Trazar la figura de Casiodoro de Reina es internarse en las sombras a las que fue arrojado quien podría haber sido una de las figuras clave de nuestro Renacimiento. Perseguido por la Inquisición española y sujeto a los designios de la geopolítica europea del siglo XVI, su vida habría dado lugar a una de las mayores crónicas heroicas de nuestra literatura, pero fue relegado al olvido.
Su traducción de la Biblia al castellano común, directamente de fuentes hebreas, tuvo un impacto vital en las letras españolas, recogiendo en su edición todo tipo de estilos, adaptando la espiritualidad de las Escrituras Sagradas en un corpus accesible para el vulgo y plagado de neologismos. Una labor que le llevó más de una década, compaginando su trabajo con el exilio y el acoso de quienes veían en su trabajo una ofensa a la fe.
La Biblia del Oso (Alfaguara) se reedita ahora en nuestro país con una nueva traducción del filólogo y escritor Andreu Jaume Enseñat. Un libro que trata de devolver la relevancia a una obra muy por encima de dogmas, diseñada para aunar creencias en torno a la belleza de un texto del que jamás se debe volver a renegar.
El gran olvidado
Enseñat resume la figura de Casiodoro como "el gran olvidado de la cultura española". Un título que le fue arrebatado por la prohibición de su obra en toda España. "Su aportación al idioma y a nuestra cultura es tan importante como la de Cervantes. Aunque su trabajo fue proscrito, y esa persecución duró cinco siglos nada menos, porque la Biblia en España estuvo prohibida en su traducción hasta 1944. Todavía vivimos la resaca de ese interdicto".
La vida de Casiodoro bien podría ser parte de una novela de aventuras. Vivió los tiempos del juicio de Miguel Servet, cerca además de la ciudad de Ginebra, donde el sabio fue quemado en la pira. A pesar de que De Reina escapó del fuego, en Sevilla la condena inquisitorial estuvo acompañada de un gesto simbólico: la quema de su efigie. Perseguido por los espías de Felipe II, huyó desde el sur de Francia hasta el centro de Europa e Inglaterra, entre Frankfurt, Londres y Basilea. Buscando la bendición de calvinistas y protestantes allá donde iba, firmando a su paso renuncias de fe e inscribiéndose en otras nuevas.
"Mucha gente en la época consideró que era un poco 'chaquetero' y que no tenía principios, pero su interés en la religión era muy distinto", explica el filólogo. El origen de Casiodoro es incierto: algunos críticos apuntan a que su familia fue conversa —judía o morisca según las fuentes—, y que de esta forma entró en contacto con el hebreo. Lo que sí resulta unánime fue su afiliación a los Jerónimos, desde donde entró en contacto con la literatura luterana que provocó su expulsión en torno a 1557. Un camino que explicaría, en cierta medida, las idas y venidas de quien tuvo que adaptar sus propias creencias a la mera superviviencia.
Sin embargo, en el prefacio de esta edición, Andreu Jaume apunta a otros rasgos de mayor peso: "A pesar de su vehemente oposición al catolicismo, nunca dio muestras de fanatismo ni de intolerancia, siendo capaz de dialogar con calvinistas, anglicanos y luteranos, como si solo buscara aquello que unía la cristiandad a través de las Escrituras".
Santos y proscritos
Una Biblia traducida era un arma un cargada en una Europa que había descubierto en su interpretación una fuente de cismas y 'herejías'. A pesar del profundo arraigo católico, también existieron en la España de Felipe II movimientos reformadores, sin reconocimiento y borrados en pro de convertirnos en 'baluartes de la fe': erasmistas, protestantes, alumbrados y místicos franciscanos, estos últimos en estrecha relación con La Biblia del Oso.
Casiodoro concibió un texto que no requiriese de intermediarios, enfocado a hacer de cada lector un sacerdote y utilizando la propia palabra, desnuda de liturgias, como vía hacia la iluminación. Lola Losa, filóloga y experta en San Juan de la Cruz, señala al sabio castellano como fuente de inspiración del Cántico espiritual del santo. Los neologismos con los que adornó las Escrituras se repiten en obras posteriores del místico, usando los "montes", "collados" o el aún menos común, "ámbar", que de Reina introdujo en su interpretación.
"Con el Cántico, San Juan tradujo también la Biblia, y lo hizo desde un punto de vista distinto al del canon, desde la 'verdad hebraica', sufriendo el mismo destino que Casiodoro", apunta. Entre los términos que añadió en su edición encontramos "reptil" o "escultura", detalles que permiten revitalizar las obras originales, mejorando su interpretación y entendimiento, una labor que sobrevive hasta nuestros días. En la serie de Clásicos liberados que edita Blackie Books, su edición del Génesis, a cargo de Javier Alonso López, siguen apareciendo guiños acuñados por Reina.
La investigación de Josa demuestra la importancia que esta edición tuvo para muchos de los sabios de la época. Un legado que fue llegando por cuentagotas a España, como explica Andreu Jaume: "Los pocos ejemplares que había estaban en manos de familias muy poderosas e interesadas en el tema. Era un riesgo enorme tener una de estas Biblias". De entre todos los estilos que Casiodoro explora en su traducción, los textos originales fueron sometidos también a crítica. En su prólogo incluye una Amonestación al intérprete, escrita con "la soltura de Cervantes", añadiendo además sumarios a cada uno de los capítulos en "un trabajo hermenéutico pionero".
La heterodoxia que respira La Biblia del Oso terminó por convertirse en su propia tumba. Siglos más tarde, Rafael Sánchez Ferlosio o Juan Benet alabaron la maestría del sabio, equiparándole a otras grandes figuras del panteón de las letras españolas. Incluso Ramón Menéndez Pidal —contrario a dicha heterodoxia— reconoció la influencia que su traducción había tenido nuestro idioma. Una figura, que como concluye el filólogo: "Representa todo aquello que ha sido desterrado de España. Desde la tradición judía hasta la musulmana, llegando, en definitiva, a toda la modernidad europea".