Sabíamos que el presidente en funciones era un intrépido lector capaz de ver un Barça-Rayo, hablar por teléfono y leer uno de los libros de la trilogía del Baztán de Dolores Redondo (El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta, en Destino). “Te lo recomiendo, eh”, le dijo por teléfono al intrépido aventurero Jesús Calleja, mientras éste hablaba con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría antes de subirla a un globo aerostático.
La política es un parque de atracciones, en el que siempre hay un momento para asegurar haber leído un libro. Lástima que con Bertín Osborne sólo pudiese demostrar sus habilidades en el futbolín. Con lo bueno que hubiera sido un Negro sobre Blanco de hora y media entre el presidente y el presentador, como en su día hizo Aznar con Sánchez Dragó (2001).
Son estilos diferentes: la verborrea de Aznar -que Ana le desordena los libros de sus estanterías, que no le hacen resúmenes, que le gusta tocar los libros, abrirlos, subrayarlos- frente al lacónico Rajoy. “Yo admiro mucho a Pla. Tengo las obras completas de Pla. He leído mucho sobre Pla. Y he hecho algo más, que es hacerme la ruta de Pla. He estado en Gerona con amigos recorriendo los territorios de Pla”.
A fin de cuentas, el oficio del político es el más expuesto a hablar de lo que no se sabe. Oscar Wilde lo dejo dicho: “Nunca leo un libro que deba reseñar, porque despierta mis prejuicios”. Hace años preguntaron a Mariano Rajoy qué le habían regalado por su cumpleaños. Que sólo recibió dos obsequios, los de su esposa y sus hijos. A saber, la biografía política de Adolfo Suárez escrita por Juan Francisco Fuentes. “Y un libro de un escritor que se llama Manuel Chaves”, dijo Rajoy.
“Supongo que será Manuel Chaves el bueno”, soltó. “Está muy interesante”. No es, está. Los libros sólo están ahí, no tienen vida. Uno llega y se los encuentra, en la mesilla, en la cartera, tirado en el sillón. Por eso los libros no son interesantes para nuestro lector presidente, los libros o están o no están interesantes. ¿Qué tal el filete? Está en su punto. Una ensalada no es rica, está rica. Pues los libros, lo mismo.
Los libros no son interesantes para nuestro lector presidente, los libros o están o no están interesantes. ¿Qué tal el filete? Está en su punto. Una ensalada no es rica, está rica. Pues los libros, lo mismo
Lo escribió Pierre Bayard, en Cómo hablar de los libros que no se han leído (Anagrama), que no conviene avergonzarse por no haber leído el libro. Y si eso sucede, “que no se note”. A Aznar se le notaba menos que a Rajoy. Lo que Bayard venía a decirnos es que siempre será mejor tener una perspectiva amplia de la literatura, que perder el tiempo leyendo uno en concreto. Siempre será preferible confiar en nuestro criterio, aunque carezca de fundamento.
El presidente en funciones siempre ha dejado claras sus preferencias por las novelas históricas, ya saben, “libros que tengan geografía, Historia y trama”, dijo a la COPE en una ocasión, antes de llegar a la Moncloa. Una vez en ella, trató de hacer un guiño al catalanismo incipiente, similar al catalán en la intimidad, y aseguró que estaba leyendo Victus: Barcelona, 1714, de Albert Sánchez Piñol.
“Es un libro escrito en clave nacionalista, pero muy interesante”, es todo lo que el Faro de Vigo (su lectura diaria junto al Marca) logró arrancar sobre el apasionante libro. Lamentablemente, días después de su encarecida recomendación, el Instituto Cervantes de Utrech (Holanda) prohibió la presentación de la traducción holandesa del libro, “dadas las circunstancias actuales de gran sensibilidad”. La censura nunca ha sido buena consejera de lecturas.
Su última e incisiva intervención sobre el criterio lector del país la ha ofrecido en el programa de Carlos Alsina, en Onda Cero, donde ha asegurado, en un giro que ni Bayard, que Cinco esquinas (Alfaguara), de Mario Vargas Llosa, “está bien”. La otra novela que ha leído en Semana Santa es una de Eduardo Mendoza… “Algo sobre una modelo”. No recordaba qué era lo que acababa de leer quizá sí la ilustración de Fernando Vicente, en la portada. De esta manera, el presidente en funciones forma parte del 7% de los españoles que dicen leer más de un libro al mes, según el CIS. Quién sabe, puede que también debajo de esa esfinge maragata se esconda uno de los madrileños que salvó el monumento de Cervantes, rellenando el formulario del Ayuntamiento de Madrid sobre la reforma de la Plaza de España.
No recordaba El secreto de la modelo extraviada (Seix Barral), pero sí se lanzó a una declaración literaria como nunca antes se atrevió a dar, perfecta para la faja de la próxima reimpresión de ejemplares: “Relaja, descansa mucho y es bonita”, Mariano Rajoy. Letras en blanco sobre fondo rojo. Rajoy desatado añadió sobre el libro, en un nuevo guiño al pueblo catalán: “Salen muchos lugares de Barcelona. Los barceloneses la disfrutarán más porque aparecen calles y cosas de Barcelona que ellos conocen”….
A Mariano presidente le han regalado otros títulos de los que no ha hablado: Juan de Mairena, de Antonio Machado, que recibió de manos de Pablo Iglesias (Podemos), y Las consecuencias económicas de la paz, de Keynes. Alberto Garzón siempre tan optimista. Sin embargo, lo que le gusta es La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, El caballero de Alcántara, de Jesús Sánchez Adalid, y Palmeras en la nieve, de Luz Gabás.
Ha sido con Marhuenda, en sus entrevistas en La Razón, donde más se ha desnudado como político abducido por la lectura: “Ahora estoy en una época en la que casi me dedico en exclusiva a la novela histórica: me he leído casi todas las de Jesús Sánchez Adalid, que me parece un escritor estupendo. Construye unas historias apasionantes, con muy sólidas referencias históricas y geográficas. Procuro leer todas las noches un rato, antes de dormir, para desconectar”, le dijo al periodista en 2010. Todas las noches Rajoy hace revisión histórica.
Incluso anima a la lectura desde Twitter: “La lectura es enriquecedora, os animo a disfrutar del #díadelaslibrerías”. Y volvió a recomendar, esta vez constreñido por los 140 caracteres: “Sugiero El olvido que seremos”. De Héctor Abad. Ante Alsina volvió a sacar la bandera del fomento a la lectura: “Es la pelotera que tengo con mis hijos en estos tiempos de máquinas”, reconoce. “Leer da peso y fundamento. Hace pensar”. Por favor, no se pongan a régimen. Aunque ganen peso, lean.