“El toro de lidia no es una fiera que mata para vivir, sino un animal herbívoro que sólo ataca en defensa propia cuando siente su territorio amenazado”. Es uno de los 84 textos y 37 ilustraciones que componen el libro Antitauromaquia (Literatura Random House), de Manuel Vicent y El Roto (Andrés Rábago), que vuelve a las librerías 16 años después, con aportaciones inéditas y al borde de una de las citas más calientes del mundo taurino, la Feria de san Isidro. En el prólogo del libro, Vicent aclara que no siempre fue así, que hubo un tiempo en el que le interesaba la fiesta, pero ya no: “Se pierde la afición a los toros como se pierde la ingenuidad”.
Vicent quiere que estos textos sean “un buen panfleto, un descargo de conciencia pero no el exabrupto de un converso”, porque quienes rechazan la llamada “fiesta nacional” utilizan, además de la pasión, “el sentido común, la inteligencia y el desarrollo de la sensibilidad”. Para el escritor, la vida te va despojando de todos sus “elementos irracionales”, para quedar a merced de una “desnuda inteligencia laica, sin adherencias mágicas”.
No tenemos derecho a gozar imaginando que hacemos sufrir a los animales, aclara, pero sobre todo “creo que no se puede sustentar como espectáculo la muerte festiva de un toro que un día también podría ser nuestra muerte”. Esa es la apuesta de los autores de este libro: antitauromaquia es una apuesta por no torear nada ni a nadie “salvándonos de la crueldad”.
Disfrazar la conciencia
Andrés Rábago se encarga de la parte más rotunda, las imágenes. No hay excusas, ni trapos calientes. No hay medias tintas, son imágenes contundentes que toman partido en el debate. Son un golpe directo a la conciencia de los taurinos y los antitaurinos. Más que un ornamento del texto, los 36 dibujos son una llamada de atención contra “el intento de disfrazarse de algo que los taurinos no son”.
“Han querido tapar la crueldad de los toros con la bandera de España y con la cultura, lo han tratado de elevar para hacerlo más digerible. Se disfrazan hasta de ecologistas cuando dicen que preservan las zonas donde se cría el toro. Siempre hay un disfraz de la tortura convertida en espectáculo. Esto desvela que, en el fondo, están convencidos de que hay algo muy malo en esa crueldad ejercida contra un animal cautivo”, asegura a este periódico el ilustrador.
“He querido dar una imagen bastante fuerte de lo que son los toros, para hacer una contrapropuesta a otras imágenes del mundo del toro, que básicamente son fotográficas porque la pintura no ha estado a favor. Picasso fue ambiguo, pero Goya y Gutiérrez Solana fueron muy rotundos en contra. Los toros no son cultura, ni da de sí como pensamiento. Es una filosofía rústica, si quieres”, cuenta El Roto.
Espectáculo truculento
Andrés Rábago quiere ser claro y directo. “Es una toma de posición sobre la polémica. La sociedad ha dado la espalda a ese mundo de los toreros. Sin embargo, hay una voluntad de reanimar al muerto y lo que queremos con este libro es decir que esto ya no es asumible”, cuerda Rábago. El dibujante recuerda que su trabajo no está hecho para los taurinos, sino para reforzar la postura y las creencias de los que están en contra de las corridas de toros.
Pide debate, aunque reconoce lo difícil de esa empresa, porque “la posición de los taurinos no puede ser una posición racional”. “No tienen argumentos para ello. La posición de los que viven del toro es demasiado débil y frágil”. Insiste en que no son cultura, que la difusión de las corridas deberían aparecer en una sección llamada “espectáculo truculento”. “No olvides que la posición antitaurina es una tradición en las revistas y publicaciones, siempre ha habido posición en contra y, poco a poco, han hecho efecto”.