El reparto de colecciones entre el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía que se hará público en unas semanas, y que ya ha adelantado EL ESPAÑOL, cierra dos décadas de claroscuros en las negociaciones. La gran operación de la separación de bienes establecida entre ambas instituciones aclara las alineaciones de uno y otro equipo: arte moderno (Prado), arte contemporáneo (Reina Sofía). La divisoria que determina los equipos es la fecha de nacimiento de Pablo Picasso, 25 de octubre de 1881. Sin embargo, el acuerdo histórico guarda intereses que cuestionan las pautas dictadas por el Real Decreto de 1995, que se creó para aclarar las responsabilidades sobre las colecciones estatales.
El informe al que ha tenido acceso este periódico determina varias “excepciones” en los criterios de elaboración y organización de los listados de obras a reordenar. Por un lado, “se consideran excepciones al criterio las obras de autores incluidos en el anexo del Real Decreto”, y que suman un total de 31 artistas que pasan al equipo contrario, a pesar de su fecha de nacimiento. Entre ellos Darío de Regoyos (1859-1913), Hermenegildo Anglada Camarasa (1871-1959), Joaquín Mir (1873-1940), Julio Romero de Torres (1880-1930) o Ignacio de Zuloaga (1870-1945). Todos pasan al Reina Sofía por ser visionarios adelantados a su tiempo.
Desde el Reina Sofía apuntan que la gran mayoría de las piezas no les interesan porque son de artistas del siglo XIX. Aclaran que es un respiro, porque se las quitan de encima
Pero la nueva letra pequeña, no incluida en el Decreto, se acordó el 12 de junio de 2014 entre los equipos de las colecciones de ambas instituciones, y destaca la cláusula que determina que “quedan excluidas las obras adquiridas por ambos museos con posteridad a la fecha del Real Decreto de partición, aunque cumplan los anteriores decretos”. En esta desviación destacan dos de las primeras obras adquiridas por Manuel Borja-Villel como director del Museo Reina Sofía: Bambino malato (Niño enfermo) y Bambina che ride (Niña que ríe), dos pequeños bustos de Medardo Rosso, artista nacido en Turín (Italia) en 1858. Es decir, 23 años de la fecha de partición.
Las dos esculturas deberían quedarse, según la norma, en el Museo del Prado. Sin embargo, el director del museo del arte contemporáneo ordenó su compra por una elevada cantidad, en el año 2008: el niño costó un millón de euros y la niña 800.000 euros. La ficha que se puede leer en la web del museo justifica -de manera previsora- la presencia del artista en sus colecciones: “Medardo Rosso puede considerarse un precursor de muchos de los aspectos de la escultura moderna. Desde el punto de vista técnico, formal y conceptual, su escultura se enfrenta directamente a aspectos que ocuparían más tarde la obra de referentes indiscutibles de la escultura del siglo XX. En sus ideas sobre el espacio, la maternidad de la escultura y el proceso de producción, avanzó conceptos esencialmente modernos”.
Reparto interesado
Fuentes del Museo Reina Sofía aseguran que de las 824 obras que causarán baja a favor del Prado sólo interesan las 160 que se quedan en depósito. Entre ellas se encuentra un retrato de Pierre Bonnard, varios paisajes de Francisco José Carretero Cepeda, cuatro naturalezas muertas de Joaquín Torres García, once esculturas de Eva Aggerholm, otras tantas de Mateo Inurria. También quedan varios objetos decorativos de Francisco Durrio y más de 100 piezas de dibujo y arte gráfico, entre los que destaca obra de dos dibujos de Vassily Kandinsky, otros tantos de Ricardo Marín y Llovet, de Josefa Tolrà i Abril, Kees van Dongen o Paul Klee. Todas estas piezas se quedarán en el Reina Sofía con un depósito que debe ser renovado cada 10 años.
Por su parte, desde el Museo Nacional del Prado se asegura a este periódico que ya están haciendo hueco a las 236 obras que llegarán antes de finales de año a sus almacenes: “No hay novedades importantes para el Prado”. Desde el Museo Reina Sofía lo confirman: “La gran mayoría de las piezas no nos interesan nada porque son de artistas del siglo XIX. Para nosotros es un respiro, porque nos las quitamos de encima. No las utilizamos y quizás a ellos les interese. Las que queríamos nosotros se quedan en nuestros almacenes”.
Desde el Museo del Prado reconocen que entre la cantidad de obra que obtienen no hay novedades importantes para la pinacoteca
“Es una reparación administrativa, en la que no se ha discutido el límite histórico-artístico. Se ha resuelto a partir del Real Decreto de 1995 cuáles artistas entran en cada museo. Hay muchos artistas nuestros que seguirán en el Reina Sofía”, explican desde El Prado a este periódico.
De esta manera se pone punto final a una cuestión que cojea desde hace 20 años y que hasta el Tribunal de Cuentas en varios informes de fiscalización llamaba a resolver de inmediato. Sin explicar el motivo, en el informe sobre la reordenación al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL se aclara que esta tarea volvió a activarse en 2014. Para ello, tal y como aseguran las fuentes de ambos museos, empezó un proceso de clasificación, mirando obra por obra, datando autores que no estaban datados y comunicando entre los museos el reparto de cada uno de los artistas que iban determinando al paso. Con el reparto amistoso de bienes se aclara a quién corresponde la responsabilidad de la conservación de cada obra.
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