Cuando el filólogo E. Bethe publicó su artículo en 1909 sobre el Amor Dórico, inició un debate largamente ignorado por sus contemporáneos en el estudio de la Antigua Grecia: la homosexualidad. Para Bethe la llegada de los pueblos dorios a la Península helena supuso la introducción del "amor efebo como una institución honorable y reconocida", aunque importada, y por ende ajena a la cultura helénica que los críticos germanos intentaban construir.
Las relaciones homosexuales se convirtieron en un rasgo introducido en Grecia por pueblos foráneos, alejadas del mito que los historiadores alemanes trataban de construir de la cuna de Occidente. Con el tiempo la historia se abrió a las corrientes queer que trataban de interpretar la sexualidad de la Antigua Grecia, arrojando una mayor luz sobre las costumbres de sus habitantes.
La investigadora y profesora italiana Eva Cantarella publica ahora en nuestro país Según natura (Akal), un ensayo que trata de ahondar en la concepción de la bisexualidad en el mundo antiguo. Un profundo análisis de la cultura y composición social de Grecia y Roma, y una historiografía de las relaciones homosexuales hasta la aparición del cristianismo. Un libro fascinante, que recoge el testigo de investigaciones anteriores y trata de ponerlas en común con nuestro tiempo.
Erótica militar
Cantarella señala en su investigación la identificación de Eros, dios del amor, con las heridas causadas por el arco y flechas con los que unía a sus víctimas. Cualquiera era susceptible de ser asaeteado, sin importar su condición o género. De esta forma, se empezó a introducir en el imaginario colectivo griego la idea de una pulsión primaria e inconsciente asociada al amor homosexual, acompasada al mismo tiempo con las tradiciones extendidas en la vida diaria de la polis.
La relación entre Aquiles y Patroclo descrita en la Ilíada tiene ecos de amor castrense, el mismo al que recurrió el historiador H. I. Marrou para explicar la sexualidad helena: "La amistad entre hombres es un fenómeno constante en las sociedades guerreras [...] La exclusión material de las mujeres lleva consigo una ofensiva del amor masculino". De dicha ofensiva se desgrana el mismo componente misógino antes mencionado. No existían experiencias análogas en el mundo de la mujer puesto que no interesaba hacerlas partícipes de los rituales asociados a la vida de la ciudadanía griega.
Es precisamente con la aparición de las grandes ciudades cuando el erotismo masculino se convierte en un tema central del rito militar y social de los jóvenes. Grecia rendía culto a las divinidades curótrofas, encargadas del cuidado de los muchachos, dando buena muestra del interés por el rito del salto de niño a adulto en las sociedades helenas. Aunque se han desarrollado diversas teorías sobre la motivación política y social de las relaciones entre jóvenes y adultos, ninguna resulta concluyente.
Este tipo de relaciones nos pueden resultar abominables en la actualidad, pero existía una total transparencia al respecto. Se han encontrado crónicas, textos e incluso grafitis en paredes que hacen referencia al amor paidófilo. "Aquí Crimón ha sodomizado a su pais, el hermano de Baticles", reza una de las pintadas halladas a principios del siglo XX cerca del templo de Apolo Carneo. La localización nos indica que no solo no se trataba de algo deshonroso, sino que tenía cabida en espacios sagrados, como el que rodeaba al santuario.
No obstante, existían ciertas reglas. El erómeno, u hombre adulto, solo cortejaba al araste, adolescentes que acababan de abandonar la pubertad. El sexo con niños seguía penado por la ley griega, así como el sexo entre adultos, considerado como "poco virtuoso" por los pueblos helenos.
Mujeres y ciudadanos
Al mismo tiempo, la mujer griega se convertía por el contrato social en creadora de ciudadanos, y estaba relegada a un segundo plano en las funciones políticas y eróticas de los hombres griegos. Lisístrata es un ejemplo perfecto de la representación de la mujer un siglo después. Aristófanes juega con la guerra y la sexualidad, ofreciendo el poder a las mujeres que castigan a los hombres por sus instintos bélicos. El foco se vuelve a poner sobre el hombre como ente activo y relega a las mujeres como meros entes sumisos.
En la obra solo les queda ejercer su poder a través de la satisfacción sexual de los hombres. Aunque no siempre fue así. Es de gran interés la representación de personajes femeninos como Nausicaa o Penélope en la Odisea, confiando Ulises a esta última el gobierno de su casa y posesiones, ejerciendo el control sobre ellas hasta su llegada. Ambas gozan de gran independencia y poder a lo largo del texto. Los tiempos homéricos contaban con una composición social distinta a la que devendría dos siglos después, aunque el homoerotismo ya estaba presente.
En su investigación, la autora menciona la ausencia de textos relativos a relaciones entre mujeres tras la muerte de la poeta Safo, olvidándose su canto al amor femenino. En su producción poética reaparecen Gongila, Agalide y Anactoria, las alumnas más bellas de su círculo. De cuya libertad emanaba también una emancipación de sus espacios.
Ataques de ansiedad
Sin embargo, de nuevo Safo nos apunta hacia una época muy distinta. Las thiasoi, comunidades de mujeres que practicaban cultos religiosos propios, conviviendo y estableciendo relaciones políticas ajenas a los hombres. Safo impartió clases de música, canto y danza, consideradas como experiencias transformadoras y diferenciadas de la educación tradicional femenina.
La poeta se despedía de las alumnas que abandonaban la isla, preparadas para las nupcias hablando del paso del tiempo y lamentándose de yacer sola. En su obra más conocida, describe lo que siente mientras observa a una de sus amigas conversar con un hombre, posiblemente destinado a convertirse en su marido: "Frío me cubre, y un temblor me agita [...] siento que me falta poco para quedarme muerta". La autora observa como su interlocutora se pierde ahora en los ojos del amado, ignorando la presencia de Safo. En Según natura, se recogen las consideraciones del crítico G. Deveraux sobre el poema, quien lo describió como "síntomas inequívocos de un ataque de ansiedad".
No es casual que la poeta describiese estos síntomas en la atmósfera del amor homosexual. Para los griegos era precisamente este el que causaba las reacciones más violentas, "el verdadero amor, la pasión que produce angustia y tormento", como señala Cantarella en su ensayo.