Desde 1901, la Academia sueca ha entregado 111 premios Nobel de Literatura. De ellos, once han sido estadounidenses (algunos nacionalizados o con doble pasaporte): Sinclair Lewis (1930), Eugene O'Neill (1936), Pearl S. Buck (1938), T. S: Eliot (1948), William Faulkner (1949), Ernest Hemingway (1954), John Steinbeck (1962), Joseph Brodsky (1987), Saul Bellow (1976) Isaac Bashevis Singer (1978) y Toni Morrison (1993). No puede decirse que los galardones más importantes de la literatura no hayan reconocido a las letras estadounidenses: es el tercer país, después de Francia y Alemania, con más premiados. Pero la última fue la autora de Ojos azules y La canción de Salamón, y hace ya 22 años de eso.
En ese tiempo, el premio ha ido a todos los rincones del mundo: dos veces Reino Unido, Francia, Alemania y China, a Canadá, Suecia, Turquía, India, Suráfrica, Japón, Portugal, Italia... El ultimo fue el francés Patrick Modiano. No siempre han sido premios bien recibidos. A veces la frase más escuchada al día siguiente era: "¿Y ése quién es?"
Roth anunció en 2012 que se retiraba de la literatura. Es un gigante pero cada vez con menos posibilidades
La semana que viene se fallará el galardón y a buen seguro volverán a producirse, como cada año, las inevitables quinielas en la prensa y en los corrillos literarios. Y desde hace años nunca faltan en ellas varios nombres del país norteamericano: el gigante literario Philip Roth, mayor y enfermo desde hace años; Don DeLillo, con otra obra que los expertos colocan entre las más premiables; Joyce Carol Oates, respetada y prolífica autora cuya última novela, Carthago (editada en España por Alfaguara), es un gran fresco de EE UU hoy en día que la crítica ha recibido con alabanzas...
El esquivo e incómodo Thomas Pynchon es otro de los nombres fuertes de la literatura estadounidense. En esa lista bien podrían entrar Cormac McCarthy o Salman Rushdie, afincado en EE UU desde hace quince años. No olvidemos a Bob Dylan. Sí, el cantante, pero también gran poeta y renovador de las letras, que ha entrado varias veces en las apuestas. Paul Auster es el más mediático de los novelistas de su generación pero no el mejor situado en las apuestas.
David Foster Wallace fue una promesa malograda que podría haber sido candidato. A Jonathan Frazen, uno de los grandes nombres del momento, quizá le falte aún recorrido, pese a grandes frescos como Libertad.
Daría para una novela de Pynchon
El más reclamado siempre ha sido Roth (Newark, 1933). Parece una injusticia palmaria que el autor de Pastoral americana y La mancha humana no sea Nobel. Claro que tampoco lo fueron Norman Mailer ni E. L. Doctorow, que falleció el pasado julio, por citar dos grandes nombres de las letras norteamericanas. La lista sería infinita si la ampliamos a las mundiales: Kafka, Borges, Nabokov, Joyce, Proust, Mishima (aunque éste no les dejó mucho tiempo), Chéjov, Beckett, Woolf, Updike...
Roth, que lucha contra un cáncer desde hace años, anunció en 2012 que dejaba la literatura, con lo que sus posibilidades parecen remotas, pero nunca se sabe. "El verdadero escándalo del Nobel de Modiano es que Philip Roth sea el gran perdedor de nuevo", titulaba en 2014 Emma Broke en The Guardian. Ahí está una obra en la que destacan novelas como El escritor fantasma, Me casé con un comunista, La conjura contra América y Elegía.
'El Nobel a Pynchon daría para una de sus novelas. Le encantan las teorías conspiranoicas', dice la editora de Tusquets
Pynchon (Nueva York, 1937) es uno de esos perros verdes que de vez en cuando alumbran las letras cuando son genuinas. Hay algunas fotos de su juventud que dejan constancia de que existe. En su madurez, ha aparecido fotografiado con bolsas de cartón en la cabeza -Los Simpson lo inmortalizaron así en un episodio- y cuando fue galardonado con el National Book Award en 1974, envió a un cómico a recoger el premio. No es de extrañar que la muy honorable Academia sueca recele. A Ana Esteban, editora de Tusquets, que Pynchon lograse el premio le parece "poco probable, porque, al ser tan reacio a aparecer en los medios y a dejarse fotografiar, quizá eso pese en su contra". Eso sí, asegura, "lo veo justo, ya toca". Si se lo dieran, prosigue Esteban, "eso sí que sería tema para un libro de Pynchon: le encantan todas las teorías conspiranoicas".
Lo cierto es que el autor neoyorquino ha levantado una narrativa única, en la que el territorio de la ficticia comarca californiana de Vineland (1992) retrata con acidez la América de los hippies desfasados, la droga y las pandillas de delincuentes. Pero también la historia y los fundadores de la nación. O más bien los separadores, como hizo en Mason y Dixon (2012). Pynchon sigue plenamente activo, lo que dmeostró en 2014 con Vicio. "Su obra es descomunal, gigantesca. Con ocho novelazas, la mayoría son enormes, y un librito de cuentos de sus comienzos. Yo veo como si hubiera querido escribir una épica de la edad contemporánea", explica Esteban. Pynchon sigue plenamente activo, con una novela, Al límite (2014), que se adentraba en el 11-S y el mundo de internet.
Tusquets ha editado en español casi toda su obra. A Esteban le parece que el tiempo transcurrido desde el premio en 1993 a Morrison puede jugar a favor de un Nobel estadounidense este año. "Siempre ayuda, tanto si hace tiempo que no se habla de un país como si se va hablando". Aunque no tenga que ver con lo anterior, la editorial tiene en su catálogo a otro candidato que año tras año suena fuerte en las quinielas: Haruki Murakami. "Ambos, tanto Pynchon como Murakami, tienen una una originalidad insustituible. Murakami es el que veo más probale siempre. Pero ese mundo de cada uno es muy dificilmente superable", asegura la editora.
DeLillo, políticamente incorrecto
Don DeLillo es otro nombre tan premiable como incómodo. Para Elena Ramírez, editora de Seix Barral -la casa que ha publicado buena parte de la obra de ambos, la de Roth hasta 2009-, "tanto Roth como DeLillo son los dos grandes nombres candidatos por parte de EE UU permanentemente. Caso de caer en un autor norteamericano, siempre se baraja el nombre de ambos. Quizá uno es más politicamente incorrecto que otro, pero los dos tienen suficiente trayetoria".
Aunque, advierte la editora, "los criterios de la Academia no corresponden a ninguna estadística o contininuidad como para poder saberlo". Cree que el discurso de DeLillo "es quizá un poco más comprometido. Pero no creo que esté mejor o peor posicionado por eso". Lo que sí tiene claro es su quiniela: "Tengo a Don DeLillo en mi altar". Entre los libros del autor que destaca Ramírez están Ruido de fondo, Submundo y Libra. "El caso de DeLillo es un buen ejemplo de que es el conjunto de una trayectoria".