% para investigar", lamenta el experto del CSIC.
Galán también reconoce que a pesar de la gran aceptación que tiene entre el público general, a la egiptología todavía le cuesta abrirse paso en la academia española: "Está en pañales en comparación con Francia, Inglaterra, Alemania u otros países más pequeños como Holanda, Dinamarca o Suecia. A España le cuesta hacerle un hueco a la egiptología, un poco por localismo, pero Egipto es parte de nuestra historia, que es la historia de la humanidad".