Persépolis, la antigua capital aqueménida que Alejandro Magno incendió y destruyó parcialmente en el año 330 a.C., es uno de los yacimientos arqueológicos más impresionantes del mundo. Ubicada al sureste de la actual Irán, la historia de su descubrimiento más de mil años después de la caída de los persas está, curiosamente, relacionada con un soldado y diplomático español: García de Silva y Figueroa, antiguo paje de Felipe II y notable soldado en la guerra de Flandes.
En 1612, ya bajo el reinado del hijo del rey Prudente, Felipe III, el extremeño García, nacido en Zafra en 1550, fue elegido para viajar hasta la corte del sah Abbas de Persia en respuesta a una embajada que había llegado a Madrid hacía poco. El objetivo de estas reuniones consistía en establecer una alianza entre ambas potencias contra el amenazador Imperio otomano. Tras un arduo periplo para llegar a Oriente Medio, no lograría la audiencia con el monarca persa hasta junio de 1618.
Un par de meses antes, concretamente el 6 de abril, García contempló las ruinas de Takht-e Jamsid y las identificó como las de Persépolis después de realizar un pormenorizado estudio. Otros viajeros ya habían dejado constancia de los vestigios, pero se estima que él fue el primero en relacionarlas con la antigua capital persa. El exsoldado español también concluyó que los símbolos cuneiformes que adornaban los templos no eran simples ornamentos, sino una forma de escritura. Redactó una carta para su amigo el marqués de Bedmar en la que detallaba todos sus hallazgos y empezó a reunir una importante colección de objetos para trasladar a España. Pero durante el regreso, en 1624, el llamado "mal de Luanda", una enfermedad similar al escorbuto, acabó con su vida en alta mar.
La sorprendente biografía de García de Silva y Figueroa es una de las doscientas que, en forma de píldoras, de textos breves pero desbordantes de datos, aventuras y curiosidad, conforman el Atlas de los exploradores españoles (geoPlaneta). Se trata de un volumen elaborado por la Sociedad Geográfica Española y especialistas del CSIC —ahora se acaba de publicar una reedición revisada y actualizada en formato reducido— que recoge las grandes aportaciones de los viajeros hispanos al conocimiento geográfico y científico del mundo.
Están Cristóbal Colón, Juan Sebastián Elcano o Jorge Juan, por supuesto, pero también figuras más desconocidas como José de Escandón y Helguera, colonizador de Texas y primer vaquero del Oeste americano; Pedro Páez, un jesuita que a principios del siglo XVII asesoró y convirtió al cristianismo a un par emperadores etíopes y descubrió las fuentes del Nilo Azul dos siglos antes que los británicos; o Jesús González Green, que en 1978 se convirtió en la primera persona en recorrer el Atlántico en globo de este a oeste.
Una historia viva
En palabras del historiador Manuel Lucena Giraldo, editor científico, la obra es un compendio de períodos históricos, movimientos de exploración y hallazgos viajeros y recoge "hechos y no opiniones, los protagonistas y sus acciones, y no presunciones interesadas, el éxito de las instituciones y no solo la retahíla de sus incontables y supuestos fracasos". Además, se completa con más de 140 mapas e ilustraciones.
"Nuestra historia de los descubrimientos y las exploraciones está repleta de personajes, de historias y de proezas realmente sorprendentes ligadas a los periplos y a la exploración del planeta", valora en el prólogo Diego de Azqueta Bernar, vicepresidente de la SGE. Sin embargo, lamenta "la falta de conocimiento general" sobre la mayoría de esos viajeros "que en cualquier otra parte del mundo habrían sido fuente de inspiración para películas o novelas, e incluso objeto de admiración y homenaje público".
Un relato en el que las mujeres también tienen protagonismo. Están representados los nombres Egeria, que en el siglo IV se convirtió en la primera cronista de viajes de la historia; Isabel Barreto, la primera almiranta que mandó una flota; Catalina de Erauso, la "monja alférez"; o Carmen de Burgos Seguí, alias Colombine, la primera corresponsal de guerra de la prensa nacional.
Dividida en ocho partes que encadenan de forma cronológica los hitos de todos los exploradores españoles y las distintas etapas de un relato que sigue vivo, este volumen constituye un magnífico esfuerzo de divulgación para despertar la curiosidad por una historia de España que no solo consiste en fechas y batallas, sino en aventuras, innovación, sabiduría y progreso al servicio del mundo.