La fiebre por los pantanos durante la dictadura franquista tuvo nefastas consecuencias para la conservación del patrimonio español. Uno de los casos más significativos se registró en Cáceres. La construcción en 1963 del embalse de Valdecañas inundó la zona y sumergió un destacable número de monumentos prehistóricos, como el dolmen de Guadalperal, que de vez en cuando, en épocas de sequía, vuelven a emerger a la superficie. Bajo el agua, además, se encuentran los vestigios de una ciudad romana que llegó a alcanzar el estatus de municipio en época flavia.
En la actual carretera Navalmoral de la Mata-Bohonal de Ibor se puede contemplar el frontis o fachada del llamado templo de "los mármoles", formado por cuatro grandes columnas centrales y otras dos laterales con capiteles de orden corintio. Tres columnas más pertenecientes a un segundo templo —"la cilla", denominado así por su posterior uso como granero— que habría en la ciudad también se encuentran a orillas del pantano. Son los únicos elementos arquitectónicos del sitio que se salvaron de la inundación. El podio de ese edificio de culto, la muralla y muchos otros restos de la localidad romana se han convertido en un yacimiento subacuático.
Augustobriga, cuyas primeras menciones en las fuentes clásicas se remontan al siglo I d.C., se levantó sobre un asentamiento preexistente, de origen vettón y con cierta influencia, periodo del que se ha documentado un conjunto de joyas de raíz orientalizante que evidencia su importancia. La elección de este enclave también se debió a su situación de mansio en la vía que conectaba Emerita Augusta con Toletum, la fértil vega del río Tajo que constituía su territorio y el interés estratégico para el control administrativo y tributario del territorio colindante y de los pueblos de la Sierra de Gredos.
Su abandono se registró en un momento posterior al siglo IV, cuando la población comenzó a buscar emplazamientos de carácter más defensivo, como el vecino castillo de Alija y el poblado homónimo. En 1489, sobre lo que quedaba del municipio romano y reutilizándose materiales como capiteles de columnas o fragmentos de fustes, se construyó la ciudad de Talavera la Vieja, convertida ahora también en ruinas sumergidas.
Carlos Jesús Morán Sánchez, del Instituto de Arqueología de Mérida, recuerda en un artículo científico que la "antiguallas" de Talavera, como así las denominó Alvar Gómez de Castro, una de las figuras más relevantes del humanismo en España, empezaron a ser bastante conocidas para los estudiosos y anticuarios ya desde principios del siglo XVI. "Las visitas para reconocer estos restos debieron ser bastante frecuentes, lo que incide directamente en el conocimiento de la filiación e importancia de los restos por parte de los habitantes de Talavera la Vieja", escribe.
Una de esas visitas, en 1577, fue la de Ambrosio de Morales, encargado de realizar las famosas Relaciones Topográficas de Felipe II y quien recogió una relación bastante exacta de los restos romanos, entre los que citó templos, muralla, restos de termas, monedas o esculturas. Al año siguiente, y probablemente como reflejo de la concienciación por preservar los vestigios de Augustobriga, se dictó una ordenanza municipal, sancionada por el conde de Miranda, que prohibía la destrucción de edificaciones antiguas. Es una de las más antiguas en este sentido que se conocen en España, y decía así:
"(…) ordenamos que de quia adelante ningun vecino de esta dicha villa ni de fuera de ella sea osado á romper ni desbaratar ningun edificio de los antiguos que estovieren morados sobre la tierra, so pena de seiscientos maravedis, la meitad para la cámara de su señoría ilustrísima, y la otra meitad para los propios de esta dicha villa, é questo se inquiera en la pesquisa secreta, para que los culpados sean castigados (sic)".
Urbanismo romano
De Augustobriga, una comunidad urbana provinciana de la que solo se tiene una visión parcial sobre la dimensión que alcanzó en época antigua, se conocen varias estructuras gracias a los testimonios de los eruditos y los viajeros de los siglos XVIII y XIX y a las excavaciones arqueológicas realizadas por Antonio García y Bellido en 1956, cuya memoria completa nunca llegó a ser publicada.
La muralla, por ejemplo, de sillería de granito en el paramento exterior y de hormigón en el interior, respondería a una traza de semicírculo y habría alcanzado una altura de 2,5 metros. En el foro, de 68m de este a oeste y atravesado por la vía romana, se encontraban los templos de "los mármoles" y "la cilla". Además, habría existido un tercer edificio del culto, similar en cuanto a características y proporciones que el de "los mármoles".
Al sur del foro, García Bellido documentó un gran peristilo que consideró centro de una casa de grandes proporciones cuyas paredes se podían seguir por las bodegas y los sótanos de las viviendas modernas contiguas. En Augustobriga también se han documentado varios colectores o cloacas, un depósito o castellum aquae desde el que se distribuiría agua para toda la ciudad; un acueducto, al sureste, que se dirigía hacia una presa construida sobre el arroyo Quebrantas; un gran recinto termal; dos áreas funerarias en las salidas este y sur; y probablemente también un taller de trabajo del vidrio por el interesante conjunto cerámico de época altoimperial que se recuperó en uno de los lienzos conservados del muro.
"Poco a poco [la ciudad] debió alcanzar una cierta notoriedad, contando con una incipiente organización administrativa además de una infraestructura urbanística que denota un alto grado de romanización", señala Morán Sánchez. "La inscripción honorífica dedicada al Senatus Populusque Augustobrigensi, así como el hospitium mencionado en dicha inscripción, se esgrimen como pruebas de que Augustobriga llegó a alcanzar el estatus de municipio". Pero su historia, a excepción de alguna investigación de urgencia en época de sequía, se ahoga sumergida en un pantano.