La historia de 400.000 años y muchas eras y edades se conserva intacta en una cueva a una decena de kilómetros de Santander. La Garma, en Ribamontán al Monte, Cantabria, es una auténtica cápsula del tiempo que conecta la Prehistoria, con sus pinturas rupestres y los vestigios excepcionales de una cabaña paleolítica, con la Edad Media, representada en los restos de los pobladores visigodos que establecieron allí dentro su necrópolis. Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos más ricos e impresionantes de toda Europa.
La Garma, además de contar con una secuencia de ocupación impresionante, con todas las fases prehistóricas presentes desde los primeros pobladores preneandertales de la región, y uno de los grandes conjuntos de arte rupestre de todo el continente, es un sitio único por otro aspecto fundamental: "Tiene unos suelos del Paleolítico de hace unos 16.000 años en un estado de conservación extraordinario. Han sobrevivido los restos de hábitat y los objetos que usaban de forma cotidiana tal y como fueron dejados. La cueva quedó bloqueada durante la última glaciación y se ha convertido en una burbuja. Esto es algo que no hay en ningún otro lugar", destaca Pablo Arias Cabal, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria y uno de los codirectores de las investigaciones.
La cueva fue descubierta el 2 de noviembre de 1995 y los expertos la han calificado como uno de los hallazgos de mayor relevancia del Paleolítico europeo en el último medio siglo. Los veinticinco años de trabajos en la galería de 800 metros cuadrados, financiados por el Gobierno de Cantabria, el Plan Estatal de I+D+i y entidades privadas como la Fundación Palarq o la World Monuments Fund, han arrojado un sinfín de conocimiento científico y testimonios arqueológicos únicos. El proyecto, desarrollado bajo el auspicio del Instituto Nacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, es uno de los veinte candidatos al II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq, dotado con 80.000 euros.
"Lo más destacado ha sido la posibilidad de documentar cómo estaba organizado un hábitat del Magdaleniense, es decir, cómo era una cabaña, una vivienda de ese periodo, que contaba con pieles de león de la cavernas para las paredes", apunta Pablo Arias, que lidera las investigaciones con el también catedrático Roberto Ontañón Peredo. Restos de construcciones paleolíticas se han documentado en otros puntos de Europa como la República Checa, Rusia o el valle del Rin, en Alemania, pero todas en espacios al aire libre. No se ha encontrado nada parecido en el interior de una cueva.
Entre los hallazgos más sobresalientes, los prehistoriadores también subrayan la localización de un asentamiento de hace 400.000 años, correspondiente a homínidos anteriores a nuestra especie, del Pleistoceno medio; o la colección de arte mueble, de objetos fabricados en huesos o plaquetas de piedra, como una falange de uro en la que se grabó en relieve un ejemplar de esta especie de toro silvestre, asociada a un signo y una cabeza humana, o una magnífica espátula de hueso con una representación de cabra montés.
Sin embargo, La Garma ha sido incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO por sus excepcionales pinturas y grabados prehistóricos. "Es un conjunto muy amplio, de unas 400 representaciones gráficas de las cuales un centenar son figuras de animales. Hay más de cuarenta manos en negativos, algunas muy bien conservadas, y representaciones de animales inusuales como un ciervo gigante del Pleistoceno", explica el catedrático de la Universidad de Cantabria. El prolongado uso del sitio también ha provocado casos muy curiosos, como el dibujo de un uro de hace 25.000 años que fue actualizado en el Magdaleniense, hace unos 15.000. "Se puso al día el estilo y la forma de los cuernos. Es algo muy raro", valora el experto.
Sin excavaciones
Pero La Garma es un sitio clave para todos los fenómenos arqueológicos que se suceden entre sus galerías. "Podemos ver cómo han ido evolucionando las adaptaciones y los comportamientos de los grupos humanos a lo largo del tiempo. Hay muy pocos sitios en todo el mundo que sean comparables en lo que se refiere a la amplitud de la secuencia", señala Pablo Arias. En un primer momento, la cueva adopta una función de hábitat humano, donde se instalan y viven los grupos prehistóricos, pintan sus representaciones y crean pequeños espacios rituales; luego se convierte en un lugar fundamentalmente funerario durante el Neolítico y las Edades de los Metales —en los inicios de la Edad del Hierro se estableció un castro en la cima—.
Curiosamente, la única etapa del pasado que no está representada es la romana. "La Garma es una pequeña montaña y quizá no es el entorno más adecuado para los gustos de los romanos, que preferían un lugar llano, con buenas características para la agricultura", valora el investigador. En la Alta Edad Media, el sitio registró otra fase de ocupación funeraria-ritual. En la llamada galería inferior se han estudiado cinco enterramientos visigodos, pero recientemente se han documentado tres más en otra zona de la cavidad.
Todo el proyecto se ha desarrollado a través de técnicas de no invasivas, como métodos de levantamiento fotogramétrico para hacer planos, de teledetección o estudios de diferencias en el campo magnético terrestre para detectar zonas donde se encendieron hogueras o restos no visibles de vegetales o de materiales orgánicos. "El carácter único del sitio hacía que nos pareciera cuestionable desde el punto de vista de la ética profesional abordar su estudio desde la perspectiva tradicional de excavar. Hemos optado por una actitud muy conservadora y hemos tratado de estudiar el yacimiento sin destruirlo, sin desmontarlo, de reconstruir el yacimiento pero sin alterar esos suelos únicos", resalta Pablo Arias. Si alguien baja a la cueva en la actualidad se la encontrará en el mismo estado que cuando fue descubierta. "Hemos llevado el laboratorio al yacimiento", añade el prehistoriador.
Los investigadores están estudiando ahora un esqueleto completo de león de las cavernas, un animal emparentado con el león africano pero bastante más grande y sin tanta melena. "Es un caso excepcional desde el punto de vista paleontológico porque corresponde a un momento muy tardío que lo convierte en uno de los últimos ejemplares de esta especie", revela Pablo Arias. A corto plazo continuarán analizando los suelos paleolíticos, especialmente la zona de hábitat, que se correspondía con el vestíbulo de la cueva.
A pesar de que el sitio no es visitable por cuestiones de conservación y de difícil acceso, se ha hecho una réplica a tamaño natural de una zona de la cueva, que se puede ver en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), y una herramienta de realidad virtual que permite una inmersión en la cueva y recrear cómo serían las personas que la habitaron hace decenas de miles de años. Esta instalación, que cuenta con la voz de Geraldine Chaplin, la hija de Charles Chaplin, ha sido financiada por la fundación de Stuart Weitzman, un empresario estadounidense apasionado de la arqueología y que dirige una compañía dedicada a la fabricación de zapatos de señora de alta gama.