Paul Preston (Liverpool, 1946) descuelga el teléfono y suena resignado, alicaído. "Estamos vivos", sentencia al detallar las molestias de la artritis que le martiriza desde hace tiempo. Pero como si se tratase de un ave fénix, su vitalidad se regenera cuando empieza a hablar de la Guerra Civil. La primera explicación sobre la estructura de su último libro dura más de cinco minutos.
El hispanista y catedrático emérito de Historia Contemporánea en la London School of Economics acaba de publicar su nueva investigación, Arquitectos del odio (Debate), una recopilación de biografías de las principales figuras antimasónicas y antijudías que formaron parte del círculo cercano de Franco y que contribuyeron a enraizar el mito del "contubernio judeomasónico-bolchevique" como justificación del golpe militar. Preston subraya que este libro es una suerte de secuela ampliada y detallada de Teóricos del exterminio, el segundo capítulo de El holocausto español, una de sus mejores obras.
"En ese ensayo intento muy honestamente cubrir las atrocidades de ambos bandos, explicando el porqué, las diferencias cuantitativas y cualitativas. En este, aunque al principio había pensado en buscar no un equilibrio, porque no lo hay entre las matanzas por parte de los rebeldes franquistas y los elementos republicanos, el gran problema es que las figuras de la derecha en las que me centro eran de cierta importancia, escritores que tenían unas ventas espectaculares, con acceso y apariciones en periódicos de grandes tiradas, y por su puesto hombres de mucho peso militar", asegura el historiador.
Y añade: "En la otra zona no hay parangón, no hay equivalente. De las personas de poder político o militar en la República no hay nadie que abogue por el exterminio, no hay teóricos del odio. Por supuesto que se cometieron atrocidades en Barcelona, en las checas en Madrid, pero para el tipo de estudio que quería hacer no había gente semejante en la izquierda".
Los principales protagonistas de Arquitectos del odio se encuadran en dos grupos. Los "teóricos" son el policía Mauricio Carlavilla, un feroz propagandista que vendió más de 100.000 ejemplares de sus libelos antisemitas y antimasónicos y participó en el intento de asesinato de Manuel Azaña; el sacerdote Juan Tusquets, artífice de una lista de masones que se emplearía para la represión; y el poeta José María Pemán, otro propagador de las ideas del contubernio. Los generales Emilio Mola y Queipo de Llano son, según Preston, "los que implementan sus teorías, los grandes arquitectos de las matanzas en norte y en el sur".
En el medio, un caso llamativo, que no encaja en la dicotomía anterior: el del aristócrata Gonzalo de Aguilera. "Él es la figura típica del pensamiento del contubernio", resume el historiador británico. El conde de Alba de Yeltes trabajó como enlace con los corresponsales extranjeros durante la guerra, a quienes impresionó con sus postulados radicales, como la creencia de que la represión no era más que una labor de reducción periódica y necesaria de la clase obrera. "Si en esas ideas había algo de trastorno psicológico, también es el ejemplo más exagerado: las interiorizó todas hasta el punto de matar a sus dos hijos e intentarlo con su mujer", añade Preston.
Estas biografías conforman una suerte de dream team de Franco. ¿Son los principales responsables de la Guerra Civil?
Es muy difícil. ¿Seis personas responsables del estallido de la Guerra Civil? Pues no. Es fruto de un proceso complicado, económico, social y político. Pero esas ideas sí son la gran justificación. Creo que Arquitectos del terror se resumen en el primer párrafo, cuando digo que se publicó el libro La guerra en España contra el judaísmo bolchevique. Es una declaración totalmente hueca. La acusación es que los judíos controlan el mundo y que su primer enemigo es la Iglesia católica y toda la esencia española.
La reanimación del antisemitismo —siempre lo ha habido en España como mínimo desde el siglo XV— fue el éxito de esa patraña de Los protocolos de los sabios de Sión. Cuando empiezan a circular esas ideas y hasta 1933, en España solo hay 3.000 judíos, y muchos de ellos son conservadores; a partir de ese momento empiezan a llegar otros tres mil que huyen de la Alemania nazi. Entonces, la primera parte del "contubernio judeomasónico-bolchevique" la podemos eliminar.
La única gran lección de la historia es que nadie aprende de la historia
¿Y de dónde viene la idea de que los masones también eran fuente del mal?
