El castillo de Fuentetétar y la torre de Zarracotín (Génave) se encuentran en grave peligro por el abandono y la falta de interés en la Administración. Ambos fueron incluidos como BIC (Bien de Interés Cultural), aunque no se han podido realizar estudios arqueológicos pertinentes en la zona, con el fin de estratificar y catalogar ambas fortalezas.
Fuentétar se encuentra en estado de ruina por la pérdida de cimientos y elementos de soporte. Los parapetos de argamasa han provocado el colapso de varias de sus estructuras. La ausencia total de mantenimiento en la zona solo ha agravado el estado del conjunto. Los expertos señalan además el peligro de expolio por utilizar sus materiales como cantera para otras construcciones. La torre de Zarracotín, por otro lado, sufre el riesgo de perder la integridad de su estructura si no se hace algo pronto.
Este tipo de fortificaciones, muy abundantes en nuestro país, se encuentran en un gran estado de deterioro por la falta de planes viables de interpretación y conservación. La organización Hispania Nostra las acaba de incluir en su Lista Roja del Patrimonio. Una labor que llevan realizando desde hace años, con el fin de poner la atención en los cerca de novecientos monumentos que corren el riesgo de desaparecer en nuestro país.
El castillo de Fuentetétar
Situado sobre un cerro, oteando los pequeños arroyos de Ventosilla, Salado, Quiebra Cántaros y Manzano, todos ellos en su descenso hasta el valle del río Guadalbullón. Ambas fortalezas pertenecen al periodo de intervenciones cristianas en la zona, se estima que fueron construidas entre el siglo XII y el siglo XIII. Algunas de las investigaciones realizadas en la zona han revelado una gran concentración de cerámica de la etapa Islámica Almohade.
En el año 1311, el nombre Fuentétar aparece por primera vez. En los escritos de la época quedó registrado el lugar como dependiente de la parroquia de Mengíbar. En 1378, Men Rodríguez de Biedma y Benavides y su mujer, Teresa Manrique, señores de Santisteban dueños del castillo, lo donaron a los obispos de la diócesis de Jaén. A partir del siglo XIV aparecería en los registros como castillo del Teetar.
En el siglo XV pasó a manos del regidor Pedro de Alfaro, regresando de nuevo a su control político. En el año 1466, las confrontaciones entre Pedro de Girón, maese de Calatrava, y el condestable de Castilla, don Miguel Lucas de Iranzo, se desataron por el control del castillo.
Sin embargo, a partir del siglo XVI y con la llegada de los reyes católicos al poder, la fortaleza pasa a citarse como un cortijo y casa de labor, obteniendo en estos años la forma que ha sobrevivido hasta nuestro días, con varios espacios dedicados a corrales y una torre del homenaje reconvertida para las funciones de quienes trabajaban en su interior.
Cuenta con dos recintos: por un lado, un corralón para rebaños en la zona noreste; y el segundo, con un patio rectangular con un patio de armas ocupado por casas y corrales en la actualidad. En cada una de las esquinas es posible observar estructuras circulares y cuadradas que conformaban la torre del homenaje antes mencionada.
La torre de Zarracotín
De origen musulmán, aunque muy trasformada por las poblaciones cristianas que la habitaron. Pertenecía a un castillo del que hoy solo queda su torre, conocida también como Torre de la Laguna, por su cercanía con un cuerpo de agua. Construida entre los siglos XI y XIII, perteneció a un sistema de defensas erigido para contener a las tropas cristianas que se adentraban cada vez más en la actual Castilla La Mancha. Mediante un sistema de hogueras, las torres se comunicaban entre ellas para poder lanzar mensajes de forma rápida y eficiente a lo largo de la frontera.
Entre el 1235 y 1239, se produjo la toma de la fortificación, pasando la zona a manos de la Orden de Santiago, dentro de la Encomienda de Segura de la Sierra, en la que permanecerá a lo largo de toda la Edad Moderna. Sin embargo, debió ser abandonado muy pronto tras la conquista. En un texto perteneciente a las Relaciones de Felipe II del 1575, la construcción se describe como “un edificio muy antiguo y caído, sin armas ni gente cuyos restos conservados indican que se hizo en tapicería de hormigón”.
Su ubicación la convirtió en un elemento defensivo fundamental en las contiendas entre árabes y cristianos. Su construcción se realizó en argamasa con una planta rectangular de seis metros por cuatro. Los restos de muros, ya caídos, que lo rodean nos hacen pensar que existió algún tipo de recinto, muy posiblemente dedicado al mantenimiento de una pequeña guarnición.
La técnica constructiva de la torre está directamente relacionada con la de otras fortificaciones de la zona. Estas se construían con dos niveles, sujetando ambos pisos con un sistema de vigas de madera, así como una azotea, ya desaparecida por el mal estado de conservación.