Las favelas no siempre fueron sinónimo de violencia. Desde mediados del siglo pasado han acogido a miles de inmigrantes procedentes del nordeste de Brasil, que querían escapar de la pobreza de sus tierras semidesérticas y abrazar la prosperidad industrial en las grandes urbes. Fue en la década de los ochenta, con la llegada de la cocaína desde Colombia en su tránsito hacia Europa, la paramilitarización de los traficantes y la corrupción de la policía, cuando las armas entraron en escena y los traficantes se convirtieron en los reyes de la comunidad. Fue entonces cuando se hicieron con el poder, pero también con el respeto de unos vecinos alojados en tierra de nadie, olvidados por el Estado, el sector privado y los servicios sociales.
La historia de Antônio Francisco Bonfim Lopes, más conocido como Nem, corre paralela a la de Rocinha, una de las mayores favelas de Rio de Janeiro y única debido a su localización, entre tres de los barrios más ricos de la ciudad. Debido a la peculiar orografía de Rio de Janeiro, modelada a partir de montañas y cerros, y ante la imposibilidad de crecer a lo largo, en las últimas décadas ha tenido que crecer a lo alto, haciendo de la luz natural un lujo que no está al alcance de todos. Se calcula que en Rocinha viven alrededor de 100.000 personas.
Nem perteneció a la última generación de niños que creció jugando en sus calles sin los disparos ni los excesos posteriores
Nacido en Rocinha en 1976, Nem perteneció a la última generación de niños que creció jugando en sus calles sin los disparos ni los excesos posteriores. Y como el resto de sus amigos de infancia, Nem nunca tuvo contacto de drogas. Ellos eran “trabajadores” y no vagabundos: taxistas, albañiles, camareros.
Casado y con una hija recién nacida, en 1999 Nem trabajaba como supervisor en una empresa de distribución de revistas que le daba para mantener su propia casa en la favela y que a diario le obligaba a entregar hasta 2.000 magazines en zonas de la ciudad donde ni siquiera se podía conducir en coche. En junio de 2000, sin embargo, decidió dejarlo y comenzar su carrera en el narcotráfico.
Investigación profunda
Al igual que Heisenberg de la serie Breaking Bad, Nem hizo su entrada en el negocio para poder pagar las cuentas de un tratamiento médico que estaba fuera de su alcance. Si hija Eduarda padecía HCL (Histiocitosis de células de Langerhans), una enfermedad rara. Y su única salida fue pedir dinero prestado a Luciano Barbosa da Silva, conocido como Lulu, entonces Don de Racinha. Lulu le prestó los 20.000 reales que necesitaba para pagar sus facturas a cambio de que trabajara para él en la parte baja de la favela. Su tarea sería muy simple: avisar si veía a la poli. A lo largo de los siguientes 11 años, Nem escaló y terminó en lo más alto de Rocinha.
Glenny se reunió en diez ocasiones con Nem en la cárcel de Campo Grande e hizo entrevistas con la familia, amigos, enemigos, agentes encargados de investigarlo...
El periodista británico Misha Glenny (1958) cuenta en el libro Nemesis: One Man and the Battle for Rio (Bodley Head) el auge y caída del que llegó a ser “el rey de la mayor favela de Rio, cabeza de un cartel de droga y posiblemente el criminal más buscado de Brasil”. Glenny se reunió en diez ocasiones con Nem en la cárcel de Campo Grande, a 400 kilómetros del punto en que se tocan Brasil, Paraguay y Bolivia, e hizo entrevistas con la familia, amigos, enemigos, agentes encargados de investigarlo, los políticos que negociaron con él, periodistas y sus abogados. “Desarrollé una relación intensa con Antônio”, reconoce el periodista en las primeras páginas. “Poco a poco comenzamos a hablar de cuestiones más íntimas y profundas, algunas de las cuales ni siquiera había tratado con su familia. Hablamos de drogas, violencia, liderazgo, fe, familia y cómo sobrevivir en un mundo hostil”.
Glenny es autor de otros dos libros fundamentales para entender lo difusas que son las fronteras a la hora de hablar del crimen organizado y su envidiable mutación y adaptabilidad al siglo XXI: McMafia (2008), en el que se presenta como otro fenómeno sujeto a las reglas de la globalización, y DarkMarket (2011), centrado en el cibercrimen y su actividad en las redes.
