Iván Repila (Bilbao, 1978) no tiene prisa. El autor de El niño que robó el caballo de Atila (Libros del silencio) regresa, cuatro años después, con Prólogo para una guerra (Seix Barral), una novela en la que descubre el camino equivocado de Europa. Con habitantes que crecen en amargura y en violencia, con sociedades intolerantes y xenófobas, y con una literatura de alto octanaje lingüístico, cosida a golpe de alegorías y subordinadas que se mueven entre el surrealismo poético y la cruda realidad informativa. Un botón: “Una mañana Oona se fue y no volvió. Acarreaba dos maletas, una en cada mano. Dos ojos hinchados y oscuros, despojados de vocales y de consonantes y ya sin dirección, la boca atada en un visaje doble, el pecho abierto. Parecía sustituida por su sombra”.
¿Vivimos en una guerra?
Vivimos en el prólogo para una guerra. No estamos en guerra, pero sí estamos en un prolegómeno del conflicto.
¿Qué tipo de conflicto?
Uno contra nosotros mismos. Hablo desde Occidente y Europa. No creo que estemos en guerra contra el ISIS. Nos enfrentamos a lo que una vez soñamos con ser, cuando hablábamos de una Europa sin desigualdades. Nos hemos convertido en todo lo contrario.
¿Por qué nos enfrentamos al pasado de Europa?
Europa era un sueño, una expectativa, una utopía. Las sociedades más progresistas son aquellas capaces de integrar más minorías en su propia sociedad. Esto soñamos con Europa: un lugar de tolerancia y de igualdad. Lo que ha sucedido es que Europa no para de levantar muros desde hace unos pocos años. Cada vez hay más xenofobia, cada vez hay más intolerancia, más desigualdad. Los más jóvenes se han dado cuenta de que ese sueño lejano se ha ido a la mierda. Por eso surgen cosas como Podemos, porque es una reacción. Estamos dando pasos en dirección contraria. Es el prólogo de un enfrentamiento entre la gente que quiere avanzar y los que quieren quedarse en el siglo XX.
Europa era un sueño, una expectativa, una utopía. Las sociedades más progresistas son aquellas capaces de integrar más minorías en su propia sociedad
¿No le parece utópico pensar que las nuevas generaciones sí piensan en la igualdad?
Hay que soñar muy fuerte. Y las nuevas generaciones se han dado cuenta de los errores que se han cometido en las últimas dos décadas, que nos llevan por el camino de la Europa totalitaria.
¿Marine Le Pen [48] es nueva generación o antigua?
Me refiero a nuevas generaciones de aquí [y se señala la sien]. Los yayoflautas tienen pensamientos de lo más progresistas en cuanto a integración, solidaridad y compromiso, que los más jóvenes no tienen.
La novela es una llamada de atención, ¿cómo define su tarea como escritor?
Escribo para mostrar mi desacuerdo. Debemos reflexionar, reescribir el relato contemporáneo. No digo que vaya a escribir el relato definitivo, sino mi visión.
La atención a la exactitud de la palabra y el uso de la metáfora en cada imagen es extraordinaria, ¿cómo es posible intervenir en lo tangible con giros simbólicos en cada frase?
La palabra es lo único que tenemos para mirar a los ojos del lector. Debo ser preciso si quiero que el lector vuele a territorios más oníricos. Y si quiero que algo le afecte igual debo ser más físico y que le pegue un golpe en el estómago. Necesito que el lector entre en trance, y la mejor manera para conseguirlo y aceptar comerse las alegorías es con el uso de las metáforas. Que esté un poco perdido y bajarle a la tierra.
La palabra es lo único que tenemos para mirar a los ojos del lector. Debo ser preciso si quiero que el lector vuele a territorios más oníricos
¿Cómo puede defenderse Europa de quien trata de imponerse con una metralleta o un camión?
Dímelo a mí, que soy vasco. Con paciencia. En el momento, si me sacas un Kalashnikov lo que voy a hacer es correr. Pero si me preguntas qué voy a hacer yo para evitar que vengas con un Kalashnikov es atenderte, escucharte, educarte en las culturas de la solidaridad y el respeto. En el momento del atentado sólo puedes atajar la hemorragia. Mira el llamado “conflicto” vasco. Es inútil superar el terrorismo de ETA sin educación.
¿No le gusta llamarlo “conflicto”?
Terrorismo de ETA. Sí, ha habido terrorismo de los GAL. Pero el primero que me viene a la cabeza es el terrorismo de ETA.
