El maltrato de las enseñanzas medias y universitarias queda claro en este despacho de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, donde tiene el despacho el filósofo José Luis Pardo ha publicado Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas (Anagrama). Le dedica su último ensayo a la facultad de filosofía, a la que el rectorado ya ha amenazado de muerte. El día anterior a esta entrevista, la facultad tuvo que anular las clases por un problema en el suministro eléctrico. Las paredes se caen a cachos desde hace años, el mobiliario de las aulas es lamentable y las tasas siguen subiendo. A pesar de todo, nadie pone punto final al malestar.
¿Por qué la política no acaba con el malestar?
El malestar es una vieja preocupación mía. Ya escribí sobre él en 2007, en Esto no es música. El malestar en la cultura de masas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores). En aquel momento no había crisis económica o por lo menos yo y casi nadie la vio venir. Pero sí había un deterioro y desprestigio del Estado de Bienestar. Pero había optimismo. Lo que ha hecho la crisis es traer la escena más siniestra del malestar.
¿De ahí que la autenticidad aparezca como salvación?
El culto a la autenticidad es un factor muy típico de la cultura moderna. En época de penuria parece que se busca otra política, sino algo más auténtico que la política. Se entiende el malestar como un fracaso de la política, por eso se propone volver a algo más auténtico que la política. La política más auténtica ya no es la del pacto social, sino la del enfrentamiento social.
¿La vuelta a la autenticidad es el germen del populismo?
Es uno de los motivos intelectuales más potentes del populismo. El populismo es común en los discursos de todos los partidos políticos. Todos tienen algún elemento populista. Prometer cosas que sabes que no vas a poder cumplir para lograr un buen número de votos forma parte de la lógica electoral. Los partidos que mentían lo acababan pagando, hasta ahora, en las urnas. Sin embargo, los populistas nunca pagan sus culpas porque siempre tienen un enemigo externo al que responsabilizar. Ya sea la inmigración que viene a quitarnos el plato de lentejas, la casta, el Ibex, el FMI, etc.
¿Por qué el votante necesita autenticidad?
Se genera la ilusión de que la política es un conjunto de pactos falsos. Por eso se busca algo más auténtico que la política. Desde finales del siglo XIX se da ese tipo de discurso nacionalista y patriotero de que hay que acabar con las añagazas de la política liberal y aspirar a una política más auténtica, más allá de la representación. El rencor hacia la democracia representativa es fundamental en estos tipos de discursos.
¿Por qué ahora somos más conscientes del populismo que antes?
El Estado de bienestar surge de un fracaso, las dos guerras mundiales y una Europa devastada. Era un acuerdo para hacer un reparto justo de la riqueza cuando la hay. Pero siempre hay la tentación de repartir menos y tocar a más. El populismo busca un enemigo para hacer del malestar un negocio. Ya no interesan los programas que resuelven el malestar como quién lo explota mejor.
El otro día decía Stanley G. Payne que en España el fenómeno populista es nuevo, ¿está de acuerdo?
Todos los movimientos que han denostado la democracia representativa, en el momento en el que no tienes la representación de los votos como capital de tu legitimidad, acudes a otro tipo de legitimidad. El el fascismo y el comunismo siempre se ha reclamado al populismo: al líder populista se le supone que tiene una conexión directa con el pueblo, aunque no se presente a las elecciones. Es un representante del pueblo más allá de la representación. Son movimientos que han denostado la democracia representativa como algo falso, porque se decían conectados con el pueblo. Franco es uno de los líderes populistas.
¿Franco, populista?
Sí, los regímenes fascistas son todos populistas. ¿Por qué la única oposición de Franco fue el Partido Comunista? Porque también era populista.
¿No necesita el populismo un régimen representativo para erigirse contrario a él?
Hay un populismo más sólido, que son los regímenes totalitarios, y lo que yo llamo el populismo líquido, porque recurre a los instrumentos de las democracias representativas pero no cree en ellas. Es decir, siempre tiene un pie en la calle y el otro en las instituciones, para defender o criticar a su antojo. Las fuerzas populistas tienen fuerza en las instituciones, pero no pueden abandonar a aquellos que la política verdadera se hace en la calle.
Entonces, ¿no hay más opción para la política que encerrarse en las instituciones?
En el caso de Trump ha jugado a las dos cosas: por un lado, está en las instituciones; por otro, quiere sacar a la casta corrupta de las instituciones. El desprecio de las instituciones es la primera piedra que pones para destruirlas.
¿La única opción es el bipartidismo al margen de la sociedad?
Bueno, al margen de la sociedad es algo que hay que coger con pinzas. Porque el núcleo del populismo es pensar que el verdadero pueblo está en la calle, no en las instituciones. Pero el pueblo no es una reunión de gente en la Puerta del Sol. Ahí no se puede hablar de una voluntad común, la voluntad común es la Constitución. Lo que hay fuera de las instituciones no es el pueblo auténtico, sino una masa de personas sin voluntad civil de vivir juntas. Simplemente, es una multitud de intereses contrapuestos.
¿El 15 M fue eso?
El 15 M fue una respuesta a una crisis económica. Una parte del electorado se siente decepcionada por las políticas de la socialdemocracia. Es un movimiento de indignación ante esa situación. ¿Por qué da pie a un movimiento populista? La derecha supo lo que tenía que hacer, pero en ese momento el PSOE se desorientó. Se quedó sin discurso después de que Zapatero toma políticas de ajuste presupuestario no tiene discurso que legitime esas propuestas. Se quedaron sin discurso y todavía lo están buscando. La izquierda combate ahora por quedarse el malestar.