Una favela de clase media
“Soy un hombre de negocios. No hago la guerra porque la guerra es mala para los negocios”. Este era el lema de Lulu y fue una lección que Nem hizo suya una vez que llegó al poder, a mediados de la primera década del siglo XXI. La vida en la favela dependía básicamente de que el Don que estuviera en cada momento fuera de gatillo fácil. Nem nunca tuvo fama de violento, sino la imagen de alguien con la cabeza bien amueblada, un “profesional” cuyas habilidades para el negocio le hicieron destacar en un entorno en el que todos eran pistoleros vestidos en camisetas de fútbol y Havaianas.
Un empresario bajo cuyo mandato la tasa de muertos en Rocinha bajó hasta épocas previas a la llegada de la droga. Fue el responsable del 60% de la cocaína vendida en la ciudad. Y para cuando fue detenido en noviembre de 2011, se calcula que en su negocio daba trabajo –con salario e incluso subsidios para sus esposas en caso de muerte– a entre 200 y 300 personas, entre distribuidores y encargados de la seguridad. La vida media de los capos de las favelas era unos diez meses, que suelen acabar en arresto o, en la mayoría de los casos, en muerte.
Nem practicó el assistencialismo –provisión de bienes básicos, comida, medicina y préstamos a los habitantes de la favela– y, al igual que otros que le precedieron, tuvo que garantizar los servicios que el Estado y empresas no prestaban. Con ello mataba dos pájaros de un tiro: lavaba el dinero procedente de la droga e invertía en la comunidad, lo que impulsaba la economía local y le daba el apoyo de los residentes. Construyó un campo de fútbol, financiaba viajes a los residentes para que pudieran ir al nordeste a ver a sus familias, invirtió en suministros médicos y proporcionaba cestas de comida para los más necesitados.
Construyó un campo de fútbol, financiaba viajes para familias separadas, invirtió en suministros médicos y regalaba cestas de comida
Las fiestas y celebraciones –el día de la Madre, el día de los Niños– también corrían de su cargo. Y como contrapartida, entre otras reglas, impuso que nada de menores de 16 años en el negocio y nada de permitir robos ni crack dentro de la favela ni en las cercanías. En este contexto, el Don del Cerro era visto más bien “como un Mago de Oz que como Corleone”, escribe Glenny. En algunos casos, estos dictadores incluso impartían justicia dentro de su territorio.
La droga cura
“El tráfico de drogas fue un mal necesario”, le cuenta Nem a Glenny. “Créeme. Si no hubiera sido por los traficantes, todo el mundo estaría robando y matando. El negocio de las drogas ocupó el vació dejado por el Estado. De otra forma, esto hubiera sido un territorio sin ley”. Y como subraya el periodista, es importante entender que la cocaína llegó en el mismo momento en que la democracia de Brasil acababa de salir de la dictadura militar que vivió desde 1964 a 1985.
“La transición democrática en Brasil y países vecinos durante los ochenta y noventa guio lo que un astuto observador llamó la primera ‘corporación multinacional de Latinoamérica y el primer ejemplo de integración económica real: la producción y distribución de cocaína”, escribe Glenny, para quien la llamada Guerra de las Drogas ha sido una política errada que se ha saldado con la muerte de cientos de miles de hombres, mujeres y niños en Colombia, el Caribe, Brasil y México. La prohibición, que en parte responde a estrategias del sector privado, “debería haberse descartado hace décadas por ser desastrosamente contraproducente”.
Los tres pilares del crimen
A estas épocas de esplendor en la favela, en el que las muertes se reducían hasta un tercio de lo habitual, se alternaban con épocas de crisis en las que, tras el arresto o muerte de un capo, llegaba época de luchas internas por el poder. Y en las que los asesinatos se disparaban de nuevo. En estas guerras internas participan traficantes, mercenarios, carteles y policía. “Gángsteres matándose entre ellos y matando policías, policías matando gánsteres, y civiles inocentes muriendo y heridos en el fuego cruzado”, escribe el periodista.
El problema de Rocinha, como en otras favelas, es que siempre hay demasiados frentes abiertos. Un buen Don debía tener en cuenta tres pilares para establecer su liderazgo con eficacia: reputación dentro de la comunidad, buenas relaciones con la policía local y autoridad dentro de su propia organización. El barrio está separado en zona alta y baja, históricamente con dos responsables en lucha permanente por el poder. Otro de los logros de Nem fue unir bajo su mando a ambas por primera vez en muchos años.
