Hace 16 años se publicó Soldados de Salamina, que con una mítica escena firma el símbolo de la reconciliación: un soldado republicano perdona la vida al falangista Rafael Sánchez Mazas. Aquella novela insistió en la idea de una Transición de la dictadura a la democracia modélica y en que la reconciliación fue voluntaria. Casi dos décadas después, la novela ha dejado de verse con el elogio unánime y es cuestionada por hacer responsables de la guerra civil a todos los españoles, y no exclusivamente al ejército sublevado. Soldados de Salamina es la novela que marca el final del engaño (aceptad la reconciliación como responsabilidad colectiva, porque todos somos responsables de la guerra) y el inicio de la crítica a la cultura de la Transición (dejad de mirar al pasado para avanzar sin tropezar).
Ese marketing que criticó por convertir la cultura en producto cultural ya no sienta tan mal. Ya no es “industria” y “negocio”. Ahora es una causa
El autor de aquella novela regresa al campo de batalla con El monarca de las sombras. Al menos eso es lo que le interesa promocionar a su sello editorial, Literatura Random House, para tratar de revivir los éxitos pasados. Sin embargo, Javier Cercas siempre se ha mantenido en la memoria del siglo XX español (con un acierto, Anatomía de un instante). Ahora, casi 20 años después, y una marca literaria reconocible, donde la vida y el entorno del escritor forman parte de la narración del pasado y del presente, lo que ha cambiado en Cercas es su visión reconciliadora.
Para poder escribir de su tío abuelo falangista, el autor ha preferido olvidarse del discurso taimado, equidistante y reconciliador a cualquier precio. Ahora hay justificación: “No cabía duda de que Manuel Mena se había equivocado políticamente, pero tampoco de que yo no tenía ningún derecho a considerarme moralmente superior a él”. En el relato, el autor insiste en el esfuerzo extraordinario que ha tenido que hacer para superar su bochorno ideológico: el héroe de la familia fue falangista. Debe parecerle excepcional que en España el árbol genealógico sea de dos colores.
Escritor y superhéroe
Dice que éste es el libro que llevaba toda la vida postergando, que se negaba a escribir… En realidad, el rescate de la memoria de Manuel Mena, falangista, alférez del Primer Tabor de Tiradores de Ifni, un “veterano de guerra” que murió a los 19 años en la batalla del Ebro, es una excusa. Manuel Mena no es el protagonista de El monarca de las sombras, sino Javier Cercas, que escribe estas doscientas y pico páginas a vida o muerte. Una de sus mayores virtudes es vestirse con la capa de superhéroe, mientras lo cuenta. En las entrevistas lo contará, se lee en la contraportada: “Esta es la novela que Javier Cercas se había estado preparando para escribir desde que quiso ser novelista. O desde antes”.
No aparece el Cercas que dos años antes, con la publicación de El impostor, señaló que sólo con la mentira se pudo salvar la Transición, que declaró que la memoria histórica era puro marketing, que acusó a todos los españoles de mentir sobre su pasado para adaptarse a la democracia, que dijo que esa mirada al pasado más reciente había empezado como “una necesidad profunda” y “se convirtió muy pronto en otra moda superficial”. ¿Qué fue Soldados de Salamina, qué es El monarca de las sombras?
Hace dos años no le parecía contradictorio definir a la memoria histórica como “un sucedáneo, un abaratamiento, una prostitución de la memoria”, a pesar de que su capital literario se la debe a una novela sobre la guerra civil. Ese marketing que criticó por convertir la cultura en producto cultural ya no sienta tan mal. Ya no es “industria” y “negocio”. Ahora es una causa: “De este modo la historia de Manuel Mena o lo que quedaba de la historia de Manuel Mena no se perdería y yo podría contarla si alguna vez me animaba o era capaz de contarla”.
Ahora, sí
Tan sólo dos años de escribir y publicar que “nos habíamos saturado de pasado”, que “la moda del pasado pasó”, regresa con un libro en el que cuenta su investigación sobre la muerte de su familiar en la guerra civil y “el rastro plural” (sobre todo en su pueblo, Ibahernando). Cercas ha vuelto a dar de comer a “la industria de la memoria” para no olvidarse de su pasado, ni de su futuro. Hacer memoria, volver a hacer marketing.
Lo más llamativo de su regreso al pasado es cierta tendencia a lo que podríamos llamar Literatura de Gran Hermano Vip: la publicación de episodios muy íntimos de amigos famosos, como la separación de David Trueba de Ariadna Gil. El escritor que se quejaba de la mercantilización de la memoria, amarillea a cholón. Un espanto salsarosizado.
No me lo preguntaré porque no puedo responder, porque no soy un literato y no estoy autorizado a fantasear
Por si fuera poco, la guerra abierta que mantiene con Arcadi Espada parece haber agujereado su libertad creativa. El autor se justifica ahora por la prohibición que pende de su cabeza por especular y preguntarse por todo aquello de lo que no tenga pruebas. Dice que amarra su imaginación porque no puede volar más allá de los papeles, los testigos o los archivos.
No le está permitido exceder la realidad. Alguien le coarta: “No me lo preguntaré porque no puedo responder, porque no soy un literato y no estoy autorizado a fantasear, porque debo atenerme a los hechos seguros, aunque la historia que se desprenda de ellos sea borrosa e insuficiente. Ésta lo es. Pero también es verdadera. Sea como sea, no puedo ir más allá: a lo sumo puedo aventurar alguna tímida conjetura, alguna hipótesis razonable: Nada más. El resto es leyenda”, escribe. En El monarca de las sombras se presenta un escritor sin norte. No es que Cercas se repita, es que se contradice.