Un estudio científico publicado en la revista Nature confirmó hace un par de semanas que los vikingos llegaron a América casi cinco siglos antes que Cristóbal Colón. En concreto, en 1021 se habían asentado en L'Anse aux Meadows, un yacimiento en la punta norte de la península de Terranova, en Canadá. El descubrimiento ha tenido una cobertura mediática impresionante al desvelar la primera presencia arqueológicamente probada de europeos en la otra orilla del Atlántico y la prueba más antigua del año en el que la migración humana había rodeado el planeta.
En el mismo mes de octubre, en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, se dieron a conocer los resultados de otra interesantísima investigación sobre los viajes vikingos. La conclusión del equipo internacional y multidisciplinar de científicos, que ha contado con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de varias universidades españolas, es que la colonización de las islas Azores fue obra de un grupo de nórdicos y se registró unos 700 años antes de la llegada de los portugueses, a quienes hasta ahora se atribuía el descubrimiento del archipiélago.
Los investigadores han datado y analizado mediante técnicas geológicas, químicas, físicas y biológicas cinco testigos de sedimentos recuperados del fondo de los lagos de las islas de San Miguel, Pico, Terceira, Flores y Corvo. Los datos recabados —en la línea de investigaciones genéticas previas— sugieren que la ocupación de las Azores comenzó en la Edad Media, entre los años 700 y 850. Según las fuentes escritas, los marinos lusos, que buscaban nuevas rutas hacia las Indias, desembarcaron en la isla de Santa María en 1427 y a la isla de Corvo y Flores en 1452.
Entre los sedimentos, los científicos identificaron esteroles, una fracción de la materia orgánica muy abundante en las heces de los mamíferos, y hongos coprófilos, interpretados como indicadores de actividad humana. "Los intestinos de los mamíferos producen en abundancia esteroles fecales y estanoles que se preservan bien en los sedimentos lacustres, y son un indicador único e inequívoco de la presencia de grandes mamíferos en determinados periodos del pasado", explica Timothy Shanahang, investigador de la Universidad de Texas (Austin, EEUU) y coautor del trabajo.
Santiago Giralt, investigador de Geociencias Barcelona (GEO3BCN-CSIC) y otro de los firmantes del artículo, explica que debido a su posición geográfica, en el centro del océano Atlántico, las islas Azores no estaban pobladas por grandes mamíferos: "Por lo tanto, la aparición de coprostanol en los sedimentos puede atribuirse a la presencia de humanos y la del estigmastanol a rumiantes, como vacas, cabras u ovejas". La hipótesis principal es que los vikingos llegaron al archipiélago gracias a una coyuntura climática favorable para sus expediciones marítimas, en un momento de la Alta Edad Media en que las temperaturas fueron más cálidas y los vientos del oeste más débiles.
Los ratones
A partir del estudio del polen, fragmentos fósiles de plantas y partículas de carbón presentes en los sedimentos, el equipo internacional de investigación también ha demostrado que la ocupación humana inicial de las islas implicó una alteración ecológica, paisajística y ambiental profunda. "Aunque las fuentes históricas describen las Azores como densamente boscosas y prístinas, el trabajo pone de manifiesto la dificultad de basarse solo en el registro histórico para identificar determinados estados de alteración de los ecosistemas y el paisaje", señala Pedro Raposeiro, de la Universidad de las Azores y primer autor del artículo.
Los análisis de los sedimentos, la fauna y la simulación de las condiciones climáticas constituyen, según los investigadores, "una prueba inequívoca" de que los primeros pobladores de las Azores fueron miembros de los pueblos nórdicos del noreste de Europa. Es una conclusión similar a la que propuso otro estudio genético publicado en 2015 basado en una fuente biológica distinta: los ratones.
Los trabajos del biólogo evolutivo Jeremy Searle, de la Universidad Cornell, han desvelado que el ratón común, el Mus musculus, tiene diferentes firmas genéticas en función del lugar de Europa en el que se encuentre. Una subespecie de roedor que comparte herencia genética se ha documentado en Noruega, Islandia, Groenlandia o Reino Unido, territorios en los que se asentaron los escandinavos durante la época vikinga (750-1050), y también en las Azores y en el archipiélago de Madeira. En estas islas, por el contrario, muy pocos ratones muestran el mismo ADN de las poblaciones Portugal.
La teoría que manejan Searle y sus colaboradores es que los ratones, pequeños animales que el ser humano llevó por todo el mundo de forma inintencionada, se subieron a los barcos vikingos y desembarcaron en las Azores, donde encontraron un hábitat con pocos depredadores y rico en comida. Tras una breve ocupación nórdica que no dejó vestigios materiales —o al menos todavía no se han descubierto—, las islas fueron abandonadas hasta su redescubrimiento en el siglo XV por los marinos lusos. Los escurridizos roedores, sin embargo, parecen ser otra prueba de la efímera y fascinante presencia vikinga en el centro del Atlántico.