La Policía era otra parte más interesada en competir por el control de las favelas y del tráfico de drogas
Luego están los cárteles de la droga. En el Rio de Nem había tres organizaciones criminales que se reparten la influencia y el tráfico: el Comando Vermelho, el Terceiro Comando Puro y ADA, siglas que responden a Amigos Dos Amigos. Fue a raíz del asesinato de Lulu a mediados de la década pasada, por alguien dentro de su propia organización, el Comando Vermelho, lo que hizo que Rocinha buscase amparo en ADA. Esta fue la situación heredada por Nem.
Y por último está la policía. En Rio entran en conflicto tres fuerzas: la Policía Militar, la Policía Civil y la Policía Federal. Y a esto hay que sumar las BOPE, Batallón de Operaciones Especiales, tropa de élite de la Policía Militar cuyo escudo es una calavera atravesada por un cuchillo y dos pistolas al fondo. A comienzo de los noventa, la policía de Rio estaba en una lucha interna cuyos intereses no coincidían necesariamente con los del estado. “Cuando miras a esta época, tienes que liberarte de la ilusión de que la policía estaba actuando como una agencia al servicio de la ley criminal”, le explica a Glenny una fuente de la Secretaria de Estado de Segurança Pública. “Sencillamente eran otra parte más interesada en competir por el control de las favelas y del tráfico de drogas”.
Con un sueldo medio de 1800 reales, muchos de los agentes optaban por coger el dinero ofrecido por los traficantes. Durante su reinado, Nem, se aseguró de tener hasta ocho coches de policías en las dos entradas de la favela y contratar a ex miembros de las BOPE para entrenar a su “guardia pretoriana”.
Redes sociales y gánsteres
En otros aspectos, Nem encajaba con el comportamiento y la imagen que se espera de un mafioso. Como hombre influyente de la favela, se esperaba que de él un estilo de vida marcado, entre otras cosas, por una masculinidad sin fisuras, traducible en el éxito con mujeres. En estos once años que recorre Gelnny, vemos a Nem jurar amor eterno a tres mujeres, con todas las cuales tuvo hijos, que desde dentro de la cárcel se ha preocupado en cuidar. También muestra otras excentricidades, como su obsesión por los animales salvajes –monos, serpientes, ocelotes– y una mansión con piscina y gimnasio en la parte alta de Rocinha.
Como dice Glenny, aunque fuera de manera involuntaria, Nem creó la “Marca Rocinha”. Hasta allí ya habían ido artistas como Ivete Sangalo o Flora Gil, esposa de Gilberto Gil, pero con Nem se podía ver a futbolistas como Romario y artistas internacionales como el rapero Ja Rule. Cuando el periodista entró por primera vez en la favela “era todavía un destino turístico popular”.
Es habitual que haya guías que ofrezcan un recorrido por el lado más amable de la comunidad, en un intento de devolver el dinero a su precaria economía. Las telenovelas brasileñas, tan centradas de una forma conservadora en mostrar las diferencias sociales y plasmar romances entre clases, también han ayudado en los últimos tiempos a bañar la imagen de las favelas en glamour y reflejar la actividad de la comunidad como generadora de cultura. Y por supuesto el funk carioca, embajador mundial de las fiestas de las favelas.
En la era de la globalización, viven rodeados de imágenes de glamour y bienes materiales. En las favelas, la única forma de acceder a estas cosas es el dinero de la droga
La mayoría de los trabajadores del negocio de la droga eran hombres en la adolescencia o en los veinte que buscan hacer su propia carrera. Las razones: “Desempleo, testosterona, codicia y ausencias: ausencia de figura paterna, de una escuela, de un Estado y de un futuro. En la era de la globalización, viven rodeados de imágenes de glamour y bienes materiales. En las favelas, la única forma de acceder a estas cosas es el dinero de la droga”, escribe Glenny. Así que lo normal es que se sintieran atraídos por el glamour de la cultura “gansta”, en parte importada de América, en parte con sus particularidades locales, y definirse a sí mismos a partir del dinero, el estatus social y la fama.
Y lo que a estos jóvenes bandidos más les gustaba era explotar sus recompensas en las redes sociales. Nem también tuvo en cuenta aquello y, consciente de vivimos en la era de las comunicaciones, recomendaba a sus hombres alejarse de internet y de los teléfonos móviles. Tenía para sí un montón de terminales, cada uno con línea directa a diferentes contactos, incluidos políticos, policías corruptos e informadores. Pero incluso a su mente de “Maestro”, como era conocido, también se le escapaban algunas cosas.
