“Estado-nación es un trastorno bipolar”. La mejor definición de España 2017 se encuentra en un pequeño libro, en apariencia inofensivo. El título es Breviario perplejo, lo publica la editorial asturiana Trea y su autor es un desconocido escritor en euskera, profesor universitario y director de la cátedra Mikel Laboa, que ahora entrega en castellano un arsenal de aforismos cargados de intención. Juan Kruz Igerabide (Aduna, Guipuzkoa, 1956) se retira al pueblo para escribir lejos de lo que le interesa, la sociedad y sus problemas sin solución.
De sus retiros no sale con soluciones, pero tiene respuestas que desarman las verdades que esgrimen los problemas más absolutos. Por ejemplo, el nacionalismo. “Al nacionalismo acérrimo le gustaría ser terrateniente”, escribe en el libro que ha cocido a lo largo de una década. Distancia física y temporal para proponer opciones válidas a un enfrentamiento tan polarizado que ha dejado en el limbo a autores como él, sin definición nacionalista.
Condenar el nacionalismo por lo que ha hecho ETA es un reduccionismo
“Aquí hemos vivido muy polarizados. Escapar de posiciones ideológicas tan polarizadas es un sufrimiento, porque te ves apartado a la marginalidad. Las cosas se han puesto blancas o negras, y yo veo otras tonalidades”, cuenta a este periódico el autor. “No me alineo en el conflicto, ni cierro los ojos. Mi perplejidad se ha transformado en un asombro sonriente, porque estoy del lado de la vida y eso me produce alegría”. Igerabide no es un autor que edulcora sus pildorazos filosóficos, más bien es austero en el empleo de la ironía aforística.
No se define como nacionalista, pero trata de acabar con los esquemas que reducen y ofrecen una versión simple de la realidad: “Condenar el nacionalismo por lo que ha hecho ETA es un reduccionismo. El nacionalismo tiene ideas tan profundas como las que tiene el internacionalismo. Debemos tratar de profundizar en las dos partes. No digo que la solución sea crear un Estado nuevo, ni lo contrario. Por eso parece que nado entre dos aguas y todos te obligan a definirte, cuando la definición varía cada día...”
El nacionalismo como idea es tan obsoleto como la del Estado
“El nacionalismo es tan anacrónico como el Estado”, cuenta en entrevista. Cree que ambas concepciones son un invento del ser humano ancladas en un momento histórico y que hoy no tienen cómo acoplarse: “Tal y como está en este momento el mundo, hay que superar las ideas de Estado y nación. No he inventado nada que los supere, pero siento ese anhelo de encontrar nuevas fórmulas. El nacionalismo como idea es tan obsoleto como la del Estado”, dice. Por eso no reniega de las utopías, “porque nos han llevado a engaños, pero nos han dado ilusiones para transformar la sociedad”.
Perlas irónicas
Otro aforismo para degustar durante días: “Murieron por la patria, pero luego resultó ser otra”. Más perlas comprometedoras: “El independentista radical, en rigor, debería pasar del tema”. Y la fórmula de la relatividad política: “Soy hijo de mi tierra, sobrino de la tierra vecina, y nieto de los sintierra”. Y éste: “Cuando ruedan cabezas, otras se giran para otro lado”.
Al aforista, normalmente, no le gustan los grandes objetivos como salvar a la Humanidad. No creo que ningún aforista solucione ningún problema actual
Así trabaja el orfebre de la palabra, el aforista, con pequeños gestos delicados de gran precisión. Moviendo comas o palabras. Una buena idea puede soportar una imagen peor en una novela, pero en un aforismo todo queda a la vista. Requiere la mayor concisión posible para llevar al lector al asombro, a “la suspensión de pensamiento”. Eso no garantiza la verdad, porque no se busca. Tampoco que no haya aforismos que se contradigan entre sí dentro del mismo volumen. En Breviario perplejo ocurre, pero eso lo dignifica. “El mismo aforismo, en el proceso de su desarrollo alguna vez se ha contradicho o variado”, cuenta el escritor.
¿Qué es un aforista? “Es el autor que trata de ampliar la conciencia del lector. O el que simplemente intenta abrir los ojos ante la somnolencia. Al aforista, normalmente, no le gustan los grandes objetivos como salvar a la Humanidad. No creo que ningún aforista solucione ningún problema actual”, asegura a EL ESPAÑOL. “El aforismo es resistente, es un reducto para buscar el pensamiento profundo”.
Pero el aforismo también da pie al efectismo y a la ocurrencia. La ingeniosidad vacua. Es bonito, pero débil. “Cuando uno se da cuenta que le salen aforismos bonitos hay que quitarlos”. Adorismo, no. Breviario perplejo es el segundo libro de aforismos de Juan Kruz Igerabide, antes publicó También las verdades mueren, en euskera, traducido al castellano por él mismo.
No entiendo a quienes enfrentan lenguas. Enriquece porque en el euskera hay bastantes territorios en los que uno se siente pionero todavía
“Siempre lo he vivido como dos patas de una misma obra. Trabajo en ambas lenguas y me siento muy contento. No lo he vivido como un conflicto de supervivencia, sino como algo muy enriquecedor. No entiendo a quienes enfrentan lenguas. Enriquece porque en el euskera hay bastantes territorios en los que uno se siente pionero todavía. Y esas experiencias dan frescor, naturalidad o fuerza al traducirlo al castellano”. Cuenta que el euskera aporta muchos matices en la derivación y a la hora de traducir, le obliga a precisar mucho más. Es una lengua aglutinante, tiene cierta tendencia a la síntesis.
Luz entre dos lenguas
“El euskera es más austero y menos florido que el castellano”, asegura. Cuenta que el guipuzcoano es más seco, que él tiende a la austeridad. “La indignación es un arranque. Si se estabiliza, es amargura”, escribe en el libro.
La ironía son unas gotas de vinagre sobre la verdad para saber que este alimento que tomas no es el definitivo
Por eso el mayor enemigo del aforismo es “el anuncio publicitario”. La publicidad, explica Juan Kruz, se sirve del aforismo y de la poesía “y los mata”. Es la palabra aplicada a las técnicas de venta. El aforismo publicitario quiere manipularte, el aforismo literario o filosófico trata de pincharte, de incomodarte, de despertarte. El aforismo publicitario te adormece”, explica. Mientras la publicidad trata de alienar al consumidor, el aforismo trata de humanizarlo. Despertarlo. Alertarlo.
¿La ironía es una buena fórmula? “La ironía son unas gotas de vinagre sobre la verdad para saber que este alimento que tomas no es el definitivo. Si lo llenas de vinagre, no lo puedes tomar. Pero un poquito… lava lo absoluto”. Juan Kruz Igerabide adora lo relativo, porque la verdad es mentira. El último aforismo: “Se crea el Estado para organizar la sociedad, pero acaba organizándose a sí mismo y dejando al mercado organizar la sociedad”.