Entre el cambio de era y principios del siglo III d.C., el noroeste de la Península Ibérica se convirtió en una de las principales fuentes de oro del Imperio romano. Ya lo aseguró el escritor Plinio el Viejo: "No hay parte alguna de la tierra donde se dé esta fertilidad durante tantos siglos". El metal precioso, con el que luego se acuñaban las monedas de los emperadores o se costeaban las campañas bélicas, se extrajo de multitud de minas repartidas por las actuales zonas de Galicia, Asturias, Castilla y León y Portugal. Una actividad que transformó el paisaje con la perforación de yacimientos y la construcción de asentamientos asociados.
Ese impacto que provocó la explotación aurífera en la organización territorial y económica de Hispania, así como en el desarrollo de Roma, centra las líneas de investigación del Proyecto AVRARIA, coordinado por el grupo Estructura Social y Territorio del Instituto de Historia del CSIC y que cuenta con la participación de la Universidad de León y la Universidad de Santiago de Compostela. "El objetivo es unificar todo lo que sabemos a través de estudios regionales y aportar una visión comprensiva de lo que supuso este fenómeno", explica a este periódico Brais X. Currás, codirector de los trabajos.
El proyecto también persigue la elaboración de un mapa detallado de toda la minería de oro en la Península Ibérica —"hay cientos y cientos de explotaciones", aventura el investigador— y un obtener un cómputo aproximado de la cantidad de metal que se sacó. "Estudiamos cada mina con medios de teledetección aérea (LiDAR, fotografía histórica y fotogrametría), calculamos el volumen de tierra que se extrajo en metros cúbicos y luego aplicamos leyes medias, que varían en función del yacimiento", detalla Currás. En Las Médulas, en El Bierzo, la explotación más famosa, los romanos habrían obtenido cerca de cinco toneladas de oro, una suma pequeña a pesar de todo el esfuerzo invertido.
Según el investigador postdoctoral del CSIC, hay dos cuestiones a desmentir relacionadas con la explotación aurífera: "Una es la cantidad de oro extraído, que no fue tanta; y otra la mano de obra empleada: no son esclavos, sino poblaciones locales que trabajan en las minas porque tienen que pagar tributos a Roma". Los expertos desconocen las vías a través de las cuales el oro llegaba a la Urbs, pero sí saben que se enviaba a las distintas cecas del Imperio —en el noroeste peninsular no se ha descubierto ninguno de estos establecimientos— donde se acuñaban los áureos.
Otra de las metas del Proyecto AVRARIA consiste en precisar el inicio y el fin de esta explotación, que se podía hacer directamente en roca o en depósitos secundarios, las arrugiae, donde lo fundamental era el uso del agua, que desmontaba, lavaba y decantaba los depósitos mineralizados. Para ello, los investigadores han de secuenciar los yacimientos mineros, una tarea que hasta ahora se realizaba estudiando su poblamiento asociado. El nuevo y pionero método estriba en datar las minas de forma directa, con análisis de radiocarbono, a través del material orgánico conservado en los depósitos de agua. De esta forma se puede saber cuándo se crea, el periodo de funcionamiento y el momento del abandono.
"Nosotros manejamos la hipótesis de que la minería de oro empieza a partir del siglo I d.C., en época julio-claudia, que es cuando el áureo se consolida como patrón monetario, y termina a partir del III por una serie de cambios políticos y económicos. Las minas no se abandonan porque se agoten, sino por la desestructuración del Imperio y los cambios en el sistema monetario", aclara Brais X. Currás. Algunas explotaciones analizadas, como la de Penamacor, en Portugal, han confirmado esa cronología.
Campamentos en minas
En la última campaña, y a pesar de las limitaciones de la pandemia, los investigadores recogieron muestras en dos minas situadas en la zona de O Courel, en Lugo. Los análisis de Carbono14 servirán para obtener las dataciones; mientras que los de polen, realizados junto al Grupo de Investigación de Arqueología Medioambiental del CSIC, permiten ver los cambios que se registraron en el paisaje: deforestación por una mayor presión humana, cambios en las especies arbóreas... En colaboración con el grupo EcoPast de la USC se están efectuando análisis edafológicos de los niveles de los depósitos; y, con la ayuda de la Escuela de Minas de la Universidad de León, estudios geoquímicos para entender la mineralización de los yacimientos explotados por los romanos.
En estas zonas de montaña donde el poblamiento indígena fue escaso durante la Edad del Hierro se registra un fenómeno llamativo: la aparición de castros de fundación romana a partir de la conquista. "Los crea Roma con técnicas mineras, construyendo los fosos con agua. No tienen nada que ver con los castros que conocemos de la Edad del Hierro", desgrana Currás. "Esto nos dice que la implantación de la minería tiene consecuencias muy importantes en la organización social y territorial. La incorporación de las comunidades locales al poder provincial de Roma es determinante en muchos aspectos. Por la minería y otras cuestiones, cambia de forma dramática el modo de vida de las comunidades locales".
Las labores de gestión de la explotación de las minas recaían en el Ejército romano. Se han identificado documentos epigráficos que mencionan a soldados de la Legio VII Gemina, estacionada en León, y las Cohors I Celtiberorum y I Gallica Equitatata y que evidencian la presencia de destacamentos militares en los enclaves mineros del noroeste hispano. Los arqueólogos también han descubierto campamentos dentro de las propias minas, como el de Valdemeda, en Manzaneda (León); o el de Mina da Presa, en Penamacor, ubicado en la provincia de Lusitania.
"¿Qué hace el ejército durante el Alto Imperio en tierras lusitanas, una zona conquistada siglos atrás? Estaba organizando la explotación del oro", asegura Brais X. Currás. "La presencia militar de Roma en el Noroeste tiene mucho que ver la organización del territorio tras la conquista y en particular con la explotación del oro. Hay determinadas visiones que asocian toda presencia militar a la conquista, a las guerras cántabras, pero eso es una visión reduccionista porque una de las cosas que hacían los legionarios fue la gestión de las minas de oro". Los soldados no solo se dedicaron a asaltar y arrasar los oppida, también actuaron como un verdadero cuerpo especializado de ingenieros: prospectaron para encontrar las minas, construyeron kilómetros de canales siempre a una cota perfecta para llevar el agua y señalaron el lugar donde perforar los pozos. Sin embargo, no se deslomaron con el pico para no empañar su dignitas.