Está en la estantería de cada casa, en la edición original o alguna de sus reediciones, preferiblemente ilustradas. Alicia en el país de las maravillas, ese cuento para niños que alucinó a los adultos, cumple 150 años (el 26 de noviembre). Hoy todavía es su “no cumpleaños" y una buena oportunidad para homenajearla y destripar las huellas que ha dejado en sus lectores.
“Uno de mis primeros tatuajes es el conejo blanco. El del dibujo de la primera edición del libro”, cuenta el fotógrafo Alberto García Alix. “Era una metáfora de mí mismo. Me hacía mucha gracia ese conejo que siempre estaba escapando de algo a lo que llegaba tarde”.
Para mí el sombrerero loco era realmente un personaje bastante político. No sería comparable con ninguno de los que hay en España
García Alix lo lleva en la piel. Mey-Ling Bisogno, bailarina y coreógrafa, lo mantiene en el recuerdo y en la carcajada que suelta al escuchar la pregunta: “¡Qué maravilla, hace tanto tiempo que no hablaba de esto! Es una de mis historias favoritas. La leí de niña y luego de adolescente. En la infancia es un libro mágico. De mayor entiendes sus múltiples ironías”. De los personajes, Bisogno hace una interpretación muy personal: “Para mí el sombrerero loco era realmente un personaje bastante político. No sería comparable con ninguno de los que hay en España, sería uno con mejores intenciones”.
Himno a la imaginación
El sombrerero loco es uno de los personajes que más marcas han dejado en el imaginario de los lectores: “Esa fiesta de no cumpleaños es la cosa más absurda y más increíble del mundo”, dice la coreógrafa. ¿Quién, siendo niño, no ha deseado celebrar su no cumpleaños y tener 364 días de tarta y regalos? “Ese personaje me ha fascinado desde el principio”, añade el escritor Javier Pérez Andújar, autor de Los príncipes valientes (Tusquets). “Quizás por mi facilidad para dejarme seducir por la locura y por todo lo que tiene de disparatado la vida”.
Alicia en el país de las maravillas es un himno a la imaginación: hay un tobogán gigante que baja desde una madriguera, tazas que hablan, conejos apresurados por su horario, un gato que aparece y desaparece… “Es un gran alarde de ocurrencias, una apuesta radical por la imaginación. Y por eso me gusta. Creo que hoy las editoriales infantiles buscan una especie de realismo aplicado a los niños y eso es un error. Uno de los privilegios de la infancia es aceptar cualquier hecho descabellado”, dice el escritor y poeta Felipe Benítez Reyes, autor de Las identidades (Visor).
“No me era fácil leerlo”, recuerda el poeta Fernando Beltrán. “Me quedaba anclado en cada nueva frase, en cada nuevo descubrimiento, me llevó a un mundo que no entendía, era un trampolín de latidos, una cascada de imágenes que me hacían volar”. Lo leyó con 10 o 12 años, después de que alguien de su familia se lo regalase. Hoy está en la balda de libros preferidos. “Nunca he vuelto a leerlo entero. Lo abro por cualquier sitio, leo dos párrafos y me quedo en ellos, me da igual. Es esa su magia. Lo lees a cualquier edad, en cualquier página”.
Sin moralejas
Aunque fue escrito como un libro para niños -Lewis Carroll lo hizo pensando en Alicia, la niña de diez años con la que paseaba en barco por el Támesis contándole historias – el cuento tiene muchos matices y no cae en las moralejas comunes que suelen tener las historias para niños. “No es una obra cómoda, no te dice cosas bonitas, pasan situaciones duras. Todo envuelto en una apariencia de juego y de manera lúdica, pero te está moviendo y conmoviendo, te está agitando, no te deja sentado tranquilo”, explica Beltrán. “Te hace ver que, cada situación que la vida te pone por delante, la puedes leer de muchas maneras”. “Es un libro rebelde, donde toda la autoridad se va cuestionando, con ese humor inglés tan ligero y sagaz”, añade Andújar.
Ha creado un imaginario tan amplio que tiene tantas interpretaciones como lectores. “Para mí está relacionado con el lado oscuro, con dejar de tener miedo a ese lado que también es tuyo y que no controlas; con abrir las puertas a tus fantasmas para que hables con ellos. Por eso tuvo tanto éxito en la época psicodélica”, declara el escritor. “Yo lo veo como muy político, una crítica a la sociedad, que ahora mismo sigue teniendo los mismos problemas con el poder, los mismos defectos, las mismas injusticias, los mismos personajes cínicos”, analiza Mey-Ling Bisogno.
La felicidad de la literatura de Carroll es trasladarnos a un territorio que no existe pero que aceptamos de buen grado
Ha sobrevivido a más de un siglo de historias y sigue siendo un ícono de la literatura. “Es uno de esos libros mágicos que tienen la capacidad de de travesar generaciones y culturas muy distintas”, dice Benítez Reyes. “Los libros que se convierten en cultura son los más trascendentes. Todo el mundo reconoce la silueta del Quijote, la de Sherlock Holmes y la de Alicia también”, añade Andújar. “Forma parte de nuestra manera de ver el mundo y está en el imaginario de todos, incluso de los que no han leído el libro. Porque hay referencias por todas partes. Está impregnado en la sociedad”.
“La felicidad de la literatura de Carroll es trasladarnos a un territorio que no existe pero que aceptamos de buen grado, a través de Alicia”, concluye Benítez Reyes. Esa niña rubia que regresó a casa pero que nos dejó a todos dando vueltas en su mundo de maravillas. ¡Feliz no cumpleaños, Alicia!