Cuando los navegadores, las cartas náuticas o las sondas no existían, la única tecnología marítima a la que podían encomendarse los marinos de todo el mundo eran los astrolabios. Los primeros se inventaron en época helenística, los musulmanes los utilizaron para determinar la orientación de La Meca y rezar durante sus travesías, y en la Edad Moderna se convirtieron en una herramienta imprescindible para surcar los mares. Apenas han sobrevivido un centenar hasta la actualidad, 107 en concreto, según una base de datos de la Universidad de Texas. Esta semana ha aparecido uno más en el fondo de la ría de Viveiro, en Lugo, datado entre finales del siglo XVI y principios del XVII, y los investigadores apuntan que es uno de los diez mejor conservados.
El extraordinario hallazgo, realizado en el entorno de la isla de Area, se enmarca dentro de la campaña de sondeos que el Equipo de Patrimonio Sumergido para el Norte de FEDAS (Federación Española de Actividades Subacuáticas) está llevando a cabo en la fragata Santa María Magdalena, que naufragó en 1810, y el pecio Viveiro I, identificado hace unos años gracias al descubrimiento fortuito de un par de cañones del siglo XVI por dos buceadores aficionados. Desde entonces se habían documentado tres de cañones más, cinco fusiles, munición de palanquete y restos de madera.
Pero este martes, cuando los arqueólogos subacuáticos se lanzaron al agua en la zona del Viveiro I, se encontraron el fondo alterado. En la zona sur, la arena donde se econtraban los cañones se había desplazado, mientras que en la norte el mar de fondo y las corrientes habían retirado una gran capa de sedimentos. Allí sobresalía y brillaba una alidada de bronce, y al removerla tan solo con la mano los buzos descubrieron que se trataba de la cabeza de una pieza muy singular.
"Es el primer astrolabio marino que se extrae en aguas gallegas", explica el arqueólogo Antón López Arenas, director del proyecto del grupo EPASUNO, titulado Eterna, que este septiembre realiza su cuarta campaña de investigaciones. "Fue una sorpresa porque en Galicia hay más de dos mil buques naufragados —y se dice que podría haber muchos más— y no se había encontrado ninguna pieza así. Además, de todos los astrolabios recuperados en el mar, el nuestro está entre los diez mejor conservados del mundo recuperados en naufragios", detalla a este periódico. La herramienta de navegación es de base de ballesta cóncava y se ha datado entre 1575 y 1622, según la clasificación tipológica de referencia que hizo un historiador anglosajón.
El instrumento, que se encuentra en el laboratorio de campaña que los arqueólogos han montado en Viveiro, sumergido en agua de mar para no alterar sus condiciones de conservación, está fabricado en bronce, tiene una circunferencia máxima de 21 centímetros y pesa 4,925 kilos. "Conserva todas las piezas y es el único que combina la alidada [la aguja que giraba sobre la base circular] de tipo arpón con el aro de suspensión trilobulado", describe Antón López; y enfatiza: "Es un astrolabio único, no hay otro igual". En esta inmersión también observaron que había en el fondo un falconete y dos tubos de cañón no documentados.
Expedición Cántabra
La cuarta campaña de investigación del proyecto Eterna, que se prolongará hasta finales de septiembre, tiene por objetivo realizar una serie de catas arqueológicas en la zona de naufragio de la Magdalena —comprobar la dispersión de sus materiales y preparar un plan de excavación para el próximo año— y en el yacimiento del Viveiro I, para confirmar que los cañones hallados están asociados a un pecio. Los trabajos cuentan con la colaboración de FEGAS, la Asociación Lembranza, el Concello de Viveiro, el Seminario de Estudios Terra de Viveiro, Topodel y los centros de actividades subacuáticas Mergullo Viveiro y Buceo Viveiro.
A pesar de que el astrolabio y varios de los cañones hayan sido datados entre finales del siglo XVI y principios del XVII, Antón López rehúye el debate, que sitúa fuera de los círculos académicos, de si el Viveiro I puede corresponderse con el pecio del San Bartolomé, uno de los buques de la tercera armada de Felipe II para invadir Inglaterra en 1597 que naufragaron por el mal tiempo. "Los arqueólogos, si no conseguimos pruebas sobre el nombre del barco, no nos lo podemos inventar", zanja sobre la polémica.
No hay duda sobre los vestigios del otro barco hundido en el entorno, la Santa María Magdalena. Fue una fragata construida en 1773 y que 1810 formaba parte de la Expedición Cántabra, una alianza hispano-inglesa que tenía como objetivo arrebatar Santoña a las tropas napoleónicas. Las dificultades meteorológicas la empujaron a pique dejando centenares de víctimas. La importancia de esta embarcación es que su constructor fue Jean-François Gautier y fue la primera de una flota de fragatas armadas según su sistema que corregía los problemas de navegación de las anteriores. El grupo de arqueólogos EPASUNO seguirán tirándose al agua para avanzar en el conocimiento científico del fondo de la ría de Viveiro y los enigmas que esconde.