La estación del AVE de Córdoba se inauguró el día 9 de septiembre de 1994. El entonces alcalde de la ciudad, Herminio Trigo, apresuró las obras para que coincidiesen con la Exposición Universal de Sevilla del año 92. Mientras las excavadoras allanaban y perforaban el terreno el 22 de mayo de 1991, los arqueólogos se afanaron en documentar e intentar parar uno de los mayores desastres patrimoniales de la historia de España: el soterramiento 80.000 metros cuadrados de recintos palaciegos romanos por las obras del tren de alta velocidad.
Un grupo de arqueólogos y estudiantes consiguieron tomar fotografías del hallazgo y presentar una denuncia a la policía con el objetivo de parar las obras cuanto antes. Durmiendo junto a los restos y tomando nota a toda prisa sobre lo que en su interior había: monedas, lápidas, termas y un gran salón del trono; la punta del iceberg de un enorme descubrimiento.
Los arqueólogos llamaron a la prensa, intentaron poner a la opinión pública en alerta sobre lo que en Cercadilla estaba ocurriendo. Habían dedicado un año a la excavación de la zona, pero no era suficiente. Una vía alternativa que cruzaba la actual Avenida de América permitía el tránsito normal de los trenes. Pero los políticos hicieron el resto y el progreso se antepuso a la historia. Se utilizó el retraso en las obras del AVE como un argumento para la destrucción de lo que allí se había descubierto y todo siguió su curso.
Con el 60% del conjunto sepultado, los arqueólogos recuerdan 30 años después la destrucción de este patrimonio único, poniendo en alerta el peligro que acecha a riquísima herencia histórica de la península.
El gran palacio de Cercadilla
Al final del siglo III d.C., al noroeste de la ciudad amurallada de Corduba se construyó un enorme palacio. Abarcaba 8 hectáreas y ocupaba el terreno donde hoy descansa la estación y varias de las casas adyacentes. Hoy solo se puede admirar la parte del conjunto excavada junto a la Vía Augusta, menos de un cuarto de la extensión original del conjunto.
Según la arqueóloga Camino Fuentes Santos, el palacio se organizaba en torno a una enorme plaza castrense, con un solo acceso a través de un vano individual que daba a la zona palatina. En forma de medialuna se organizaban edificios de carácter público y privado, con un salón del trono en su centro. La presencia de una estancia dedicada al poder político desechó la hipótesis de que se pudiese tratar de una villa dedicada a la explotación agrícola.
Con estos datos en la mano, los expertos consiguieron fechar el conjunto entre el 293 y el 305 d.C., época en la que el emperador Maximiliano, de la familia Augusta, se encargaba de la administración de la parte occidental del imperio, mientras que Diocleciano se encargaba de la oriental; dando lugar a la primera Tetrarquía en la historia del Imperio.
Con el declive que siguió a esta nueva forma de gobierno y el comienzo de la crisis del imperio en el siglo III, el conjunto fue abandonado y reutilizado por quienes habitaron la zona. A partir del siglo VI se empezaron a desmontar la mayoría de las estancias. Solo tres edificios sobrevivieron tomando la forma de un santuario cristiano dedicado a San Francisco. Quien curiosamente fue martirizado y asesinado durante el comienzo de la primera Tetrarquía que dio origen al palacio.
Junto al templo se estableció también una necrópolis cristiana utilizada hasta el siglo XI, época en la que comenzó la Fitna de Al-Ándalus, el periodo de guerra civil que desembocó en la destrucción del Califato. Sobre esta misma zona se sabe que hubo varias poblaciones cristianas y de entre sus restos se ha llegado a rescatar una concha con dos perforaciones para ser colgada, datada en el siglo XII, mismo año en que se estableció la vieira como símbolo oficial del Camino de Santiago.
El rastro histórico se pierde en este punto hasta el siglo XIX, cuando se construyó la estación de tren de Cercadilla, un apeadero con una pequeña estación que unía la ciudad con Málaga y Sevilla.
Patrimonio destruido
Las obras pretendían acabar con las vías que 'partían' la ciudad y construir una única infraestructura que permitiese el crecimiento de la ciudad hacia sus márgenes, soterrando su tráfico por el centro de la ciudad. Sin embargo, en la misma época ya surgieron voces críticas con respecto a la localización de la estación. El plan no tuvo en cuenta la expansión hacia el oeste de la ciudad, que ha vuelto a quedar dividida por el entramado de vías.
A pesar de que ya se conocía la potencialidad de la zona como bien cultural, como señala Camino Fuentes Santos, el edil cordobés, Herminio Trigo, aseguró a los medios "estar sorprendido por la noticia" en declaraciones fechadas en mayo de 1991; mientras que Emilio Pérez, entonces secretario general de Infraestructura del Ministerio de Transportes, añadió que "ni en los trabajos para georradar ni en los sondeos previos se detectaron restos arqueológicos en la zona".
Según la asociación Hispania Nostra, hay más de 900 puntos de interés arqueológico en nuestro país en riesgo de desaparición, víctimas del desinterés de las administraciones y la especulación urbanística.
Corrupción y promesas
Cuando el Caso-AVE salió a la luz y arrastró financiación ilegal de PSOE en Andalucía del caso Filesa en los años 80; se descubrió también que empresas como Siemens, involucradas en el proyecto, había aportado millones de euros a sociedades relacionadas con políticos socialistas de la Junta de Andalucía.
Tras su inauguración, el Ayuntamiento contaba con 300.000 metros cuadrados de suelo, un patrimonio que aseguraban se dedicaría al pago de los 2.500 millones de pesetas de deuda que restaba de la construcción de la estación. La noticia se cerraba con la aclaración de que sería necesario "un acuerdo económico global con alguna entidad financiera y posteriormente crear una sociedad mixta" para hacer frente a dicho pago.
Las prisas y la mala praxis se unieron de esta forma con intereses privados y el patrimonio se perdió para los ciudadanos de Córdoba, que fueron alimentados durante meses con la idea de que el AVE traería riqueza y prosperidad a la ciudad, promesas de las que solo les separaba la presencia de "cuatro piedras", como llego a calificar Trigo al conjunto.
Sin embargo, la triste historia del palacio de Maximiliano no termina ahí. En el año 2015, la Junta de Andalucía otorgó plenos poderes de forma unilateral al Ayuntamiento de la ciudad en lo referente al cuidado y la conservación del conjunto. Este permanece cerrado a visitantes y expertos desde hace seis años, sin un plan viable de conservación que permita enmendar la historia de una tragedia anunciada hace ya tres décadas.