A media tarde las redacciones tenían localizada y colocada la foto de Alicia Giménez Bartlett, la página pintada con su cajita y su canesú, todo preparado a la espera del embutido del periodista. Algo de color por aquí, unas declaraciones por allá, que si Petra Delicado, que si la novela negra, que si el crimen y la conciencia social, y a correr que el reloj marca las doce de la noche y el papel todavía hay que imprimirlo. En la foto de la autora antes del Premio Planeta vemos una mujer madura, ceñida a sus casillas de productora de best sellers policíacos y asomándose por una puerta, que es algo a lo que recurren los fotógrafos cuando les cuesta sacar la pimienta del personaje. “Ponte así”. La foto rozará la perfección si la pared es de ladrillo visto. “¿De qué color te parece esta mujer?”, pregunta el redactor al editor gráfico. “Marrón”, responde.
La presentadora pide colaboración a todos los presentes en la sala para que tuiteen a saco el tinglado. “A ver si logramos que sea Trendintopic”. A las doce de la noche, cuando el jurado confirma que los 601.000 euros se dividirán a pachas entre Hacienda y Bartlett, la autora aparece en el escenario. Entonces, trombo en la cadena de producción. “Para las máquinas”. La sangre se congela en las redacciones y la cena se les atraganta a los periodistas. “¡Te he dicho que pares! Hay que cambiar esa foto”. Trombo en la cadena de producción. La señora de marrón ha desaparecido y en su lugar han puesto a una muchacha mayor con zapatillas de after, pantagym negro y sudadera plateada. Con unos oros colgando del cuello habría sido más Beyoncé que Melanie C. de las Spice Girls. Si algo caracteriza la velada de los Planeta es precisamente eso, su previsibilidad. Pero la empresa ha dado el cambiazo ante mil personas. Es la misma pero no es igual, incluso bromea con el año de gracia que atraviesa: le han dado varios premios y en el supermercado donde compra le ha tocado un secador de pelo, que ya no es cobrizo, sino plateado. A juego con sus zapatillas y jersey.
“¿Pone Merde?”. “No, creo que dice Mercle”. “Es Merde, segura”. “Joder, es Merde”. Gol en Las Gaunas. Sorpresa en el Planeta. Ahí está Mas, la ministra Pastor, Carmen Posadas rojopasión, la presentadora lentejuelas, los dueños, el finalista (Daniel Sánchez Arévalo) y la Merde rompiendo con lo pactado. A la merde el esmoquin, la gala y lo planchado. Bartlett es Alicia, que ha cruzado al otro lado del espejo y se ha encontrado con su yo rebelde. “Es la misma, pero no es igual” (Martes y Trece).
Acto tercero, escena final. Los medios ya pueden preguntar. Desvela el Carnaval: “Era una pequeña travesura. Ya que no soy capaz de hacer la revolución...”. Dicen que el dinero no da la felicidad; hoy sabemos que tampoco la revolución. Con 601.000 euros (menos lo de Hacienda) aspiras, tirando por lo alto, a una revolución de sudadera. Que por mucho que lo estires, la pasta no da para más. Pronto, mañana mismo, podremos plantarnos indignadísimos delante de nuestros jefes con un jersey de 29,95 euros del H&M con la palabra “Merde” estampada en el pecho. Así, a fuego. Para que le estalle en la cara. Que se joda. Que lo sepa: “Esto es una merde”. No podemos hacer la revolución, pero sí comprar una sudadera terrorista que dinamitará la Constitución y acabará con las desigualdades.
Alicia ha escrito una novela de “corte realista y social”. “No tengamos miedo a reconocerlo”, lo dice revolviéndose en la silla Fernando Delgado. Debe ser incómodo, lo social. El jurado rodea a los premiados y dan sus explicaciones. La “escritora roja favorita de José Manuel Lara”, como le gusta definirse a Rosa Regás, dio la bienvenida a la escritora de best sellers al “compromiso elegante” con una novela -Hombres desnudos- que no le gustó al principio pero que terminó emocionándola. Hay que leerla. El premio viene a probar lo que Regás dijo el día anterior sobre el difunto Lara, que tenía “una ideología perfecta y sólida, que le permitió respetar todo”. Hasta las sudaderas.
Alicia, en el país de las maravillas, ha guardado en el armario por unos días a Petra Delicado, porque está muy interesada “en el momento social que vivimos, tan rico y apasionante”. Como autora sentía que debía escribir sobre “la lucha de clases”: “La vida es un sálvese quien pueda. Y cuanto más agresivo es el capitalismo o como quieras llamarlo ese sálvese quien pueda es más dramático”, explica. Alicia Giménez-Bartlett será social un poquito. Luego se quitará la sudadera.