Bienvenidos a la España invisible. Silencio, resignación y olvido. Se conoce como la Laponia española y es una huella cartográfica de montañas, frío y soledad, que cruza la península desde Atapuerca hasta Morella y de San Millán de la Cogolla a Belmonte. Una zona exclusiva en el sur de Europa, la única región europea catalogada como Región Escasamente Poblada. Nos contaron que había dos Españas, la urbana y la rural, pero no hablaron de la tercera: la remota, la ausente. La despoblada y desatendida. Un territorio olvidado, mayor que Bélgica.
El periodista Paco Cerdà viajó para conocer esa parte del mapa a oscuras. Y lo tituló Los últimos. Voces de la Laponia española (publicado por Pepitas de calabaza), un reportaje de libro. Un homenaje al periodismo de largo recorrido. El que patea y pregunta, el que mide la palabra para fotografiar con exactitud lo que ve. El que huye de la ficción y evita el espectáculo de los hoteles.
Paco dice a este periódico que nunca se ha sentido tan extraño como en este lugar. “Fuera de mi sitio habitual”, a unos cientos de kilómetros de su residencia. “Al patearlo notas el silencio, tanto que estremece”. Recorrió estas aldeas durante el invierno pasado y ha escrito el resto del año, sin olvidar la búsqueda de datos, sin quedarse en la parte más fácil del periodismo: las comillas de la declaración. Ojo, sin renunciar a sus voces, que son los protagonistas. Desde un prior o un maestro de escuela a un equipo de fútbol.
Abandono
El libro describe una forma de vida que apura sus últimas fuerzas antes del final inevitable. Es la última generación antes de la extinción, la que pastorea por las colinas. La que no ha visto llegar la electricidad a la aldea. Cerdà habla de estos habitantes abandonados como si fueran Robinson Crusoe. “Hace falta ser muy revolucionario para desafiar la falta de luz eléctrica contra la que viven”, explica el periodista.
Extinción
Inmediata. Esa es su condena. “La glaciación despoblacional lleva en marcha medio siglo en las entrañas de Guadalajara”, escribe Cerdà. Señala a la globalización como el peligro de la extinción. “Nadie sabe qué ocurrirá en dos generaciones”. Falta de oportunidades, emigración, desarticulación, envejecimiento, despoblación, extinción. Esta es la cadena evolutiva de la España que desaparece del mapa. “Es como un cáncer: se lo va comiendo todo, sin parar. Es horrible”, le cuenta al periodista una de las fuentes consultadas.
Hartazgo
La indignación por el olvido. El autor recuerda el hartazgo de Teruel por ser la única provincia española sin un kilómetro de autovía ni autopista. Hartos de una línea de ferrocarril de vía única y sin electrificar, que descarriló ocho veces en el año 2000. Hartos de no poder ser atendidos por una emergencia sanitaria, ni aviones ni helicópteros, sin UVI móvil, “hartos de un olvido institucional derivado en amnesia crónica que únicamente podía combatirse con una terapia: el grito”.
Idealismo
En Santo Domingo de Silos habla de soledad, silencio… y capitalismo con uno de los monjes. Porque a fin de cuentas, son seres que luchan y resisten a las fórmulas de vida comunes de las ciudades. Y las conclusiones atañen a todos: “Así nos perdemos lo más grande de la vida: vivir con sencillez. Y digo sencillez y no pobreza, puesto que la pobreza no es humana. Una vida sencilla. ¡Si tienes suficiente, por qué comprar más!”. Aún hay más, la posibilidad de la revolución surge del pensamiento, pero ¿cómo surge éste? “Todas las revoluciones auténticas se han fraguado en el silencio y la soledad. Lo decían el doctor Marañón y también Ortega y Gasset”, dice el prior.
Periodismo
Sin adornos. Sin lirismo. Sin ahorrar cuidados y limpieza. Cero retórica, apenas metáforas. Paco Cerdà es dueño de un oficio pulcro y directo. Engancha. Tiene oído, sabe preguntar y sabe contarlo. Por eso Los últimos es un homenaje a los que no tienen voz y al periodismo, al oficio humanista de saber del otro. Paradójicamente, lejos de un periódico, en los libros. La segunda oportunidad de los reportajes: “No debería haber diferencia, pero el periodismo corto gana espacio y no debería ser así”, cuenta. “Nunca me ha gustado hacer periodismo de agencia o impersonal. Es una estafa para el lector”.
Silencio
Lo define como etnocidio silencioso, una zona biológicamente muerta. La nada no produce ruido, sólo murmullo melancólico. Es una forma de vida que está apurando sus últimas fuerzas, sumida en el silencio (desértico). Una tierra “donde el silencio cabalga montañas y las voces infantiles quedaron afónicas el siglo pasado”. El silencio existencial, le reconocen las personas que encuentra a lo largo de su trayecto, un silencio “que en las ciudades nos lo han robado y que descubres en todo su esplendor”.
Paco viaja a Motos, al sur de Guadalajara, a conocer a Matías, el último habitante. Pero ha salido con el rebaño: “No se oye más que el viento cortante por encima de los 1.400 metros, el zumbido salmódico de las moscas y el maullido de un gato que implora compartir el pan con queso de la comida más solitaria que uno recuerda”.
Soledad
Paco Cerdà llega a la aldea valenciana de Arroyo Cerezo, el techo de la comunidad a más de 1.300 metros de altitud, con temperaturas de 21 grados bajo cero en invierno y apenas 10 habitantes. Sale a su encuentro Vicente, pastor de 80 años, que, como su hermano Tomás, nunca se casó y viven sin agua corriente: “El olor de quien nunca espera visita lo precede y excita a las moscas que revolotean a su alrededor”. La aldea puede quedar despoblada en 20 años. “Los sitios grandes son más pesados: hay más personas, más inconvenientes. Se vive mejor aquí, llanico, que subiendo seis pisos”, le dice Vicente al periodista.
Este vastísimo territorio incrustado en la periferia de cinco comunidades españolas, que se extiende por diez provincias y agrupa a 1.355 municipios, tiene una densidad media de 7,34 habitantes por kilómetro cuadrado. Es decir, menos de ocho personas por cada 140 campos de fútbol, 16 personas en todo Mónaco, cuatro ciudadanos en la Ciudad del Vaticano. El distrito hongkonés de Mongkok acumula 130.000 habitantes por kilómetro cuadrado, la provincia de Madrid sobrepasa los 800. La media comunitaria es de 113. “Esta soledad elimina interferencias. Es como una campana de silencio”.
Voz
“Mi obsesión eran las personas. Los que sufren. Cómo viven, como sobreviven. Es lo que puede aportar un periodista: el retrato del ser humano. He intimado con ellos, les he preguntado por sus sueños, por sus arrepentimientos, por su intimidad”, dice a este periódico el autor. La voz es viaje, que lleva del territorio al sufrimiento a partir de las preguntas del periodista. Cerdà cruza pueblos abandonados, vidas olvidadas y encuentra experiencias encerradas en un territorio ignoto, tan desconocido como la voz que ahora descubrimos con admiración.