Tiene 28 años, es holandés, historiador, ha asistido a una nueva derrota socialdemócrata y tiene la fórmula para acabar con la desigualdad: renta básica universal de unos 14.000 euros, semana laboral de 15 horas y un mundo sin fronteras. Viste muy académico para el plan revolucionario que trae bajo el brazo: Utopía para realistas (Salamandra), un ensayo que pasa por ser el plan renove de las claves de Thomas Piketty.
Quiere ayudarnos a imaginar una sociedad en la que el trabajo remunerado no sea el principio y fin de nuestra existencia. Es real, sólo hace falta un poco de fantasía: “La incapacidad de imaginar un mundo en el que las cosas son diferentes sólo demuestra nuestra falta de imaginación, no la imposibilidad de cambio”.
El principal problema del socialismo es que es aburrido, más aburrido que ver crecer la hierba. No tiene nada que contar, ni siquiera un lenguaje con el que hacerlo
Pero la imaginación necesita de Política, con mayúscula, y le sobran políticos, con minúscula. En esta categoría aparecen esos petimetres que “no pueden permitirse expresar puntos de vista demasiado extremos”, porque sólo les preocupa continuar en el poder. Para mantener y reafirmar el statu quo, mantienen sus ideas dentro de los márgenes de lo aceptable.
El consenso de la vieja izquierda
¿Y quiénes son los guardianes de lo aceptable? La socialdemocracia. “Según la visión del mundo del socialismo perdedor, los neoliberales se han adueñado de la razón, el juicio y la estadística, y a la izquierda le queda sólo la emoción. Sus sentimientos son loables. Los socialistas perdedores tienen un exceso de compasión y consideran profundamente injustas las políticas imperantes. Al ver que el Estado de Bienestar se desmorona, corren a salvar lo que puedan. Pero cuando la situación se tensa, el socialismo perdedor cede a los argumentos de la oposición, aceptando siempre la premisa sobre la cual se debate”. Parece el guion del “no es no” o todo lo contrario.
El socialismo olvida que combatir la pobreza es una inversión que produce abundantes réditos
Bregman le sacude muy fuerte a la vieja guardia socialista, a la que dibuja desubicada, sin argumentos y fuera de juego. Dice del “socialismo perdedor” que olvida que el verdadero problema no es la deuda pública, sino el endeudamiento excesivo de hogares y empresas. “Olvida que combatir la pobreza es una inversión que produce abundantes réditos”. Y, al tiempo, olvida también que los banqueros y abogados “hacen un trabajo superfluo en prejuicio de los basureros y enfermeros”.
Entonces, ¿cuál es el papel del socialismo en la sociedad del futuro? “Contener y restringir a la oposición es la única misión que le queda al socialismo perdedor”. Porque está tan en contra de todo, que Bregman no sabe muy bien si está a favor de algo. Es decir, no sabe qué piensa de lo que ocurre a su alrededor. El socialismo es un proyecto agotado, que debe ser superado por la nueva izquierda. Él mismo asesora a los verdes del Reino Unido, a los que invita a hablar de la renta universal. “El principal problema del socialismo es que es aburrido, más aburrido que ver crecer la hierba. No tiene nada que contar, ni siquiera un lenguaje con el que hacerlo”.
"El mayor enemigo del plan son los socialdemócratas. Los socialistas en toda Europa están ahogados en el siglo XIX, tienen una visión del trabajo anticuada y no confían en que la gente tome sus propias decisiones", explica a este periódico.
Una revolución pacífica
Utopía para realistas se publicó originalmente en The Correspondent, “el antídoto” contra la rutina informativa cotidiana. En esta publicación, los periodistas guían la conversación con los lectores, que aportan sus conocimientos. Tiene una plantilla de 40 empleados y no depende de la publicidad: cerca de 50.000 socios aportan al año 60 euros. Las suscripciones hacen rentable el proyecto. De hecho, el libro está escrito para todos los públicos, porque su autor cree en “la revolución” pacífica y en el poder de las ideas. Capaces de hacer realidad los sueños, de que las utopías sean realidad.
Pide medidas radicales como la semana laboral más corta y una renta básica universal. Porque los ricos y mejor formados continuarán cerrando filas a la vez que los pueblos y ciudades de la periferia se empobrecen. De continuar por el camino actual, la brecha entre las clases bajas y los ultrarricos “será más amplia que nunca”. Sólo queda una alternativa al caos: la redistribución. Redistribución de dinero (renta básica), de tiempo (15 horas de trabajo a la semana), de impuestos (sobre el capital en lugar de sobre el trabajo) y “por supuesto, de robots”.
La Política debe ser más radical y proclamar ideas tan impactantes y subversivas que cualquier cosa menos transgresora parezca sensata
La Política amplía los límites de la imaginación, dice el autor que asegura que cuanto más rica sea nuestra sociedad, menos eficaz será el mercado laboral en la distribución de la riqueza. Para ello, la Política debe ser más radical y proclamar ideas tan impactantes y subversivas que cualquier cosa menos transgresora parezca sensata: “Para hacer razonable lo radical, sólo hay que desplazar los límites de lo radical”.
Dinero gratis
La idea del dinero gratis no es nueva y los fundadores del pensamiento neoliberal la defendieron en su día. Milton Friedman y Friedrich Hayek acariciaron el sueño de una renta básica universal. “Y no simplemente durante unos años, o sólo en los países desarrollados, o sólo para los pobres”, sólo dinero gratis para todos. “No como un favor, sino como un derecho”.
Bregman lo llama el “camino capitalista hacia el comunismo”. Y consiste en una paga mensual, lo suficiente para vivir, sin tener que levantar un dedo. Es el punto final a los programas de asistencia, a las ayudas especiales y, sobre todo, a la pobreza, la más cara de todas: “En los EEUU 500 billones de dólares. Costaría 175 millones de dólares erradicar la pobreza. Por eso veo la renta básica como una inversión”, asegura. “Primero lo pagarían los impuestos, y los ricos en mayor medida que los pobres. A largo plazo, los ricos se beneficiarían”, añade.
Rutger Bregman no cree que la gente deje de trabajar con una renta básica
Lo que propone es eliminar el Estado de Bienestar, agotado y maltrecho, donde el neoliberalismo se hace fuerte gracias a la sentencia que asegura que quien no esté dispuesto a trabajar no tendrán para comer. Esa es la mejor manera de legitimar la desigualdad. Rutger Bregman no cree que la gente deje de trabajar con una renta básica, pero sí cree que debemos redefinir el trabajo, porque hay muchos empleos superfluos, “como consultores y banqueros”.
Utopía para realistas no es un libro violento, que no se implanta de un día a otro. Una revolución sin llamas ni gas lacrimógeno. Eso dice su autor. Pero pretende darle la vuelta a la sociedad, quiere que todos empecemos a hablar y a asumir un derecho, una solución para la desigualdad de la que nadie nos ha hablado. Bregman ha imaginado una sociedad que progresa hacia una nueva utopía, y al hacerlo asoma, como diría Oscar Wilde, “un país mejor”.