Orgullo y satisfacción va a morir a los tres años. Cuarenta números después de que sus creadores abandonaran El Jueves contra la censura que ejecutó RBA contra una imagen que cuestionaba a Felipe VI. Una gran parte de la plantilla de dibujantes prefirió salvar su dignidad y crear Orgullo y Satisfacción, con viñetas más duras, con mucho humor y mucha falta de respeto. Con toda la libertad de expresión que la empresa de la que huyeron les negó.
Nunca más sufrirían el secuestro de 60.000 ejemplares de los quioscos: ellos se convertirían en sus propios dueños. Fueron aplaudidos y apoyados. Han llegado a congregar a 5.000 suscriptores en el trayecto, pero la independencia tiene problemas de sostenibilidad. La revista no llega a los mínimos para que sea una práctica remunerada.
Manuel Fontdevila, uno de los fundadores junto con Albert Monteys, explica a este periódico que “no hemos tenido apoyo, sólo el día que nos fuimos de El Jueves. En medio de la crisis financiera y social, parecía que era un buen momento para el surgimiento de una revista crítica con el sistema. Sin embargo, la bandera de la repulsa contra la censura se agotó rápido. “La razón del cierre es que no se vende lo suficiente. No podemos ofrecer un sueldo y ya no da para tanto. Cerramos con dignidad, además el 40 es un número muy chulo”, reconoce Fontdevila anticipando el cierre en diciembre de 2017.
“Salimos de El Jueves porque había un equipo de marketing que acaba decidiendo la línea editorial para ser más popular. Y esto no es lo que nos apetecía. La independencia no es un sueño imposible. La idea misma de la revista se ha quedado antigua: tener que pasar viñetas con el dedo, leer tres páginas de historieta en pantalla no lo hago ni yo. Falta adaptación del negocio. En la época de internet, nadie quiere tener que comprar un pdf”.
La llamativa falta de apoyo ideológico por parte del sector más crítico de la sociedad en un momento álgido de atropello de derechos sociales y corrupción está acompañado de la ausencia de un modelo de negocio adaptado a los nuevos tiempos. “El problema es el formato, el pdf es antipático. Hemos buscado fórmulas, APP, pero exige una inversión de dinero que no tenemos. Y en nuestros planes no está encontrar inversión. No estaba previsto para esta película. Sólo queríamos contar con nuestros ahorros, pero somos gente humilde. No tenemos ahorros. Ya está. Hemos hecho este experimento y nos lo hemos pasado bien”, añade.
Se inventaron una empresa para que 18 personas trabajaran en libertad y ha durado tres años. La inversión ha sido cero y se van sin deudas, aseguran. “Éramos dibujantes, empresarios y quiosqueros. No es un fracaso, puede existir pero de otra forma”. Para Fontdevila, lo mejor han sido las casi 5.000 personas que han apoyado el proyecto y lo peor no haber sido capaces de hacer un producto mejor. “Nosotros no hemos podido y dejamos la ruta por la que seguir. Estamos todos en explorar la sostenibilidad de los productos”. Fontdevila asegura que no hay esperanza ni opción a la salvación de última hora: "Debe acabar y empezar otra cosa. Ésta ya está en punto muerto".