En parte por la Iglesia católica, que siempre tuvo una enemistad con la masonería, pero también se reavivó mucho a lo largo del siglo XIX con la pérdida del Imperio, que se atribuía a la influencia de la masonería británica y estadounidense, e incluso francesa. Pero durante la República había unos 8.000 masones, algunos influyentes como Azaña, pero era absurdo incluirles como parte de un contubernio que controlaba el mundo.
Todas esas ideas las veo como una excusa para justificar acciones que tenían otras motivaciones centralistas. Por ejemplo, el odio al País Vasco y Cataluña, la resistencia contra las reformas de sociales y legales de la República, que daban derechos a la mujer, propugnaban una educación masiva… En el libro cito una frase de Aguilera que dice que todos los males vienen por el intento de educar a los de abajo. La comisión que se dedica a purgar a los profesores republicanos es la institucionalización de ese dicho. Todas esas motivaciones tienen poquísimo que ver con un inventado contubernio judeomasónico-bolchevique. Son la excusa, las fake news de la época.
¿Fue también un guiño del franquismo a Hitler y Mussolini para consolidar sus simpatías?
Creo que no, porque esas ideas son anteriores al nazismo. Una de las fuentes de esas ideas es la revista teórica derechista Acción Española. Las citas del antisemitismo alemán son dos o tres. No creo que nada de eso sea un motivo para congraciarse con Hitler. Quizás Franco intensifica un poco durante la II Guerra Mundial su antisemitismo, pero eso no explica el antes y el después. En los 50 está escribiendo su libro sobre la masonería que tiene unos pasajes de un antisemitismo alucinante. El antisemitismo español es absolutamente autóctono.
¿Hubo realmente un antisemitismo franquista? ¿Fue más religioso que racial?
Esto es muy interesante y lo he hablado con doctos en la materia. Francamente, yo no veo mucha diferencia. No cabe ninguna duda de que muchas declaraciones antisemitas que menciono en el libro van acompañadas por excusas de que esto no es racismo, simplemente una cuestión religiosa. Por un lado se puede ver que en muchas ocasiones se habla en términos totalmente racistas, de la apariencia estereotipada de los judíos. Por otro, si hacemos comparación con el Holocausto nazi, a los alemanes les daba igual que una persona fuese nacida católica convertida al judaísmo o viceversa: la mandaban a Auschwitz. Era un odio muy generalizado. No me considero un gran experto en el tema teológico, pero esos argumentos fueron una excusa para tapar algo que sabían que era malo.
A Viñas, a Espinosa o a mí nos insultan, nos llaman historiadores militantes, rojos perdidos
En su anterior obra, Franco quedaba como un corrupto. Ahora analiza su antisemitismo y su odio hacia los masones. ¿Cuál de todas estas características fue más potente?
Qué pregunta más difícil. Haría falta un par de días para reflexionar sobre esto. La codicia fue algo que le vino después de la guerra, pero él era más antimasón que antisemita.
De los personajes que se entrelazan en el libro, ¿cuál cree que personifica mejor el desarrollo y triunfo de la idea del "contubernio"?
Tusquets, por la difusión de sus ideas. Hay que ver las ventas de sus libros, el impacto de sus artículos en la prensa, el hecho de que Mola en sus memorias habla de la influencia que había tenido, el hecho de que trabaja con Franco y que aumenta la lista de los 8.000 masones a los 80.0000 que dijo que había que perseguir. Todos tienen su importancia, pero pondría a Tusquets primero muy seguido de Carlavilla y Pemán.
Una biografía realmente sorprendente es la del policía provocador Mauricio Carlavilla. Entre otras peripecias, se infiltró en el PCE y envió informes a la Entente contra la Tercera Internacional, que eran los que este organismo le enviaba a Franco desde Ginebra.
Es de una ironía casi cómica. Carlavilla es una figura absolutamente fascinante. Es cutre, un tío que miente más que habla, corrupto —lo vemos cuando está en Portugal—, tiene una empresa de prostitución en Marruecos, pero tiene una influencia impresionante. Además, es una persona que escribe un libro que se titula Sodomitas, y otro 'teórico' sobre el satanismo. ¿No se puede decir que es una figura estrafalaria que merece su biografía?
Escribe usted que Franco se tragó las "predicciones apocalípticas" de la Entente a través de los boletines que recibía. ¿Cuánto influyó esta propaganda en el golpe militar?
