“Te darán igual esas mujeres que han vivido conmigo y que quizá he inventado para tener una excusa y contarte que soy una homicida en grado de tentativa inacabada”. Escribe Inma de su experiencia como presa en la cárcel gallega de A Lama. Se dirige a su amante. Ha escrito esta historia para él y la hija de ambos. No quiere que llegue a publicarse ni a leerse porque es la manera que la escritora tiene para ahuyentar los fantasmas del fracaso de una autora privada de libertad por tratar de acabar con la vida de su violador.
El fruto de este expurgo se titula Los días iguales de cuando fuimos malas y lo firma Inma (López Silva), que además de hablar de la escritora, trata la vida de Laura (funcionaria de prisiones), Margot (gitana rechazada por el clan), Sor Mercedes (monja que secuestró bebés al nacer) y Valentina (violada y embarazada, que trata de huir de la miseria vía narcotráfico).
La novela, que trata de camuflarse en la realidad confundiendo a la autora real con la protagonista, plantea una reflexión sobre el delito como un recurso hipócrita de una sociedad que prefiere ocultar los problemas y la libertad como única verdad vital. De hecho, se presenta como virtud. Poseer tu libertad te hace mejor persona, dice la voz que narra. Sin embargo, para la escritora era tarde. “Tuve que salir, soportar la ansiedad, la angustia y la parálisis, y aprender a vivir otra vez como esta mujer que, contra toda estadística, ha estado en la cárcel a pesar de tener talento artístico, dinero, estudios y una infancia que otros consideran normal”.
No es una novela que consuela, es una novela que vigila. Que la cárcel para mujeres no sea un silencio, un tabú que entierre las necesidades y las justificaciones del ser humano. Tan falible, tan imperfecto. Tan poco indulgente con los errores ajenos. No es un reportaje -a pesar de la documentación que se destila-, es un viaje interior a las presas. Una novela, puede ser.
Pero no hay trama tradicional, con un planteamiento-nudo-desenlace. Es una autora luchando contra los estereotipos de las mujeres en cárceles, de las mujeres: desde la cárcel interior a la exterior, desde nuestro juez implacable al qué dirán infatigable. Todas las cárceles son tópicos y viceversa.
El libro de Inma López Silva (Santiago de Compostela, 1978) fue publicado el año pasado en gallego, en la editorial Galaxia, ahora la traduce al castellano Lumen y plantea el contexto social como el origen del error. Maternidad en casos de exclusión social, pobreza, maltrato, injusticia y literatura. Porque se habla mucho de literatura y su relación con la realidad.
En ese sentido, hay frases que encierran una novela y otras que abren su significado. Ésta es de las dos: “Así que Margot pasó página y entendió que las vidas, cuando se escriben solas, no entienden de justicia”. ¿Es la novela una segunda oportunidad para la vida? ¿Es el lugar de las utopías? Por mucho que se disfrace un autor de personaje y trate de jugar a la verosimilitud, ¿es incapaz la literatura de ser tan cruel como la cruda realidad? ¿Es posible creer en la novela para entender la vida, si la ficción no es más que su reflejo aguado? ¿Es la normalidad demasiado realista como para formar parte del interés de una novela extraordinaria?