La actitud en las redes sociales de Bibi Perigosa, mujer de Saulo da Silva –cercano a Nem– lo que permitió a la Policía estrechar el cerco
Como relata uno de los capítulos más delirantes del libro, fue la actitud en las redes sociales de Bibi Perigosa, mujer de Saulo da Silva –uno de las manos derechas de Nem– lo que les permitió a los investigadores de la Policía Civil Alexandre Estelita y Reinaldo Leal tirar del hilo e ir estrechando el cerco alrededor de Nem. Perigosa, conocida en la prensa como “la primera dama del crimen”, publicó en Orkut –que en Brasil gozó de una enorme popularidad durante la década pasada– una fotografía posando con una de las armas de Saulo e incluso su propio número de teléfono para que su madre la llamara. Sin saber que estaba siendo monitorizada.
En otra ocasión, el periódico O Dia publicó varias fotos de Danúbia, la última esposa de Nem, incluida una en la que se preparaba para realizar uno de los tours que ofrecen viajes en helicóptero por la ciudad. El problema de aquella foto es que se podía ver al propio Nem al fondo. Así que mandó quemar todos los ejemplares de la zona sur de la ciudad, pero no sirvió de nada: a las pocas horas ya estaba circulando libremente por internet.
El espectáculo de la televisión
La detención de Nem sigue planteando dudas. Ocurrió en noviembre de 2011, en el contexto de las llamadas políticas de “pacificación”. Los políticos tenían sus ojos puestos en el Mundial y los JJOO y tenían como prioridad expulsar de las favelas a las cuadrillas de la droga y “ocupar” los territorios, para lo cual se creó la Unidade de Polícia Pacificadora (UPP). Un año antes de la caída de Nem, en noviembre de 2010, ya habían sido “pacificadas” ocho favelas de la ciudad.
Rocinha estaba en el punto de mira. Los chicos de Nem habían protagonizado un episodio especialmente vergonzoso en el hotel Intercontinental, secuestrando a un grupo de turistas, armados hasta los dientes y ciegos como piojos después de una noche de fiesta. Fue un antes y un después para Nem, cuyo nombre aparecería en titulares de todo el mundo y que se convirtió así en el criminal más buscado. Y después de que la policía tomara la gran favela conocida como Complexo do Alemão –territorio del Comando Vermelho–, en una espectacular operación retransmitida por televisión que incluyó tanques y helicópteros, estaba claro que la próxima sería Rocinha.
Nem era víctima del “estrés asociado a un puesto de alta presión”, y llevaba meses de reuniones para negociar su entrega a la policía civil. Las otras opciones eran huir, esconderse en la favela o plantar cara y luchar. No le importaba pasar una temporada en la cárcel si las autoridades podían garantizar la seguridad de su familia y la suya, de cara a un más que posible asesinato a manos de algún rival o de la policía. Como confiesa a Glenny, Nem no solo estaba cansado de sus responsabilidades, de las tensiones, de los temas de seguridad, sino también de la violencia. Creía en la “pacificación”, cuyo objetivo principal no era tanto atacar al tráfico de drogas de la ciudad como reducir esta y el número de armas.
Su detención involucró a los tres cuerpos de seguridad, que aquel 10 de noviembre de 2011 se disputaron un Toyota Corolla tras su salida de la favela. Dentro del vehículo estaban los tres abogados de Nem, uno de los cuales aseguraba ser cónsul honorario de la República Democrática del Congo en Rio. Debido a su inmunidad diplomática, decía, los policías no podrían acceder el maletero del coche. En su interior estaba el propio Nem. El conflicto incluyó momentos realmente tensos entre los tres cuerpos de policía, que llegaron a apuntarse con sus armas, y que pudo acabar de manera dramática para Nem. No todos tenían las mismas intenciones ni planes para el traficante.
Desde la cárcel, Glenny le pregunta a Nem de forma directa si aquella operación no fue orquestada por el propio Nem, que aunque contesta de forma directa, deja ver que podría ser así. Es una cuestión de credibilidad: para un traficante de su nivel y para las autoridades, es mejor una detención que una rendición. Nem “fue a la vez la araña y la mosca”, escribe el periodista. Su hija Eduarda es una adolescente de 16 años, “viva e inteligente”, plenamente consciente de lo que pasó en su comunidad y que implicó a sus padres y familia.