La trayectoria de Tito Valerio Marciano es la prototípica de un legionario romano. Nacido en 125 d.C. de un padre veterano y en un pueblo a unos 30 kilómetros de la fortaleza de Troesmis, en Mesia, en la orilla del Danubio, se enroló a los veinte años en la Legio V Macedonica y durante casi dos décadas desempeñó labores de control fronterizo con los territorios bárbaros del norte. Sin embargo, en 162, su relativa tranquilidad se interrumpió: su unidad fue enviada a Antioquía junto a otras cinco legiones para conquistar Armenia y someter a los rebeldes partos. El soldado participó en al menos seis batallas y asedios.
En 166, la V Macedonica mudó su campamento a Potaissa —la actual ciudad rumana de Turda—, en Dacia, donde había estallado un nuevo conflicto entre Roma y las tribus germánicas. Tito Valerio, ascendido a beneficiario consular, título que le libraría de las labores pesadas y le otorgó funciones administrativas o logísticas, participó también en la contienda, esta vez desde la retaguardia. Con cuarenta y cinco años de edad y tras veinticinco de servicio, decidió abandonar la legión en 170, renunciar a la parcela de tierra en una colonia itálica que le correspondería como antiguo combatiente y se decantó por cobrar la prima de honesta missio (un retiro honorable, sin faltas graves), para regresar a Troesmis y casarse con Marcia Basilisa.
La historia de este legionario no es en absoluto fascinante, heroica, ni terrible, resulta ordinaria, vertebrada por los largos viajes, la guerra y el instinto de supervivencia. Pero se puede convertir en una biografía de enorme interés si se muestra desde un punto de vista novedoso, apostando por los elementos visuales. No se trata de convertir el periplo de Tito Valerio en una película, sino de alumbrar con mapas, ilustraciones, esquemas y dibujos, sobre el papel de un libro, cómo fue su vida como legionario, desde los dos tipos de marcha que entrenó durante su reclutamiento —a paso ligero, plenus gradus, 7,6 km/h; y a paso reglamentario, gradus militaris, 6,4 km/h— hasta los numerosos pertrechos que componían su equipaje de 57,3kg.
Eso es lo que se encuentra al pasar las páginas de Infografías de la Antigua Roma (Crítica), un espectacular volumen ilustrado que resume la historia de la Urbs a través de una catarata de datos y un despliegue gráfico realmente ambiciosos. Los autores son John Scheid, que ocupa la cátedra de Religión, Instituciones y Sociedad de la Antigua Roma en el Collège de France; Milan Melocco, doctorando en Historia Antigua en la Universidad de la Sorbona; y el grafista Nicolas Guillerart, especializado en el campo de la visualización de datos y coautor de Historia visual de la Segunda Guerra Mundial, también en Crítica.
Desbordadas las estanterías de libros sobre la República y el Imperio romano —biografías de los emperadores, manuales de historia militar de sus ejércitos, ensayos sobre aspectos concretos como la crueldad o el mundo de las creencias, etcétera—, la industria editorial demuestra una vez más que este tema es infinito y sorprende con un volumen que recrea la estructura, administración, arquitectura, expansión o economía de Roma con muy poco texto y muchas imágenes e infografías. La obra rememora la propuesta y los fabulosos dibujos del arqueólogo y arquitecto Jean-Claude Golvin incluidos en sus libros ilustrados sobre las obras de ingeniería de los legionarios o los palacios imperiales, editadas por Desperta Ferro, pero una historia gráfica de Roma que trata tantos aspectos, y de alta calidad divulgativa, no encuentra paralelos.
Infografías de la Antigua Roma está dividida en tres partes. La primera se centra en los territorios y las poblaciones del Imperio, y se incluyen coloridas cronologías de la construcción de los principales edificios, la evolución demográfica según los estatutos personales vinculados a los orígenes sociales o un ilustrativo esquema sobre las etapas de la vida de una mujer romana. En el segundo capítulo se describe el funcionamiento de la gran potencia a través, por ejemplo, de cuadros sobre la pirámide de magistrados, una detallada línea del tiempo con todos los emperadores —y sus tipos de muerte, por supuesto—, una recreación del techo del Panteón en el que se ubican todas las divinidades y su fecha de aparición o un croquis sobre el poder adquisitivo del siglo I d.C. —un artesano ganaba doce ases diarios mientras que un conejo costaba 32—.
La tercera y última parte se centra en el poderío militar romano. Las ilustraciones de estas páginas son probablemente las más asombrosas: la composición teórica de una legión, las etapas en la construcción de un campamento, la formación de las líneas de cara a la batalla, las figuras de los distintos tipos de auxiliares, mapas con las principales batallas navales o de las guerras púnicas, los movimientos de tropas en el célebre asedio que encumbró a Julio César (Alesia, 52 a.C.) y hasta una crónica visual de la revuelta de los esclavos liderada por Espartaco en el siglo I a.C.
El laborioso trabajo conjunto de Guillerat, Scheid y Melocco ha desembocado en una obra singular, estupenda a pesar de los errores —obvios y perdonables— en los que pueda incurrir, de esas a las que se vuelve cada poco tiempo. Pero lo cierto es que uno no sabe qué resulta más complejo: si recopilar toda la información sobre Roma que ofrecen las fuentes clásicas y los estudios modernos y convertirlos en datos puros, o resumir la historia de más de cuatro decenas de legiones en dos páginas rebosantes de símbolos, colores y números. Una labor de cirugía y precisión histórica.