De todas las lenguas a la que ha sido traducida la primera novela de Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) -sembrada de términos del terruño de la España profunda- la del cómic parecía una misión imposible. Intemperie (Seix Barral, 2013), que ha vendido cerca de 100.00 ejemplares en todo el mundo, cruza de la civilización a lo salvaje sin detenerse en el diálogo. Lo bestial se revela con la complicidad muda de los personajes.
El narrador lleva la acción en silencio por las profundidades de un secarral, del que no tenemos referencias ni geográficas ni temporales. En el verbo parece Delibes, en la pintura Cormac McCarthy. La palabra no necesitaba pasar de lo abstracto a lo concreto para desvelar la barbarie, pero lo ha hecho. Gracias al oficio del dibujante Javi Rey, que ha respetado el mutismo amenazador de la acción de una novela en la que la acción es paisaje y el paisaje es el protagonista.
Intemperie (Planeta Cómic) es una novela gráfica muda (hasta el infinito). Rey ha traducido a Carrasco y asumido en el dibujo la paleta exuberante del novelista: “Buscó en los serones una trenza de albardín que había sobrado del redil y la ató a la retranca. Luego fijó el otro extremo a una piedra caída del castillo y tiró del ronzal”. El rescate de la palabrería olvidada ha desaparecido y con ella la Intemperie original. Esto es otra cosa: el estudio del gesto de los protagonistas es el que habla, enmarcados en grandes cielos, inmensos vacíos sobre los que el dibujante recorta a los seres perseguidos por la banda de violadores. Del primer plano a la estampa.
Relato cruel
Los paisajes tampoco hablan, pero lo llenan todo. Son ocres, arden al sol que abrasa esas tierras fuera de la ley. No hay control ni escapatoria. En el cómic se respeta la naturaleza bestial que la novela extrae del hombre. De hecho, arranca con varias viñetas en las que se respeta la narración original hasta que todo se hace visual y desaparece la palabra. Rey avisa de que el lector no atravesará un campo de rosas: primera instantánea, un galgo ahorcado de una encina.
Carrasco destaca la mano “prodigiosa” de Rey -que tanto recuerda a Miguelanxo Prado- y reconoce estar sorprendido con el desarrollo gráfico de la pesadilla del inicio del libro. Cuenta que el horror que siente el niño protagonista en esa escena ha quedado reflejado “de una manera magistral”. “Siento verdadero pánico cuando veo la imagen del alguacil. Has hecho revivir una pesadilla que tenía de niño, casi te has metido en mi cabeza. Tienes una serie de recursos que han dado voz a una serie de partes que no la tienen en el texto original”, le dice el novelista al dibujante.
Ambos autores están unidos por la precisión, de la palabra y el dibujo. El mar de arena ardiente violento y amenazante sobre el que han naufragado los caminantes es una cámara lenta que contempla y se detiene. La acción de ambos está paralizada a favor del detalle. No es trepidante, es expresiva. Es grave, como un relato que cuestiona los cánones morales.