Creo que es algo en el fondo, una motivación vaga, que está ahí, pero que sirve mucho más como justificación. No tenemos actas de esa reunión que hay a principios de marzo [de 1936] cuando se reúnen los generales conspiradores en Madrid, pero no creo que ninguno de ellos dijera que había que actuar como dice el padre Tusquets. Son cosas más etéreas. Es difícil ver la implementación inmediata.
Quienes criticamos a Franco casi tenemos que justificar cada crítica porque ha tenido muy buena prensa
Este libro dice que es para desmontar mitos. ¿Cuáles son las grandes mentiras que todavía se leen sobre la Guerra Civil?
Hay quien lee los libros de investigación seria que intentan analizar la política republicana y de derechas de forma honesta. Pero hay otra cosa que para mí es más bien propaganda. Es imposible hablar de cómo piensan los españoles. Primero, muchos no piensan, como pasa en mi propio país; y te preguntas que cómo se dejan influir por lo que escuchan de boca de los políticos…
A Ángel Viñas, que es un gran historiador de los años 30, a Francisco Espinosa, el gran historiador de la represión, o a mí, nos insultan, nos llaman historiadores militantes, rojos perdidos. Es muy muy difícil saber lo que es la influencia de cada uno. Soy consciente de las críticas insultantes que nos hacen, lo único que uno puede hacer es seguir trabajado de la manera más honesta posible.
¿Cree que existe un relato más o menos consensuado sobre la Guerra Civil? Algunos de sus colegas, como Fernando del Rey, creen que no.
No sé si consensuada, pero sí un intento de ver a ambos lados de forma objetiva serían los varios libros de Enrique Moradiellos. Es difícil, porque a fin de cuentas uno tiene que decidir si le parece una cosa positiva el golpe militar y las consiguientes matanzas. Yo desde luego parto de la base de que no. ¿Eso ya me hace un historiador militante? Supongo que Fernando del Rey pensará de forma diferente a la mía, pero yo tengo gran admiración por sus trabajos, que son muy serios. Eso es lo importante.
Hace poco su compatriota Richard J. Evans publicó otra obra sobre las fake news del Tercer Reich. ¿El trabajo del historiador es más necesario que nunca en este presente polarizado?
En Reino Unido hay una tradición de estudiar otros países. En España se cree que todos los historiadores de aquí somos hispanistas (risas). Evidentemente, somos una minoría minúscula. Una escuela muy potente es la que estudia la Alemania nazi. Y hay una cosa: estos historiadores no tienen que empezar cada conferencia o entrevista justificando por qué son antihitlerianos, antinazis o antifascistas. Se presupone. En cambio, los que somos hispanistas, que criticamos a Franco, casi tenemos que justificar cada crítica, porque por muchas razones ha tenido muy buena prensa.
Por supuesto que el trabajo del historiador es necesario, pero tampoco hay que exagerar. Se repite mucho ese dicho de que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir los errores. Es muy difícil que un pueblo aprenda las lecciones de la historia. En Alemania sí, porque fue ocupada por fuerzas de los estados democráticos en 1945 y se impuso proceso de desnazificación. Pero eso no pasó en España, y por eso todavía no está consensuada la historia. Por eso pienso que la única gran lección de la historia es que nadie aprende de la historia.
Cierra el libro mencionando el acto de homenaje a la División Azul del pasado febrero, donde se repitió esta idea de que "el judío es el culpable". ¿Este auge de la extrema derecha está avivando el guerracivilismo?
Los ejemplos del final eran más bien para llamar la atención sobre lo alucinante que resulta hoy en día escuchar esa idea que se remonta a Los protocolos de los sabios de Sión de que los judíos son los culpables de todo. Igual hay una retórica que de alguna forma recuerda a la Guerra Civil, pero hay que pensar que España forma parte de la UE de la OTAN, las reformas militares de los años 80… Puede haber retórica, pero otra guerra civil lo veo como algo absolutamente imposible.
Ese último capítulo lo ha titulado "la guerra interminable". ¿Cuándo vamos a dejar atrás los españoles la Guerra Civil?
Hace veinte años había periodistas que me hacían la misma pregunta. De una forma cándida decía que el tiempo resuelve todo, que con el paso de los años se iba a hablar menos de la guerra, y mira dónde estamos ahora. De todas formas, la gran masa de la población no piensa en estos términos. Eso son rencillas de políticos extremistas.
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