Decir Maitena, en España al menos, es pensar automáticamente en la viñetista que, desde hace años, cultiva un humor femenino y adecuado al lector de un suplemento dominical en las páginas de "El País Semanal". Historias de amigas que hablan de hombres, casadas y solteras, urbanitas cuyas preocupaciones son laborales, sentimentales, amistosas...
Pero hay otra Maitena. Una artista joven que narraba encerronas en un vagón de metro en el que una joven rubia es asaltada y forzada sexualmente, tríos nocturnos en mitad del sueño y relatos barriobajeros con felaciones a punta de pistola. Todas esas viñetas, en blanco y negro y con un estilo cambiante, han sido reunidas ahora en Lo peor de Maitena (Ed. Sudamericana).
"Dibujé estas historietas a finales de los años ochenta y principios de los noventa, antes de convertirme en una humorista seria. Durante mucho tiempo estas páginas me resultaron impresentables, pero no porque fueran sobre sexo sino por cuestiones estilísticas que ya no me preocupan tanto", explica la dibujante en sus notas. "Hoy rescato la frescura irreverente y el erotismo -algo ingenuo en muchos casos- que las mantienen vivas. Pero sobre todo envidio la pasión con la que fueron hechas, robándole horas a todo y exponiéndome a lo que fuera".
Tenía entre 24 y 31 años cuando las dibujó, de noche a menudo y a la vez que ilustraba manuales escolares, explica la autora en el prólogo del tomo, con el miedo a equivocarse por la mañana y enviar el sobre cargado de viñetas subidas de tono a la dirección equivocada. Todas las páginas están dibujadas en blanco y negro y, a excepción de dos de la serie 5 sex-tidos, fueron publicadas entre 1986 y 1990 en las revistas de Ediciones de La Urraca: Sex Humor, Sex Humor Ilustrado y Fierro. Para la segunda hizo la serie de Coramina (1986-1987), una joven que vive diferentes aventuras sensuales "con encuadres de cine y secuencias mudas, lentas y simples". Coramina es "una rubia linda y sensual a la que le pasaban todas las cosas que yo quería que me pasaran a mí", reconoce Maitena.
Es una etapa creativa, en la que las viñetas rompen sus encuadren y ocupan varias partes de la página. Su trazo en esta época deja ver claramente la huella de maestros como Guido Crepax y Jordi Bernet. Y, sobre todo, de Milo Manara.
Ninfómana y misógina
La Fiera (1987-1989), otra de sus creaciones, llegó después, en Sex Humor. "Fea de cara pero buena de cuerpo, salía a buscar sexo a la calle desnuda bajo un impermeable", cuenta de su personaje. "Dijeron que era ninfómana, misógina, homofóbica y racista, la acusaron de hembrista y a mí de ser igual o peor que los machistas, entre otras cosas por no incluir nunca un personaje masculino como héroe de mis historietas". El Langa (1988) fue la respuesta a esas acusaciones. Curiosamente, es en las viñetas de este oficinista donde se empieza a ver, estilísticamente, a la Maitena actual, con un trazo más humorístico. Aunque no es el único: historias como La vi parada ahí (1987) o Garchi (1998), parodia de un célebre cómic americano, llevan ya una definición de revista humorística, un dibujo menos realista.
Fierro era la revista deseada. Lo que salía de sus páginas, recuerda la artista argentina, podía llegar a Europa. Historias x metro fue su serie más ambiciosa: estaba ambientada en París y son encuentros oscuros, arrabaleros. Violaciones en vagones fantasma se mezclaban con sexo furtivo en cabinas de fotomatón. Mucho sexo y dosis de violencia. Historias en las que Maitena reconoce la influencia de Crepax y Manara, pero también de Hugo Pratt, José Muñoz, Moebius, Loustal, Max y Angeli, a los que copiaba sin pudor sus estilos. El sexo y el lumpen, con navaja y pistola, aparecen en Barrio chino (1989-1990), historias noir con guion de Juan Martini.
En Makoki
Parte de las páginas se pudieron leer en su día en la revista francesa Blue y en la española Makoki. Cuando fueron cerrando las revistas argentinas, Maitena dejó las historias eróticas. "La primera vez que me escribieron a una revista fue a Sex Humor", recuerda. "Un lector me preguntó si Maitena era el nombre de una mujer o el apellido de un hombre. En aquel momento me resultó gracioso; hoy, casi treinta años después, pienso que era una muy buena pregunta".
El libro reúne además numerosos bocetos y dibujos preparatorios, en los que la influencia de los maestros europeos y americanos del erotismo es, si cabe, más palpable que en algunos de los resultados finales.