Los niños celebran las estocadas y piruetas del espadachín Lope de Vega y se estremecen al adentrarse en las bodegas de la nao de Cristóbal Colón en plena tormenta, con el agua que se filtra de la cubierta salpicándoles todo el cuerpo; alucinan con los buitres de Abderramán III que vuelan a escasos centímetros de sus cabezas y atienden sin pestañear a las victorias de un caballero invencible, el Cid Campeador. Puy du Fou abre sus puertas en Toledo convirtiendo la historia de España en una forma de entretenimiento única.
El proyecto en suelo español del parque de espectáculos históricos francés ha inaugurado al fin toda su magia. Después de estrenar en el verano de 2019 con gran éxito y espectacularidad las funciones de El sueño de Toledo, una suerte de película-musical-obra de teatro en directo que recorre quince siglos de historia, este sábado se han presentado los nuevos espacios del recinto. Puy du Fou es una experiencia sorprendente, que combina danza, música y una escenografía animada con leyendas y personajes del pasado. No existe otra cosa igual.
Todo lo que se ha abierto en Toledo —cuatro nuevos espectáculos diurnos y otros tres poblados de época con puestos de restauración y artesanía local— evoca al parque de Francia, situado en el departamento de la Vendée, sobre las ruinas del castillo renacentista que le da nombre, y que ha sido nombrando en dos ocasiones como el mejor del mundo. Quien haya recorrido ese bosque centenario verá unas propuestas muy similares adaptadas a la historia de España. Pero quien se adentre por primera vez en el universo de Puy du Fou seguramente salga fascinado.
Un gran castillo medieval, un campamento andalusí, un corral de comedias, una herrería castellana, una playa de América... esos son algunos de los escenarios en los que el sueño de la empresa gala se ha hecho realidad, cumpliendo con el plan previsto a pesar de las dificultades económicas —la inversión ha sido de 183 millones de euros, que aumentará en unos sesenta más hasta 2028 para desarrollar nuevos espectáculos— y logísticas provocadas por la pandemia. "Asombroso", "alucinante" o "espectacular" han sido algunos de los calificativos más repetidos por los 2.900 visitantes que han podido disfrutar de la inauguración del parque, que abarca un total de treinta hectáreas en medio de la naturaleza.
Lo más llamativo y novedoso es, sin duda, El último Cantar, que ya desde su título remite a la figura de Rodrigo Díaz de Vivar. No lo es por las gestas que se narran del célebre guerrero, sino por la forma de hacerlo: en un auditorio con siete escenarios distintos que va girando y apoyándose en recursos audiovisuales como el videomapping, que provocan la sensación de estar en el cine. Delante de las butacas, más de un centenar de actores interpretan los principales episodios de la vida de un Cid demasiado legendario, quizás. Pero los responsables del parque no se cansan de repetir que no son historiadores, sino contadores de historias con un objetivo principal: emocionar.
"Puy du Fou es un viaje, un espectáculo. Nuestro empeño es que cada persona que visite el parque salga frotándose los ojos, soñando en vivo: somos barqueros de la ilusión", explica Erwan de la Villéon, el consejero delegado de la empresa francesa. Así lo llevan haciendo desde la apertura del Puy du Fou en Francia en 1977, con una misma filosofía que ahora empieza a contagiarse por el resto del mundo —en 2022 se abrirá un nuevo recinto en China—.
Los animales
Puy du Fou también es único por los detalles. Donde mejor se descubre esa minuciosidad por la reconstrucción es en Allende la mar océana, un espectáculo de inmersión en el que el visitante se adentra físicamente en la empresa de Cristóbal Colón —vemos al almirante convencer a la reina Isabel la Católica de que existe una ruta por el oeste para alcanzar las Indias o el motín que estalla entre su tripulación cuando el viaje parece abocado al fracaso—. No solo por mostrar los alimentos, las cartas de navegación o los ropajes que usaron los marinos a finales del siglo XV; lo más logrado son los cambios de ambientes y de olores a medida que se completa el recorrido.
A los vecinos toledanos lo que más les ha emocionado ha sido ver la plaza de Zocodover engalanada para la procesión del Corpus Christi como decorado de las aventuras de Lope de Vega en A pluma y espada. Otro espectáculo lleno de sorpresas, con bailes flamencos sobre el agua y trotes de caballos, que tienen gran protagonismo en todas las funciones. Porque la esencia de Puy du Fou no sería la misma sin sus animales, a los que miman, crían y entrenan, como los dos centenares de aves —águilas, búhos, halcones, buitres o el curioso secretario pisador de serpientes— que desempeñan el papel principal en Cetrería de reyes, una exhibición aérea enmarcada en el siglo IX, justo después de la batalla de Simancas.
La experiencia en el parque tampoco se ciñe exclusivamente a los cuatro espectáculos que se culminan por la noche con El sueño de Toledo, sino que ofrece una variedad de tabernas, mesones y casonas en los que refrescarse y comer productos típicos de cada época, desde los hummus del Askar andalusí hasta las parrilladas de la Puebla Real; y tiendas y puestos de artesanía local de cerámicas, sandalias de esparto, velas, juguetes de madera, dulces o merchandasing. Incluso a la entrada del castillo donde cabalga el Cid suda un herrero en su forja mientras golpea los hierros candentes que convertirá en espadas de verdad. Puy du Fou ya no es solo una ilusión, es una realidad espectacular.