“¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?”. La muerte contesta: “Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte”. El pato se asusta, claro. Quién no. “¿Ya vienes a buscarme?”. “He estado a tu lado desde el día en que naciste… por si acaso”. “¿Por si acaso?”, pregunta el pato. “Sí, por si te pasaba algo. Un resfriado serio, un accidente… ¡Nunca se sabe!”. “Sí, nunca se sabe”, asume el ave.
Hace diez años, el ilustrador alemán Wolf Erlbruch publicó un libro para niños que acabó con los miedos y la hipocresía de lo que puede o no contarse a los más pequeños. Posiblemente El pato y la muerte (Barbara Fiore Editora) es el libro más delicado sobre la muerte, y derrumba los límites de la clasificación que diferencia a jóvenes de adultos, y la convierte en una medida absolutamente artificial e innecesariamente restrictiva. Erlbruch mostró al resto de autores que las restricciones son propias de los adultos, pero que los niños y jóvenes están más abiertos a nuevas ideas.
Tanto en El pato y la muerte, como en La gran pregunta (Kókinos) o El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza (publicado en 1994 y convertido en un álbum que cruza generaciones para mostrárselo a los nuevos lectores), la enseñanza de Erlbruch es clara: puedes sobrevivir a lo que te hagan los otros, pero no a lo que tú les hagas a ellos.
Preguntas existenciales para todos
Eso es lo que subraya el jurado del ALMA (Astrid Lindgren Memorial Award), el galardón sueco de literatura infantil más importante del mundo, dotado con 520.000 euros. En Erlbruch han reconocido sus sencillas respuestas a grandes preguntas, tanto con sus relatos como con sus ilustraciones. Además, lo premian por su alta calidad artística y los más altos valores humanos. El jurado lo llama “visionario” por hacer preguntas existenciales accesibles y manejables para los lectores de todas las edades.
“Con un humor y calidez profundamente arraigado en los ideales humanistas, su obra presenta el universo en nuestra escala. Es un maestro del arte de la ilustración, que honra a la tradición, mientras abre nuevas puertas creativas”. Línea fuerte, expresiva y precisa, combinada con experimentos hechos a base de collage, lápiz, tiza o acuarela. “Lo más importante en el dibujo y en la escritura para niños es ser honesto acerca de los propios sentimientos y hablar de sí mismo”, ha explicado Wolf Erlbruch.
Sus álbumes son colecciones de preguntas ilustradas, de cuestiones que incomodan a las convenciones. Son una llamada a rebelarse contra sus referentes, una lección contra el conformismo del mundo regido por el mercado, donde sólo hay competición e individualismo. Son la primera iluminación crítica, el antídoto contra quienes prefieren el ruido de las ocupaciones a ocuparse de sus ruidos. La lectura de Erlbruch provoca daños colaterales indelebles.
La filosofía no es lo peor que pueden leer los niños. Por eso Wolf Erlbruch no acepta rebajas ni teme al pensamiento filosófico en personajes infantiles iluminados por sus pensamientos. Es el mejor representante de la filosofía igualitaria, la que nace contra el monopolio del saber y las etiquetas. A fin de cuentas, todos deseamos saber y podemos hacerlo. Eso requiere autores comprometidos con el pensamiento inmortal. Como Erlbruch.