Los navegantes romanos que surcaban el Mediterráneo desde el siglo II a.C., conectando la Península Ibérica con la urbs, encontraron en la isla de Mallorca un punto idóneo para aprovisionarse de víveres durante sus travesías. Fondeaban en la bahía de la Alcudia, vigilados por la ciudad de Pollentia, y transportaban sus pesadas ánforas hasta las cuevas y fuentes sumergidas, como la de Ses Aiguades, de donde extraían agua para combatir la sed del viaje gracias a un intrincado sistema de poleas. Esos puntos de aguada fueron utilizados desde época romana hasta la Edad Moderna, según evidencian los materiales arqueológicos recuperados, pero probablemente su uso se remonta a pobladores anteriores, como la cultura talayótica.
Desde 2018, Manuel Fumás Soldevilla, arqueólogo subacuático y doctorando del EIDEMAR (Escuela Internacional de Doctorado en Estudios del Mar) de la Universidad de Cádiz, junto a Francesc Gràcia Lladó, de la Sociedad Espeleológica Balear, y Florian Huber Wilhem, de la empresa de buceo científico alemana SUBMARIS, dirige un proyecto multidisciplinar de carácter internacional, con la colaboración de más de 25 científicos, que tiene dos objetivos prioritarios: avanzar metodológicamente en la prospección subacuática de cuevas aplicando las últimas tecnologías disponibles —fotogrametría en 3D, mapeo por hilo, la radiolocalización, el GPS diferencial o la topografía avanzada—, es decir, lo necesario para recabar toda la información sin alterar las condiciones del sitio, y comprender los contextos y las funciones históricas de grutas tan importantes como las de Ses Aiguades, en donde apareció a finales de los años 90 una gran cantidad de cerámica. ¿Fue entonces algo más que un simple punto de abastecimiento?
Un misterio que, lamentablemente, los expertos del Proyecto IASCM (Investigación Arqueológica Subacuática en las Cuevas de Mallorca) no van a poder resolver porque no disponen de los recursos económicos necesarios para seguir investigando. "Este es un proyecto único en Europa que ha contado con la importante colaboración de Patrimonio de Mallorca y de decenas de investigadores, pero sin financiación pública o privada ni ayuda institucional, todo el esfuerzo inmenso que hemos hecho se ve comprometido porque no podemos continuar. Tenemos que dejarlo en stand by", lamenta Manuel Fumás, miembro también de la Asociación Nacional de Arqueología Subacuática (SONARS).
La última campaña de inmersiones y prospección, realizada del 5 al 12 de octubre, se pudo llevar a cabo gracias a una acción de crowdfunding impulsada por la asociación Hispania Nostra. Se recaudó algo más de 4.000€, una cuantía que apenas fue suficiente para cubrir los gastos mínimos del equipo científico, compuesto por investigadores británicos, alemanes y españoles. La situación es "muy desalentadora", reconoce el codirector de un proyecto que agoniza a la espera de una inyección de oxígeno como los 80.000€ que le brindaría la Fundación Palarq de ser galardonado con el II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Humana.
Cueva en 3D
A pesar de las limitaciones, los trabajos efectuados hasta el momento han resultado un éxito. Aunque se han estudiado muchas cuevas sumergidas de Mallorca, Ses Aiguades sigue siendo la más conocida por su dificultad técnica: a ella se accede por una estrecha galería vertical de 6 metros de altura hasta llegar a una gran sala de 200m2. Allí, los arqueólogos subacuáticos han localizado y geoposicionado todos los restos arqueológicos creando una gran base de datos que permitirá el estudio del yacimiento de forma más detallada.
Además, se han hallado restos de las poleas, cubos de madera y hasta huesos de Myotrasgus Balearicus, un animal extinto hace 5.000 años. "Ya está completamente mapeada, hemos creado un mapa 3D en el cual podremos trabajar como si estuviésemos buceando en ella desde nuestro ordenador, lo cual nos permitirá tener todo el tiempo del mundo para avanzar en la investigación", explica Fumás. "Hasta ahora apenas teníamos unos minutos para hacer fotografías antes de que el sedimento enturbiase el agua de la cavidad".
