De la autarquía al oro negro: el descabellado plan de Franco para extraer petróleo en Burgos
En Petróleo, monjas y poetas (Renacimiento), Juan A. Ríos Carratalá radiografía la sociedad española a través de las anécdotas que marcaron los 'XXV Años de Paz' franquistas.
27 octubre, 2021 04:01Noticias relacionadas
1964 llegó a España con el hálito del cuarto de siglo del fin de la Guerra Civil. La fecha se marcó como los 'XXV Años de Paz', parte de la retórica franquista destinada a esconder las miserias de su tiempo. Aquella coyuntura significaba el inicio de una nueva etapa para el país, los primeros pasos hacia el desarrollismo en un país que mantenía las heridas de la contienda todavía abiertas.
Juan A. Ríos Carratalá radiografía aquel año de supuesta paz total, pseudokantiana y pírrica en Petróleo, monjas y poetas, otras historias de 1964 (Renacimiento). Un libro pavimentado a fuerza de anecdotario; desde la política institucional a las películas, libros o tebeos que consumieron los españoles, muchas de ellas unidas a las promesas de una vida mejor. Una España de progresía, dinero y bonanza que jamás llegó. La Ítaca fascista que el NO-DO anunciaba vehementemente con narraciones pueriles, alejadas de la verdadera idiosincrasia de lo que realmente ocurría en las calles.
Carratalá rescata las historias del oro negro en el territorio patrio para recordarnos la inocencia de una nación que pretendía hacer del norte de España su Texas particular. En 1964, las prospecciones de la comarca de la Lora prometían millones de barriles de crudo, fortuna para los burgaleses y una España que saldría del sepia para empezar a vivir en el tecnicolor del resto del mundo. Pero la decepción acabó siendo providencial, en ese desasosiego tan español de las oportunidades perdidas.
El oro negro
Franco, ese hombre (1964) fue una de las películas documentales creadas por los "sofistas a sueldo" que Carratalá recoge en su ensayo, con el objetivo de fotografiar el cuarto de siglo franquista. En los primeros fragmentos del filme, las imágenes de Madrid despertando dan paso a la narración paternalista que recuerda los "amaneceres trágicos de gritos angustiosos", ignorando la misma mano extendida que prendió la mecha del conflicto.
Marcados los 25 años desde el final de la guerra, el aparato del régimen revivía, en palabras de su autor, "las glorias de un Imperio que jamás volvería", exudando el almizcle trágico de la propaganda en cine, prensa y televisión. El mundo cambiaba fuera de nuestras fronteras a una velocidad vertiginosa, obligando a transformar relicarios en bombas de varilla y noblezas baturras en riquezas petroleras.
Los zahoríes del régimen intuían que en el norte de España latía un mar de petróleo esperando a ser descubierto, con los primeros indicios de búsqueda remontándose a principios del siglo XX. Entre 1964 y 1967, con el deshielo de las relaciones internacionales, la tecnología de prospección estadounidense llegó a la comarca. El paisaje se llenó de torres y martillos que bailaban con la esperanza de encontrar un yacimiento fructífero.
El 6 de junio de 1964, del pozo de Ayoluengo I, en la provincia de Burgos, se elevó un chorro de 50 metros que tiñó de negro los campos aledaños. Cinco mil litros de oro negro que Revista Imágenes anunciaba bajo el título Petróleo a la vista en su edición 548. Atrás quedaba el recuerdo del embaucador Filek que pretendió convencer al caudillo de que el agua se podía trasmutar en diésel. España tenía su propia fuente de combustible. Y desde su cámara de eco, la cúpula franquista pregonaba a bombo y platillo que "el mundo entero ponía los ojos sobre España".
El descubrimiento sirvió para atizar las esperanzas de riqueza que los españoles habían podido ver en el Gigante (1956) de James Dean, o en su homólogo patrio Aquí hay petróleo (1955). Carratalá recoge en su ensayo las declaraciones del falangista José Luis Arrese, consejero de la CAMPSA, quien no dudó en señalar a La Vanguardia el descubrimiento como "el mejor regalo que Dios puede hacer a España y al caudillo al cumplirse los XXV Años de Paz". Sin embargo, ni la fortuna llegó, ni se materializó Texas en la estepa burgalesa.
Delirio y realidad
De los primeros análisis químicos se extrajo la conclusión de que el crudo era de calidad media —el noticiario franquista la calificó de "excelente"—. Su alto contenido en azufre y vanadio la convertía en inservible como combustible para automóviles e industrias, válido solo para alimentar estufas, como confirmaron los análisis de la refinería de Escombreras.
El pozo descubierto en el año 64 era meramente anecdótico. El interior de la tierra no albergaba un mar de crudo a pesar de los esfuerzos que AMOSPAIN puso en el traslado de equipo técnico y personal. Con el paso del tiempo, los habitantes de Ayoluengo empezaron a desconfiar de un proyecto que no dejaba retribución alguna en el pueblo.
Quienes se desplazaban hasta allí para trabajar, pernoctaban y consumían en Burgos. Los bares y restaurantes que se abrieron durante los primeros días de la fiebre negra fueron abandonados una vez que las esperanzas se desvanecieron. Para cuando se puso sobre la mesa el proyecto de una refinería en Vizcaya que acogiese la demanda de crudo, la respuesta de los burgaleses fue tajante: se debía construir en Castilla. La web del Museo del Petróleo de Sargentes de la Lora recoge las declaraciones del arzobispo de Zaragoza, quien llegó a decir que dicha construcción constituiría "un abuso de poder del capitalismo bancario".
La crisis energética de la década de los 70 atrajo solo catorce sondeos a Sargentes de la Lora, en los ochenta fueron veinte y los 90 dejaron otros tres. El adiós definitivo llegó un seis de noviembre de 2018. Con la concesión a punto de caducar, el Gobierno comunicaba a Columbus Energy Resources la decisión del Consejo de Ministros de desmantelar el yacimiento. Así terminaban más de cinco décadas de extracciones en la zona.
La transición ecológica iniciada en 2017 por el gobierno de Mariano Rajoy había sentenciado el futuro del petróleo de la comarca de la Lora. Un total de diecisiete millones de barriles salieron de los pozos burgaleses, una cifra que nos hace palidecer al saber que son once millones de barriles los que salen a diario de los pozos de Arabia Saudí.