El título del libro que le encargó y pagó las Fuerzas Aéreas está tomado de la llamada del oficial del bombardeo cuando “las enormes bombas son liberadas de sus alojamientos y se precipitan en arco hacia el enemigo”. “El oficial del bombardeo alza el micrófono en el morro transparente del aparato y su voz penetra en los oídos de todos los miembros de la tripulación y anuncia: “Bombas fuera”. Eso significa que la misión está cumplida, significa que es hora de volver a casa. Un día, la llamada resonará sobre un enemigo abatido y entonces habrá llegado la hora de regresar a casa para siempre”.
Steinbeck agradece el ataque japonés porque eso acabó con la “atonía”, el “egoísmo” y la “falta de unidad” que reinaba en su país
Su intención -y la de las FFAA norteamericanas- al escribir un libro como Bombas fuera -20 años de que recibiera el Nobel y tres después de publicar Las uvas de la ira- fue “presentar en términos sencillos la naturaleza y misión de la tripulación de un bombardero”. Sin embargo, a John Steinbeck (1902-1968) se le fue la mano con la dosis de propaganda: "Debemos congratularnos de que ciertas autoridades civiles timoratas y determinados clubes de damas no hayan conseguido erradicar del país la tradición de la posesión y uso de armas de fuego, esa profunda y casi instintiva tradición de los norteamericanos. Porque un rifle o una ametralladora no se aprenden a disparar de verdad en pocas semanas".
Trató de levantar el perfil humano de la gran maquinaria de guerra que mantenía abierta las fábricas 24 horas. La demanda estadounidense de rearme era tal que se necesitaban muchos más B-17 de los que Boeing podía proporcionar ella sola. Así que las FFAA organizaron una cadena de montaje en la que participaron Boeing, la división Vega de Lockheed y Douglas para la fabricación del avión. A esta cadena de montaje se la llamó “BVD”, el mismo nombre de la marca de una popular colección de ropa interior para hombre en los EEUU.
Contra la estupidez europea
Ernest Hemingway dijo que se habría cortado tres dedos de su mano de lanzador antes que escribir un libro como Bombas fuera. Historia de un bombarero.EEUU entró en la refriega mundial tras el ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, y Steinbeck publicó este reportaje largo en 1942. No podía saber cuáles serían las consecuencias futuras de la campaña estratégica de bombardeos de EEUU -Hiroshima y Nagasaki-, pero el mayor talento literario del país puso la guinda y el lazo a la carrera armamentística que demostró “la estupidez de los desconcertados europeos, quienes al contemplar a ésta, nuestra nación, en paz, concluyeron que era una nación degenerada”.
El propio presidente Roosevelt le pidió personalmente que se encargara del trabajo, de lograr que “esa generación perdida de carreras de coches y campesinos” atendiera a la responsabilidad de defender a su país en la guerra. Steinbeck agradece el ataque japonés porque eso acabó con la “atonía”, el “egoísmo” y la “falta de unidad” que reinaba en su país.
Una anarquía de pensamiento y acción se había asentado en los jóvenes del país
También terminó con “esos coágulos de muchachos que merodean a las puertas de las salas de baile femeninas aguardando a que ocurra algo”. “Una anarquía de pensamiento y acción se había asentado en los jóvenes del país”, escribió el autor de De ratones y hombres. En el libro describe a los grandes bombarderos como la mejor de sus armas: el escritor es testigo de la imparable carrera armamentística que desarrolla el B-17 Flying Fortress y el B-24 Liberator. El primero es el precedente de los B-29 que soltaron las bombas nucleares.
Mentalizarse para matar
Años más tarde, el periodista norteamericano Studs Terkel (1912-2008) se dedicó a recopilar cientos de testimonios de aquella guerra y los publico en La guerra buena (Capitán Swing), en la que encontramos las palabras de un poeta y artillero de uno de estos bombarderos: “Sufrimos graves pérdidas, y creo recordar que el 65% se debieron a fallos del motor. Los B-29 eran propensos a incendiarse, hasta que por fin corrigieron los errores de aquel modelo de avión”. John Ciardi cuenta que si sobrevivías a cinco misiones te entregaban una Medalla del Aire, si sobrevivías a ocho más, otra.
“Hacía falta mentalizarse para volverse un asesino. Eran misiones por control remoto, nos limitábamos a apretar botones. No llegué a ver a nadie a quien yo hubiese matado. Sólo podía ver el fuego que causábamos”, explica el piloto después de contar cómo se dedicaba a la “espantosa tarea” de arrasar ciudades japonesas. Tokio quedó en cenizas.
Que los cadetes son muy atractivos es fácil de demostrar. Sea cual sea su destino enseguida pasan a monopolizar el tiempo y los pensamientos de las jovencitas
“Hubo personas que se lanzaron al río para escapar del fuego. Estaban tan apretados, tan pegados unos a otros que ni siquiera podían caerse hacia los lados y murieron asfixiados. Tuvo que ser horrible”, recuerda. Steinbeck no podía saber nada de esto, simplemente se dedicó a lanzar la mejor propaganda de los acontecimientos que acababan de precipitarse.
Y cargó sin reparos todo su talento con toneladas de maniqueísmo para llamar a filas: “Que los cadetes son muy atractivos es fácil de demostrar. Sea cual sea su destino enseguida pasan a monopolizar el tiempo y los pensamientos de las jovencitas más agradables y agraciadas del lugar”. Forma parte de la tradición estadounidense que justifica los medios para alcanzar un fin.
Para nuestra fortuna, la tradición de poseer armas no se ha perdido en el país
Porque ellos, los jóvenes que decidan tomar las armas, pertenecen a una selección privilegiada, a “lo mejorcito que tenemos”, tienen unas cualidades físicas extraordinarias, profesan una “gran fe en su país, su futuro y su grandeza”, porque en Norteamérica cuentan con “hombres jóvenes que tienen lo que hay que tener”. Se refiere a la licencia para armarse. “Para nuestra fortuna, la tradición de poseer armas no se ha perdido en el país, y la tradición es tan arraigada y nos es tan querida que constituye uno de los apartados más preciados de la Declaración de Derechos”, escribió.
Un año después de publicar Bombas fuera Steinbeck marchó rumbo a Inglaterra para empezar a trabajar como corresponsal de guerra para el Herald Tribune neoyorquino, pero la prosa propagandística siguió venciendo a los hechos en sus crónicas. “En el momento mismo en que las ruedas tocan el suelo se producen un agudo y apremiante ladrido y un relámpago grisáceo”. Así aterriza un bombardero B-17 en la pista. Misión concluida.