La enciclopedia de la cultura norteamericana cabe en un álbum de cromos y son 114 estampas de las estrellas del blues, el jazz y el country. La santísima Trinidad de la música americana se escucha, se baila y la ilustra Robert Crumb (Filadelfia, EEUU, 1943). Hace treinta años empezó a dibujar el firmamento heroico de los músicos olvidados de los años veinte y treinta. Eran retratos sacados de fotografías familiares, hechos para incluir en cada LP de Yazoo Records, que se dedicó a reeditar en los ochenta todos los discos de blues aparecidos antes de la guerra. La idea era componer el álbum de los galácticos de la época dorada.
Lo que nació en reconocimiento al blues fue creciendo con el jazz y el country. Crumb, el símbolo del underground y padre de Fritz the cat, los reproduce con tratamiento diferente. Los primeros personajes, dedicados al blues, están tocados con más suciedad y oscuridad, gracias a la línea rota de su estilo más reconocible. El padre del rodillo iconográfico de la contracultura de los sesenta encontró en los grandes maestros de la música a los clásicos de la marginalidad. Héroes de segunda pasados por cromos. El colmo de la receta Crumb.
La línea pierde protagonismo en los personajes del jazz -la parte central del libro que ahora publica en castellano la editorial Nórdica- en cuyos retratos el color -aplicado con acuarela- se apropia de cualquier otra referencia visual. Mucho más nobles, mucho menos callejeros. Es el mundo de la pajarita y el traje, de la noche y las fiestas privadas. El blues parece más espontáneo y colorido, menos tieso, a los ojos de Crumb, uno de los primeros autores del cómic en romper con la discreción y el pudor y acercar al primer plano público los problemas personales de los autores. Es el mismo Crumb del Génesis y de Kafka, el que evita la caricatura y potencia el dibujo realista y sólido.
El resto de los autores que levantan esta luminosa biblioteca a 78 rpm, son Stephen Calt, David Jasen y Richard Nevins. Ellos son los responsables de las breves biografías que acompañan a las visiones del dibujante. El libro incluye un CD con 21 pistas, siete de cada género. Entre los dibujos, se cuelan Skip James (“fue un músico prolífico y grabó más títulos en un año, 42, que cualquier otro intérprete de blues de la década”), Charley Patton, Jelly Roll Morton (tuvo “la singular idea de hacer que el piano sonara como una banda de jazz Dixieland”), Louis Armstrong (“el trompetista más imitado y uno de los más influyentes de la historia del jazz”)…
“Tuvo bastante éxito”, recuerda en la introducción de la edición el director de cine Terry Zwigoff. “Los cromos eran atractivos y coloridos, y se vendieron bien desde el principio. A lo largo de los años se reimprimieron varias veces, y los derechos pasaron de Nick a otros editores. Tras su muerte, el material gráfico de los cromos se vendió y hoy pertenece a un exitoso director de cine del norte de California”. Concluye el cineasta que “por muy evocador que sea el material gráfico de este libro, la única forma de entender lo que inspiró al artista es escuchar la música”.
El autor que se atrevió a reinterpretar la Biblia, tampoco encontró escollos en ordenar el firmamento musical yankee. Meterse en problemas es su especialidad, porque significa hacer las cosas que molestan al sistema. Una colección mayúscula de cantantes y músicos negros que supone una nota contra la industria (que los ha olvidado), la sociedad (que los ha denigrado) y la cultura (que los ha aniquilado de los manuales). El dibujante siempre ha estado cerca de la música, ha diseñado cientos de portadas de discos y carteles de conciertos, entre ellos los de su propio grupo de música, Cheap Suit Serenaders, donde toda el bajo y la mandolina. Crítico e incorrecto, Crumb nunca descafeinado.