A dos siglos exactos de su descubrimiento, la cueva de Ardales, situada en Málaga, en el cerro de la Calinoria, a unos 50 kilómetros de la costa, reabierta por un terremoto que liberó su entrada de los sedimentos que llevaban miles de años amontonándose, sigue teniendo muchas cosas que desvelar. Desde que el famoso prehistoriador galo Henri Breuil identificó en su interior en 1918 testimonios de arte paleolítico, las investigaciones en la cavidad la han convertido en una de las más ricas y mejor conservadas del suroeste de Europa. En 2018, de hecho, fue portada de la revista Science al hallarse en sus paredes algunas de las muestras de arte no figurativo más antiguas de la historia, datadas hace 65.500 años y realizadas por neandertales.
Esta última cuestión, la autoría de las pinturas, discutida por algunos especialistas que creen que los pigmentos rojos documentados en la cueva de Ardales se originaron de forma natural y no por la intervención humana, acaba de confirmarse a través de un estudio científico publicado en la revista PNAS. El equipo de investigadores, encabezado por África Pitarch Martí y João Zilhão, de la Universidad de Barcelona, ha empleado análisis microscópicos y de rayos X para determinar la cronología y la composición de las evidencias de arte registradas en el llamado panel II.A.3 de la Sala de las Estrellas, en la galería baja de la cavidad.
Los datos obtenidos han revelado que los pigmentos fueron aplicados, a través de salpicaduras o soplando, en al menos dos ocasiones diferentes, ambas durante la ocupación neandertal en el Paleolítico medio —primero, en torno a hace 65.500 años, y después, entre 45.300 y 48.700—, y que la textura del material colorante no coincide con otras muestras naturales recogidas del interior de la cueva; es decir, que su origen habría de situarse en el exterior de las galerías y no como resultado de procesos geológicos como filtraciones de agua o erosión de las paredes. Aunque quizá lo más significativo de la investigación es la hipótesis de que estas marcas no son una forma de arte en sentido estricto, sino la consecuencia gráfica de una acción simbólica relacionada con el espacio.
"La aparición de comportamientos simbólicos en nuestra especie es un tema controvertido. La datación de pinturas en tres cuevas de la Península Ibérica [las otras dos incluidas en el proyecto son las de Maltravieso (Cáceres) y La Pasiega (Cantabria)] apoya la hipótesis de que los neandertales desarrollaron una forma de arte rupestre más de 20.000 años antes de la aparición de la modernidad anatómica en Europa", explican los investigadores en el estudio.
Y añaden: "En este estudio confirmamos que las pinturas en un gran espeleotema [depósitos minerales que se forman en las cavidades] de uno de estos sitios, la cueva de Ardales, fueron realizadas por humanos, y mostramos que los pigmentos no proceden del surgimiento de material colorante dentro de la cueva. Las variaciones en la composición de la pintura corresponden a diferencias en la antigüedad de las mismas, apoyando la hipótesis de que los neandertales usaron los espeleotemas de forma simbólica durante un periodo de tiempo prolongado".
No es una conjetura nueva. Las evidencias científicas recogidas en la cueva de Bruniquel, en Francia, han demostrado que los neandertales del Paleolítico medio estuvieron involucrados en actividades simbólicas como la modificación intencionada de los espelotemas, que tuvieron lugar en lo más profundo del paisaje. Los datos recogidos y analizados en Ardales apoyan esta visión de que los depósitos minerales jugaron un papel fundamental en los rituales de algunas comunidades de la citada especia.
"El arte rupestre, por lo tanto, pudo haber comenzado en Europa como una forma de marcación de lugares, con las siluetas de manos y signos geométricos vistos en otras cuevas de la Península (Maltravieso, La Pasiega, El Castillo y Gorham) representando el mismo tipo de comportamiento simbólico", señalan los prehistoriadores, y pronostican que más marcas de este estilo y cronología serán documentadas en territorio peninsular. "Es posible que pinturas como las identificadas en la cueva de Ardales y otros yacimientos ibéricos representen los prolegómenos de un largo proceso durante el cual nuevas necesidades vinculadas a una mayor complejidad social desencadenaron la aparición de tradiciones simbólicas novedosas respaldadas por el desarrollo de técnicas más variadas e innovadoras".