El paisaje del fondo de la cueva dibuja una suerte de montaña de 200 metros cuadrados, una gran pirámide de roca, cerámica de todo tipo y sedimento. El yacimiento, según creen los expertos, sufrió una posible destrucción a finales de la década de 1940, cuando se realizaban trabajos de extracción de rocas en una cantera de piedra encima de la misma gruta. En esas fechas se construyó incluso una vía de tren que llegaba hasta el puerto de Alcudia. Alterada por los escombros, fue redescubierta en 1998 por Xisco Gràcia, pionero de las investigaciones subacuáticas en Mallorca, extrayéndose 189 ánforas en bastante buen estado, muchas de ellas con una cronología tardorrepublicana-altoimperial.
Manuel Fumás explica que no se ha terminado todavía con la contabilización del material arqueológico que sigue sumergido en la cueva —la Dirección General de Patrimonio de Baleares solo les dio permiso para prospectar, no para retirar y analizar ningún resto—, pero que en esta última campaña se han localizado nuevos restos de cerámica que confirman la cronología musulmana en el uso de la cueva —Mallorca estuvo bajo dominio islámico desde principios del siglo X hasta la conquista cristiana por Jaime I de Aragón en 1229—. El futuro del proyecto sigue apostando por la prospección con herramientas tecnológicas de última generación como el uso de georradares y por la excavación arqueológica controlada. "Quizá en Ses Aiguades solo hemos encontrado un 10% de las ánforas, aunque eso nunca lo sabremos", dice el investigador. Pero hace falta financiación.
Ello, seguramente, ayudaría a resolver el gran enigma de la Fuente de Ses Aiguades: ¿por qué hay tantas vasijas antiguas? La principal hipótesis es que la cueva era un punto de aguada favorito para los romanos, la época de la que sobrevive más registro arqueológico. Sin embargo, los análisis que se acaban de realizar sobre el agua revelan un porcentaje de cloruro bastante alto: según la legislación actual de la OMS, no cumpliría los estándares de potabilidad. "Que los romanos eran menos remilgados a la hora de beber, lo entiendo, pero creo que ese agua caliente y salobre, dentro de un ánfora en un largo viaje desde archipiélago de las Islas Baleares hasta Italia, no podía ser algo muy gratificante", comenta Manuel Fumás.
No obstante, a la espera de los resultados del estudio en ceramología sobre la cronología y tipología de la cerámica encontrada y de otro biológico sobre las propiedades del agua, el arqueólogo subacuático ofrece una respuesta más científica: la cueva cuenta con una intrusión marina que saliniza el agua, pero en época de mayor pluviosidad, los niveles freáticos pudieron haber alimentado la cavidad de agua dulce, haciéndola más potable. Los saltos cronológicos en los materiales cerámicos hallados podrían confirmar esta hipótesis de variación de la calidad del líquido de la cavidad y sobre sus periodos de uso.
Aunque Fumás encabeza el bando de los que defienden la hipótesis de que Ses Aiguades fue un punto de aguada intermitente y que las ánforas cayeron al fondo por su gran peso, hay dos teorías más: que fuese una zona de agua de uso medicinal, pues los niveles porcentuales de cloruros se acercan bastante a los estándares de un balneario, o un lugar religioso. Esta última conjetura la defienden Enric Colom y Ramón Járrega, del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), quienes en un meticuloso estudio sugieren que los romanos depositaron estas piezas como una ofrenda para que los dioses acuáticos les garantizasen protección durante su trayecto. Hasta el momento no ha aparecido ningún exvoto o altar que confirme estas funciones.
Un proyecto, en definitiva, apasionante y con fecha de caducidad si ningún organismo o administración lo resuelve. Si nadie apoya el trabajo de los científicos, Ses Aiguades, un unicum a nivel europeo, seguirá guardando sus secretos por muchos años. "Es una pena no poder acabar", despide Manuel Fumás. "Muchos arqueólogos matarían por venir aquí".