100 años han pasado desde que el escritor Edward O'Brien decidió recopilar los mejores cuentos americanos por primera vez. Estábamos en 1915 y el libro juntaba las 20 mejores historias del género que se habían publicado a lo largo del año. En ese momento, O'Brien no lo sabía, pero estaba sentando las bases de una antología anual que se mantendría hasta hoy. En 2007, y tras pasar por varios editores, Heidi Pitlor cogió el relevo y siguió con la tradición. Un siglo después se publica en EEUU 100 años de los mejores cuentos americanos, un homenaje al género que, como decía Cortázar, debe ganar al lector por KO.
"Es una elección basada en el amor, en los cuentos que más nos han gustado, sin pretender hacer un reparto equitativo por años”, explica Pitlor, que compartió la tarea con la escritora Lorrie Moore, editora invitada. Así fue como se seleccionaron 40 historias de más de 2.000 posibles: 13 corresponden al período entre 1915 y 1960 y 27 a los años siguientes. “Nos centramos mucho en la diversificación de voces y estilos. Creo que, sin pretenderlo al principio, terminamos haciendo un retrato del país a través de los cambios en este tipo de literatura", añade.
El origen del cuento americano se remonta al siglo XIX. La inestabilidad en el trabajo llevaba a las migraciones contantes de la población en busca de nuevas oportunidades y los periódicos se dieron cuenta de que no merecía la pena publicar una novela por capítulos (práctica común en la época) porque nadie permanecía el tiempo suficiente en una ciudad como para seguirla. Así que los autores norteamericanos adaptaron su forma de escribir para que se adecuara a lo que buscaban las publicaciones.
Las editoriales tampoco apuestan por los cuentos. Luego es curioso porque las recopilaciones anuales que hacemos siempre son best sellers
"Tal y como pasaba en su origen, las revistas siguen siendo el mejor escaparate para los cuentos”, dice. Los únicos criterios establecidos para ser parte del libro eran que fueran originales de autores americanos, publicados en revistas y no libros. Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald o Philip Roth son algunos de los nombres que se pueden encontrar en la antología. "Muchas cosas han pasado en estos años. Lo que antes era un género muy popular entre los lectores ha ido perdiendo notoriedad. Tiene audiencia, pero los lectores se han desplazado más hacia la novela, quitando algunos amantes del género", analiza.
Honesto y arriesgado
Las editoriales no apuestan por el género y la mayoría de los escritores lo miran como un paso previo a la novela. "Para muchos es la casilla de salida, el primer paso antes de lanzarse a un género más largo, aunque luego algunos se dan cuenta de que quieren seguir ahí. Y las editoriales tampoco apuestan por los cuentos. Luego es curioso porque las recopilaciones anuales que hacemos siempre son best sellers, pero la frase que más escuchamos de los lectores que se nos acercan es "no soy muy fan de los cuentos pero." No me lo explico, la verdad", cuenta Pitlor.
Para la editora no hay una fórmula mágica a la hora de escribir un cuento, pero sí directrices que pueden ayudar a enriquecer una historia: “Puede parecer ridículo, pero lo fundamental en un cuento es que haya una historia que se desarrolle y tenga un desenlace, algo que a veces es difícil de conseguir en pocas páginas. Y luego, por supuesto, que enganche al lector. Lo demás es subjetivo. Que sea honesto, arriesgado, que esté escrito con profundidad pero que permita una lectura dinámica es un plus. Y a mí siempre me gusta leer historias con un toque de humor y algún personaje despreciable”, dice con una carcajada.
Nuevos formatos
Mirando el género desde una perspectiva global, es cada vez más difícil establecer características que permitan identificar a qué parte del globo pertenece una determinada historia. “El cliché dice que el realismo mágico sería lo que mejor define el cuento latinoamericano, pero esas diferencias se están diluyendo rápidamente. En EEUU tenemos cada vez más historias de drama, misterio, ficción histórica e incluso realismo mágico. Los escritores están derribando todas las fronteras y eso es muy emocionante. Creo que ya no se puede hablar de cuento americano, europeo o latinoamericano”, explica.
En la era de lo digital, Pitlor entiende que hace falta un esfuerzo para sacar los ojos de la pantalla y centrarlos en las páginas de un libro, pero también por eso considera que el cuento debería estar disfrutando de mayor visibilidad. "Al tratarse de historias cortas, que exigen menos dedicación, tendríamos que estar asistiendo a un nuevo boom del cuento y, al final, espero que sea eso lo que acabe pasando". La editora está trabajando en un proyecto con la Biblioteca Pública de Nueva York para desarrollar una aplicación que permita "llevar los cuentos siempre en cima y leerlos en pantalla". Una iniciativa que, espera, sirva para adaptar las historias a los nuevos formatos, conquistar nuevos lectores e impedir que el género caiga en el olvido. "No pretendemos salvar el cuento. Pero sí queremos abrirle más puertas. Junto con el libro, espero que seamos capaces de recordar algunas de sus historias más bonitas".