Malpaso: “No tenemos nada que ver con Jordi Pujol Jr., ni con la corrupción”
Julián Viñuales y Malcolm Otero, de Malpaso, explican a EL ESPAÑOL la relación de la editorial con Jordi Pujol Ferrusola.
15 mayo, 2017 11:59Las alarmas saltaron en una de las fiestas que organizó la editorial Malpaso: Jordi Pujol Ferrusola, el primogénito de la trama de corrupción levantada, presuntamente, por Jordi Pujol y Marta Ferrusola, el hombre que ha sido encarcelado en Soto del Real por blanqueo y evasión de capitales, brindaba con el mundo editorial. Después de haber organizado la fiesta más cara de la última Feria de Fráncfort, Malpaso ha pasado ser estrella por la presunta relación editorial entre Bernardo Domínguez, dueño de Malpaso y amigo del mayor de los Pujol desde hace cinco años.
La opacidad con la que se ha tratado de llevar la vida y obra del millonario Domínguez -víctima de un secuestro-, ha disparado las sospechas y las especulaciones desde la aparición de Malpaso en el mercado editorial, con una propuesta y un producto elaborado por Julián Viñuales y Malcolm Otero, a quienes se ha unido Patricia Escalona. El negocio ha crecido, ha adquirido pequeños sellos, una librería y un restaurante de comida mexicana. Ahora, la empresa tiene 30 personas trabajando, seis sellos editoriales y un futuro con la esperanza de la autofinanciación.
¿Cuál es la relación de Bernardo Domínguez, dueño de Malpaso, con Jordi Pujol Jr?
Julián Viñuales: Tiene una relación de amistad que no ha ocultado jamás. Unió a los padres hace años, en negocios anteriores a la llegada de Bernardo Domínguez a España en 2012. Sigue manteniendo relación con varios miembros de la familia Pujol.
Un mexicano multimillonario llega en plena crisis a Barcelona. Muy atractivo para muchos.
Julián Viñuales: Los Pujol tuvieron inversiones desastrosas en México y la familia les ayudó para salir de allí.
¿Ha tenido alguna inversión Jordi Pujol Ferrusola en Malpaso?
Malcolm Otero: Ninguna. No tenemos nada que ver con él, ni con la corrupción.
Julián Viñuales: Cero. Más allá de alguna copa que se haya podido tomar en las fiestas que organizamos aquí, cero.
¿Por qué le interesaría invertir a un corrupto en libros?
Malcolm Otero: Uno invierte en negocios que te den mucho dinero, pero este no es el caso. El libro da muy poco y se pierde con facilidad. Comprando dos pisos y vendiéndolos, se gana más.
Julián Viñuales: Eso es así, es ridículo que gente acostumbrada a ganar dinero pueda invertir en el negocio editorial.
¿Por qué Bernardo Domínguez decidió invertir en una editorial?
Malcolm Otero: Él ha tenido éxito con muchas empresas y ahora ha decidido invertir en una empresa cultural. Seguramente es más sexy debatir sobre libros que sobre una hectárea de construcción.
¿Cuál es el núcleo inversor de Bernardo Domínguez?
Julián Viñuales: Tiene el grueso de sus negocios en México y en EEUU. Tiene 97 empresas, pero hay cuatro grandes bloques: la industria forestal, a la manera de los Feltrinelli, un negocio familiar que fundó su padre y que proporciona pulpa a todas las grandes papeleras del norte de Europa. Tuvo lo que el llama “hotelería”, conserva hoteles en México. Distribución de plástico en EEUU. Una constructora, que reconstruyó la vivienda pública en la ciudad de México.
¿Cuánto ha invertido la editorial en la adquisición de editoriales?
Malcolm Otero: Por Biblioteca Nueva fue la deuda. Lince la compramos devolviendo lo que habían puesto los once inversores. Dibbuks, también. Nos permiten entrar en campos donde no teníamos representación. No diversificamos, completamos. No es un proyecto ambicioso de crecer por crecer, sino paliar las carencias.
Patricia Escalona: Todos son perfiles complementarios al nuestro. Malpaso tiene un perfil muy marcado desde el principio. Con mi línea hemos ampliado la línea feminista, como Solteronas. Nunca publicaremos novelas sexistas o con tono machista. Dibbuks son cómics, Biblioteca Nueva es un fondo de clásicos y Lince nuestra apertura al mercado comercial. Es un universo que complementa a la primera firma.
Julián Viñuales: Son operaciones de salvación, con las que vamos sumando al sello nuevas editoriales que por sí solas difícilmente podrían sobrevivir. Esto no es una gran operación de adquisiciones. Hay que sumar esfuerzos para hacer sostenible cada uno de los proyectos, compartiendo estructuras.
¿Hay nuevas adquisiciones en el futuro?
Julián Viñuales: De momento, ninguna. Ahora entramos en un proceso de digestión.
¿Cuál les gustaría comprar de las actuales?
Julián Viñuales: En un futuro no muy lejano queremos ver qué oportunidades se presentan en el extranjero. Estamos haciendo números para ver si es más rentable comprar o crear editoriales. La ilusión es tejer una pequeña red de editoriales independientes europea.
También hay inversiones extra editoriales.
