La tilde en "sólo". A esta guerra civil no le hacen falta preámbulos ni puestas en escena. No es necesario ciscarse de nuevo en la Ortografía de 2010, ni recordar que todos los académicos publican sus novelas resistiéndose a su propia recomendación. Sobran presentaciones, quien no conozca la polémica es que no la merece. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algo ha cambiado en esta confrontación fratricida que viene helando el corazón de los españolitos.
Tildar el "sólo" no sólo no es fascismo, sino que es todo lo contrario: déjennos hacer con el adverbio, con la tilde, con el sexo, con Lorca, con el café y con la lengua lo que nosotros queramos. Los tildistas somos conscientes de que mañana conseguirán acabar con cualquier otro matiz (cómo te echo de menos, tilde en "fué"), pero permitan al menos que nos quejemos, que intentemos resistir.
La imposición de la muerte a la tilde sucedió bajo suaves disculpas: "No es una imposición, es un consejo" (el académico acaricia a su gato, ni siquiera le llamas Padrino). Por contra, pensábamos que el pueblo había hablado para decantarse por seguir tildando el adverbio "sólo" aplicando la célebre y sin embargo única regla ortográfica que memorizamos: "Sólo lleva tilde cuando puede intercambiarse por sólamente".
Pero nos equivocábamos, me temo. Al menos al creer que el pueblo se había decantado "de manera unánime". Ha surgido una corriente de gente joven dispuesta a defender la extinción de la tilde en "sólo" por el honor de Manuel Seco o de Dámaso Alonso. Lo más curioso es que ahora, tantos años y batallas después, esa misma corriente acusa al pueblo de ser los representantes de la academia. Toda una paradoja que tiene difícil solución.
Estos son los cuatro argumentos de la modernez sintildista: uno, el contexto desambigua; dos, el resto del lenguaje también es ambiguo; tres, si caes en la ambigüedad es porque no sabes escribir; cuatro, el acento deshace cualquier duda.
El contexto desambigua
Este argumento es, sin duda, el que con mayor gusto ha manoseado la modernez. Lo ha manoseado tanto que ha dejado de creérselo y, por ende, de utilizarlo. Y es que la expresión lingüística, a menudo, carece de contexto. Y más en este mundo tan fugaz, tan efímero, tan tejido a base de titulares, tan ciento cuarenta sí, tan ciento cuarenta y uno no. La modernez ya no recurre a este argumento porque sabe que alguien contestará con los no menos manoseados ejemplos: "Tuve sexo solo una noche", "Póngame un café solo", etc. Se entiende que las élites que han ordenado el sacrificio de la tilde se manejen entre el DRAE y el Quilis de Fonética, tochos de incontables páginas que nadie leyó.
El lenguaje es ambiguo
Curioso. La modernez sintildista recurre a los defectos del lenguaje para justificar una norma defectuosa. "Es que no sé por qué desambiguáis el adverbio si el resto del lenguaje es ambiguo". Es como justificar un delito porque todos los días se cometen delitos. La ambigüedad es un problema, no una justificación. Es un escollo que se ha intentado y se intentará salvar mientras nuestra lengua siga con vida. Una de las pocas soluciones con las que contábamos, la tilde, pretende ser arrasada. "Es que hay que simplificar el lenguaje", suelen contraatacar. Economía lingüística, suelen llamarlo. En vez de simplificarlo es preferible rodearlo de matices, enriquecerlo. Labrar en él tantos caminos como sean posibles para poder así elegir el que a uno le plazca.
Eres culpable de la ambigüedad
Como si de un juicio se tratase, los sintildistas suelen escudarse en este tipo de acusaciones para no derramar una gota de coñac sobre sus alfombras mullidas. He visto cómo maquillaban el mítico ejemplo -"Tuve sexo solo una noche"- hasta hacerlo pasar por miles de frases distintas. Si supieras escribir, según ellos, redactarías: "Practiqué el coito durante una noche", "Viva el onanismo nocturno", "Anocheció y apeteció"... Recuerdo aquellos versos de Lorca: “Sólo queda/ el desierto/ un ondulado/ desierto”. Me imagino a las hordas dirigiéndose al mítico poeta granaíno: "Oiga, que no elija ese verso, que hay más terrenos que el desierto".
El acento deshace
Los sintildistas más experimentados recurren también a la entonación. Es decir, según ellos, "Tuve sexo solo una hora" no se pronuncia con la misma entonación que "Tuve sexo sólo una hora". Y probablemente tengan razón. Sin embargo, la literatura oral es necesaria pero no única. Hoy el pueblo llano también tiene capacidad para leer y para escribir.
La libertad era esto, querida modernez sintildista: mañana seguiremos tildando el "sólo" porque queremos tener derecho a dejar de tildarlo cuando nos apetezca.