La Alhambra, dos siglos haciendo la misma fotografía
Historiadores, fotógrafos y dibujantes fijaron en una oleada turística hacia 1840 la visión del Patio de los Leones que hoy repetimos.
9 diciembre, 2015 00:50Noticias relacionadas
Puesto fronterizo. España, 1843. El artista, escritor y dramaturgo francés Théophile Gautier (1811-1872) y el fotógrafo Eugène Piot (1812-1891) paran y destripan sus enseres ante los agentes. Encuentran la cámara: “Nuestro daguerrotipo sobre todo inquietaba mucho a los bravos aduaneros; se acercaban con infinidad de precauciones y como gente que tiene miedo a saltar en el aire; creo que lo tomaban por una máquina eléctrica; nos reservamos mucho de hacerles cambiar de esta idea saludable”.
Al margen de la descarada ironía con la que Gautier descubre el encuentro con una población atrasada -y las precauciones que tomaban para evitar las tentaciones de robo-, el pasaje muestra un país al margen del progreso y el turismo. Un territorio monumental por descubrir.
De todos, la Alhambra fue el monumento más deseado, el único edificio repetido sin excepción en todos los repertorios fotográficos
Así arranca la historia de un viaje al pasado que no cesa, de decenas de historiadores, escritores, ilustradores y fotógrafos extranjeros que llegaron a mitad del siglo XIX a España para descubrir al mundo un legado monumental olvidado. Estudiaron la arquitectura musulmana española, movidos por el exotismo del que bebía la ensoñación romántica y la necesidad de catalogarlo todo y difundieron en revistas y libros aquellas joyas desconocidas, dibujadas y fotografiadas.
El gusto por estos motivos para decorar las casas y villas británicas y francesas también debió ayudar a difundir el patrimonio arrinconado... De todos, la Alhambra fue el monumento más deseado, el único edificio repetido sin excepción en todos los repertorios fotográficos y publicaciones de estos años.
Cansar la mirada
“Es la Alhambra la que está buscando su mirada, en este viaje mágico donde su pensamiento no tiene más que desear para que sus ojos estén satisfechos: la Alhambra, que todos los poetas han cantado, y cuyo solo nombre revela todas las alegrías de la tierra. Aquí está. Bajo sus ligeros y graciosos pilares esculpidos como joyas de marfil, se cansará su mirada al seguir los miles de contornos de sus arabescos que se cruzan”, escribe Ernest Lacan, en 1856, a propósito de la Exposición Universal de París.
Nos han fijado y predispuesto la mirada, el punto de vista. Codificaron la visión de los monumentos y la fotografía la multiplicó y expandió por todo el mundo
Esas vistas documentales -que hoy son esenciales para la reconstrucción arqueológica de los edificios- pronto empezaron a repetirse casi con exactitud. Su mirada, la de los primeros turistas, fue decisiva. “Fijaron la mirada de monumentos como el Patio de los Leones”, explica Helena Pérez Gallardo, en el ensayo Fotografía y arquitectura en el siglo XIX. Historia y representación monumental (Cátedra), donde ha recuperado todas estas voces y testimonios sobre aquellos álbumes monumentales que salvaguardaron el pasado.
“Desde entonces, fotografiamos la misma foto. Hemos heredado la misma visión”, casi dos siglos después. “Nos han fijado y predispuesto la mirada, el punto de vista. Codificaron la visión de los monumentos y la fotografía la multiplicó y expandió por todo el mundo”.
Al tiempo que la fotografía despuntaba como medio de reproducción artística, historiadores, escritores, arquitectos y pintores la convertían en paraíso del romanticismo “y en ejemplo artístico para las nuevas corrientes historiográficas que veían agotados los modelos del clasicismo”. Las maravillas orientales a un paso, sin salir de Europa. Y ante la desidia de las autoridades españolas, todos estos visitantes fotografían para que no se pierda. La fotografía juega un papel decisivo en la construcción histórica de nuestro pasado.
Memoria del patrimonio
Este país era un erial menospreciado por los españoles “y abierto sólamente al ingenio especulativo de los extraños”. Eso escribió el investigador Cayetano Rosell, en marzo de 1859: “Apenas existe monumento precioso en sus poblaciones, ni joya de su literatura, ni timbre de sus anales que no sea objeto de investigación y estudio entre los eruditos de otros países”.
El experto se refería a las misiones documentales de conservación y restauración que mostraban a España como un lugar aún virgen donde descubrir y recuperar las raíces medievales, combinadas con los excepcionales edificios nazaríes, sin ejemplos similares en ningún otro país europeo.
España fue un objetivo de la cámara. Los primeros excursionistas pronto se convirtieron en turistas, que aparcaron definitivamente los modales y el cuidado con el patrimonio
El primero en pasearse por los monumentos es el dibujante, viajero e historiador Joseph-Philibert Girault de Prangey. Utilizó el daguerrotipo y su trabajo fue fundamental tanto por el “establecimiento de una iconografía propia para la difusión de la arquitectura islámica en España como por la continuidad por medio de la fotografía en sus modos de mirar y documentar la arquitectura”.
A Girault de Prangey le siguieron Honoré-Emmanuel d'Albert de Luynes, Charles Clifford, Gustave de Beaucorps y Louis de Clerq. Junto a los citados, fueron los primeros coleccionistas y arqueólogos que se acercaron a descubrir el legado monumental y a tomar registro fotográfico de la arquitectura.
No paran ante la ratería con tal de ostentar un variado catálogo de objetos
España fue un objetivo de la cámara. Los primeros excursionistas pronto se convirtieron en turistas, que aparcaron definitivamente los modales y el cuidado con el patrimonio. Louise Tenison, en los años sesenta del siglo XIX, denuncia en Castile and Andalucia que “nada está a salvo en las manos de algunos viajeros”. “No paran ante la ratería con tal de ostentar un variado catálogo de objetos: desde una esquina de un jeroglífico egipcio hasta un dedo de una estatua griega, o un arabesco de la Alhambra”.
Seis años después de la crónica de Gautier, el médico inglés Claudius Galen Wheelhouse repite anécdota con las fuerzas del Estado mientras realizaba una toma de Cádiz, desde una parte de la fortaleza que rodeaba la ciudad. Aquella extraña herramienta era la prueba evidente de que el galeno aficionado a la foto era un espía. En el complicado momento de las relaciones anglo-hispanas, libró como pudo la prisión, pero en Sevilla, al día siguiente, fue arrestado y detenido durante 12 horas por el mismo motivo. España no había visto nunca una foto.