¿Cómo puede recuperar el discurso el PSOE?
Mira en Francia, el problema es el mismo entre los socialistas. Se requiere claridad y no puede ser que en un mismo partido haya dos o tres discursos enfrentados. Cuando el discurso socialdemócrata se queda vacío, los discursos populistas minoritarios se aprovechan y se presentan los mayores defensores del Estado de Bienestar. Pero, ¿cuál es la alternativa al Estado de Bienestar? Todas esas millones de personas hambrientas que huyen de las guerras de sus países.
En medio de esta hecatombe, de todo este pesimismo, introduce al arte. ¿Cuál es la situación del arte contemporáneo en este malestar?
Es una buena metáfora que expresa las paradojas del arte contemporáneo. El arte contemporáneo es apolítico. Los artistas proceden, todos, de las Vanguardias históricas. Se sigue llamando arte y necesitando de las instituciones públicas, pero al tiempo se fundamenta en la liquidación del arte. Es un movimiento que se sigue llamando arte y dependiendo de las instituciones artísticas, pero que se fundamenta en la aniquilación del arte. Ese es el malestar del artista de arte contemporáneo.
Si se siente incómodo, ¿cuál es su salida?
Ni idea. El arte es una invención del siglo XIX. Tenía una defensa, la autonomía del arte. Cuando las Vanguardias luchan contra la autonomía y la soberanía del arte, para que se disuelva en la vida, está más expuesto a convertirse únicamente en una mercancía. Por eso el artista busca un discurso teórico que le salve de esa inversión absoluta en el mercado. Pero esto a la larga se vuelve muy patético.
¿No vamos a encontrar arte contemporáneo en los museos?
Sí, el arte contemporáneo está en los museos. De mala gana, pero está.
Según esto, los directores de los museos y las propias instituciones padecen ese malestar.
Por supuesto: no hay director ni institución que no esté denostando la lógica de los museos. Y no creo que de momento seamos capaces de superar esa situación. Lo que sí es recomendable es que uno sea consciente de sus contradicciones. Es oportuno limitar las contradicciones.
¿No está libre siquiera el arte político?
El arte contemporáneo que trata de legitimar las obras de arte con una intención política es estalinismo. Justificar el valor de una obra de arte por una causa es recaer viejas formas, como el estalinismo, de legitimación que están superadas.
¿Qué papel juega la filosofía en esta sociedad?
La filosofía existe desde hace 2.500 años y forma parte esencial de nuestra cultura, como la música. La filosofía existe porque se enseña y porque se escribe. El lugar de la filosofía en la ciudad es en un libro y en las instituciones de enseñanzas.
¿La filosofía no puede ser populista?
No pinta nada ahí. La filosofía ha tenido siempre un lugar equívoco en el sistema educativo: ha estado situada entre la Academia y el mundo. Siempre parece que es demasiado académica para el mundo y demasiado mundo para la Academia. Ha habido veces en que la filosofía se ha muerto por representarse demasiado académica y otras que se ha muerto por lo mundana.
¿Qué lugar ocupa la filosofía: el malestar o lo auténtico?
La filosofía está bien, no tiene problemas, no le pasa nada. Nadie puede venir a la filosofía a buscar soluciones, eso es absurdo. La filosofía está más bien para crear problemas, es decir, para reflexionar sobre cuáles son los verdaderos problemas. La filosofía no está mal, lo que está muy mal es la gente que se dedica a la filosofía porque en las instituciones educativas hay un cuestionamiento constante de las Humanidades como algo sin rentabilidad social directa.
¿Quizás sea hora de que la filosofía abandone la trinchera y proponga alguna solución?
Yo no creo que haya soluciones filosóficas para problemas políticos. Si alguien piensa que se puede construir un modelo filosófico para solucionar problemas políticos de la gente es que hemos perdido la cabeza. Los filósofos no nos atrincheramos, porque nos interesa la solución de los problemas. Pero no vamos a solucionar los problemas a base de hacer filosofía.
¿Puede servir la reivindicación del filósofo en estos tiempos?
Si la figura del filósofo es un sabio que viene a salvarnos, no. Pensar en el filósofo como alguien que va a resolver las cuestiones de la verdad, la belleza o la justicia es erróneo.
La filosofía no puede proponer soluciones políticas, pero ¿cómo se va a defender de la política en un país como España, que la extirpa de los planes de estudio?
Tengo pavor de las reivindicaciones de la filosofía y de la defensa de las Humanidades. La filosofía es un elemento elemental en nuestra cultura, así que los que la quieran quitar que expliquen por qué.
¿Tiene una ligera idea del motivo?
Piensan que si se quita de la enseñanza media se deja un hueco para otro tipo de asignaturas, que tienen un elemento de adoctrinamiento más fuerte. Es decir, quitan la filosofía e incluyen, por ejemplo, economía de la empresa. Me parece poco creíble que por una hora a la semana a unos chavales les digas que deben ser virtuosos se vayan a hacer desvirtuosos. Tampoco vas a crear emprendedores en una hora a la semana. Es un fraude. Este adoctrinamiento quiere desalojar a la filosofía para insertar discursos sin eficacia social.