Malcolm Otero: Este restaurante es pequeño, la librería es una librería de barrio, una antigua copistería. Son empresas modestas y si hemos publicado dos Premios Booker es porque hemos hecho nuestro trabajo, no porque lo hayamos comprado después de haberlos ganado a un precio inalcanzable. No entramos en las subastas y cuando lo hacemos, las perdemos todas. Nosotros nos fundimos con pequeñas editoriales, no por aumentar facturación sino por añadir capital humano. Aquí hay cierta austeridad, no es lo que parece. No jugamos a echar el dinero por la borda. Tenemos un accionista capitalizado, pero eso no quiere decir que el capital sea ilimitado.
Julián Viñuales: Bernardo no permite que se financie más de un 50% de lo invertido. Todo debe ser con financiación propia.
Malcolm Otero: En 2016, hemos sido rentables por primera vez, en nuestro cuarto año. Parece que esto es un saco de dinero mejicano, pero no es verdad.
Julián Viñuales: Es un saquito.
¿Por qué una editorial con restaurante mexicano y librería?
Julián Viñuales: La idea inicial ya pasaba por eso. Bernardo siempre habla de la ilusión de cobijar en el mismo espacio la librería y las oficinas de la editorial. Tener un espacio donde recibir a autores, periodistas, críticos y demás, pero aquí, en el centro de la ciudad, es imposible. No dimos con el espacio.
Patricia Escalona: Lo único que puede rechinar del modelo es el restaurante, pero el modelo de editorial y librería no es nuevo.
Julián Viñuales: Hombre, no creo que haya editor que no quiera tener su propia librería.
¿Cuál es el presupuesto anual de la editorial?
Julián Viñuales: Estamos en una facturación bruta de seis millones, una facturación neta de tres millones y una inversión de un millón y medio de Bernardo. De ahí salen anticipos y pequeñas adquisiciones. Es una manera de hacer del negocio algo sostenible y con la intención de hacerlo avanzar hacia la autofinanciación en tres o cinco años. La esperanza que tenemos es que a partir de 2020 lo que pueda aportarse vía capital sea insignificante.
Esa es la diferencia con sellos independientes, el colchón de un inversor.
Julián Viñuales: No creo que sea una solución tan original. En realidad, compartimos recursos para mantener a flote pequeñas editoriales independientes. Una constelación, como le gusta decir al jefe.
Malcolm Otero: Somos una editorial mediana, que en España ya no hay. Antes estaba Anagrama que ya está en Feltrinelli, Ediciones B, que lo ha comprado Random, y Tuquets, en Planeta.
¿Y la sostenibilidad de la clase media es posible?
Malcolm Otero: De 2016 a 2017 crecimos un 100%.
¿Con el mismo número de títulos?
Malcolm Otero: Tiramos unos diez libros más, alrededor de cuarenta títulos. Ayudó mucho el cambio de distribución y, sobre todo, el libro de Iniesta y el de Springsteen en catalán.
¿Bernardo Domínguez está muy presente en la editorial?
Julián Viñuales: Tenemos reuniones con él una vez a la semana, pero tenemos mucha autonomía. Él participa más desde el marketing, que es una línea que ha potenciado.
¿Qué significa la editorial para él en medio de las casi noventa empresas?
Julián Viñuales: Un sueño que tenía desde niño, retomar un viejo sueño de su abuelo, que le inculcó la pasión por la lectura. Bernardo siempre soñó con meterse en esta industria y en 2004 se le presentó la oportunidad de hacerse con uno de los sellos más antiguos de México, que era una fuente de conocimiento para la clase más católica y conservadora de la capital. Hasta que Bernardo se hizo con las riendas y hacerla más plural.
Malcolm Otero: No es un capricho, quiere hacer de esto un negocio. No es un mecenas.
Julián Viñuales: Le presentamos la posibilidad de desplazar su centro de operaciones a Barcelona y poder invertir en un proyecto mucho más ambicioso. Así Malpaso, ahora con seis sellos, pasó a convertirse en la pieza principal del proyecto editorial.
¿Cuáles son los errores editoriales de las editoriales independientes que están intentando no repetir?
Julián Viñuales: En mi caso, a pesar de lo que pueda parecer, la enseñanza está en lo que hicimos con el cancionero de Bob Dylan: tomarse las cosas con más calma. No tratar de publicar mucho, sino cómo comercializarlos de manera más pausada. La sobreabundancia de títulos se convierte en una droga muy adictiva, cuando en realidad lo que hay priorizar es la viabilidad a largo plazo. Pensar más en términos de integridad editorial. Lo de Dylan pudo sorprender a mucha gente, por tratarse de una inversión muy por encima de la media de nuestras apuestas. Soy más partidario de apostar por el crecimiento orgánico, que por meternos en proyectos imposibles. Pero siempre es muy difícil no dejarte llevar por el entusiasmo. Ese es el papel de Bernardo, contener nuestras ansias.
Malcolm Otero: En los grandes grupos se pierde demasiado tiempo en la gestión y cuando eres independiente le dedicas poquísimo tiempo a la gestión. Nosotros estamos en el término intermedio: nos dedicamos más a los libros, pero estamos muy bien gestionados. No tenemos los defectos de la pequeña, que no revisas las facturas, por ejemplo. Tampoco pasamos mucho tiempo haciendo cosas innecesarias para el producto en sí mismo. Además, hay un ambiente que favorece el trabajo en equipo.