¿De alguna manera, en esa Europa rota y amenazada por el terror que describe, hay algún reflejo de ETA?
No. Prólogo para una guerra trata de algo más amplio. Además, he estado demasiado cerca en mi memoria, está muy presente. He crecido con las imágenes de Hipercor, los esqueletos de Lasa y Zabala, toda esa violencia. Ese es el horror absoluto. Aquí quería hablar de temas más amplios, más universales.
¿Algún día se enfrentará a ese tema?
De hecho, es el siguiente proyecto que haré. Tengo la idea muy clara. Ninguna de las novelas publicadas sobre ETA en Euskadi me ha satisfecho como lector. Ninguna. Me he aburrido en unos casos, me he emocionado en otros, pero no he visto colmadas mis ansiedades. Así que haré lo que he necesitado leer, algo que represente mi mirada.
Es imposible ser equidistante. Me parece peligrosísimo. La balanza de la violencia de ETA es infinitamente superior a la balanza de la violencia generada por el Estado
¿La equidistancia es una trampa?
Es imposible ser equidistante. Me parece peligrosísimo. Ha habido violencia por ambas partes, pero la balanza de la violencia de ETA es infinitamente superior a la balanza de la violencia generada por el Estado. Resulta muy difícil la equidistancia. Si hiciera un texto donde recopilara todos los crímenes, los del GAL, las torturas, las páginas dedicadas a ETA serían mayoría.
Entonces, ¿por qué ahora este proyecto?
Es una idea que tengo desde hace dos décadas. Emil trata de proyectar un barrio, bajo la herencia recibida. Construimos las ciudades en función de las clases sociales. Hoy todos los proyectos urbanísticos y arquitectónicos están tan vinculados a la política y a los intereses de grandes grupos de poder financiero.
Es un libro simbólico, pero anclado en problemas reales. ¿Le interesaba ser verosímil?
No. La verosimilitud me interesa más bien poco. Si la vida es inverosímil, cómo no va a serlo la literatura. Por ejemplo, lo más inverosímil de la novela es la construcción de una ciudad inhabitable. Lleva a la contra todas las grandes normas arquitectónicas: es una ciudad concebida para que no entre la luz, para que la gente se muera de frío, trampas por todas partes, las paredes están inclinadas, los niveles de humedad... En una ciudad como esa sólo puedes morir o volverte loco. Esto es inverosímil porque los proyectos públicos están muy controlados, la única manera de conseguirlo es untándoles…
¿Por qué Emil está tan obsesionado con la “herencia recibida”?
Se siente parte de uno de esos grandes creadores que vienen del pasado, quiere hacer progresar la herencia recibida. Pero descubre que no puede concebir su estirpe, es estéril. Entonces entiende que el progreso es la destrucción del ser humano.
Por eso piensa en campos de concentración camuflados como ciudades.
Sí. Estamos condenados a desaparecer y monta una herramienta para el exterminio.
¿Qué echa en falta en la izquierda?
La solidaridad. A la izquierda le falta solidaridad. Eso lo dice César Rendueles y estoy de acuerdo con él. El precariado está fragmentado y está desvinculado entre ellos. No hay puentes entre los distintos puentes de precariado y eso provoca una fuente de insolidaridad absoluta. El precariado es un resultado del sistema neoliberal que hace que no nos interesen los problemas de los demás. Necesitamos educarnos en una solidaridad mayor, colectiva y generosa.
¿Es posible la solidaridad en la literatura? ¿Sería capaz de reducir sus alegorías, metáforas y símbolos para hacer más accesible la novela?
Para mí el lector incapacitado para entender metáforas no existe. No estoy de acuerdo que con un lenguaje menos poético, la literatura sea más accesible. Mi padre es economista y cuando leyó el primer borrador me dijo que se perdía con tanta metáfora. Luego, ajustamos y en la última versión se emocionó. Con que lean una vez en su vida ya son capaces de entender textos más complejos que el sota, caballo y rey. Este es un país de Lorca y Miguel Hernández.
¿No es una minoría la que los ha leído?
¿Tú te crees la encuesta del CIS? Yo, no. No me fío de las encuestas [el 36% de los españoles no lee nunca].
En campaña Íñigo Errejón pidió a los creadores novelas que hablen del “cambio político”, ¿usted lo haría?
¿Cómo? Primera noticia. Me parece ridículo, es un chiste. Bastante tienen los escritores con escribir, como para que les digan lo que tienen que escribir. No creo en el escritor comprometido por obligación. Es una decisión personal.