Dos señoras alcanzan exhaustas las mesas de Cocacola que rodean uno de los bares-carpa de la Feria del Libro de Madrid, cargadas con bolsas de libros. “Ponme un botellín. ¿Tienes sin alcohol?”, le pide una al camarero. “Tiene que ser caña en vaso de plástico”, responde él. “Pues entonces esa. Y con alcohol, ¡qué más da!”. Hay buenos títulos y ya cae la pringosa tarde: cosas que celebrar. Asoman entre sus recados Dolores Redondo, Silvia Nanclares y Eduardo Mendoza. Aquí en el Retiro, en el primer día de la Feria, hay violines, mosquitos diminutos, adolescentes sorteando las gotas de helado que resbalan por el cucurucho y un fenómeno fan inteligente, fiel pero templado, sin esas congas imposibles que superar hasta llegar a la firma del youtuber de moda o del microcuento de Mónica Carrillo.
La Feria del Libro se reivindica cada año menos esnob, con el don y el látigo que eso supone: por un lado, resulta relajante que en el barullo de las casetas no quepa un crítico. No entra en este caminito de árboles ninguna voz autorizada, a nadie le importa, no, nadie la ha invitado. La gente pregunta por lo que quiere, toca lo que quiere, se lleva lo que quiere, sin el ojo cíclope del entendido raspándole la nuca.
Más que como Feria del Libro, el evento se subraya con ahínco como Feria de los Lectores: cómo duelen siempre, edición tras edición, esos escritores exquisitos que pueden dedicar sus obras con pausa y elegancia porque no hay más de cinco o seis personas esperando
Por otro lado, lo cierto es que, más que como Feria del Libro, el evento se subraya con ahínco como Feria de los Lectores: cómo duelen siempre, edición tras edición, esos escritores exquisitos que pueden dedicar sus obras con pausa y elegancia porque saben que no hay más de cinco o seis personas esperando su turno. Enrique Vila-Matas vs Dalas Review, púgiles de 2016. Este fin de semana volveremos a ese galope: las firmas mediáticas que se encaraman a los hombros de la literatura como koalitas enérgicos -para ellos el libro es sólo comercio- y los autores sobrios, probablemente más solitarios, que se enfrentan a la hoja en blanco con respeto.
Arranque de la Feria en viernes
Carmela no tiene más de veinte años y cuenta que viene desde Alicante cada año a visitar la Feria del Libro de Madrid. “Mi tradición es comprar libros del ilustrador Benjamín Lacombe. Hago colección suya. Ahora he comprado Alicia (Edelvives)”, explica. “También he encontrado otro muy interesante medio por casualidad. Mil orejas (Tragaluz editores), que es sobre el lenguaje de signos y viene con un pequeño diccionario dactirológico. Va sobre cómo escuchan los sordos sin oír. Es más poético que otra cosa”.
Desde la caseta de Alfaguara, los libreros confiesan que “el primer día siempre es complicado”. “Entre que pasan los Reyes, que se corta todo...”, sonríe. “Pero se van a vender muy bien obras como El Libro de los Baltimore, o La regata, el último de Manuel Vicent, o Rendición, de Ray Loriga, con el que ha ganado el Premio Alfaguara. Hoy se han llevado varios de él”. Otros nombres requeridos: Rosa Chacel, Bolaño y un repunte del boom de Virginia Woolf.
Se van a vender muy bien obras como El Libro de los Baltimore, o La regata, el último de Manuel Vicent, o Rendición, de Ray Loriga, con el que ha ganado el Premio Alfaguara
Jesús pasa por ahí y aprovecha para darle la razón. Lleva Rendición en las manos. “Lo estaba esperando. Me gusta Ray Loriga, bueno, más bien me gustaba antes, luego dejó de gustarme y ahora quiero darle una oportunidad”, relata. “Ahora estoy buscando el de CeroCeroCero, de Roberto Saviano, que es antiguo pero me apetece mucho, ¿sabes? Habla de la cocaína. El año pasado estuve con Fariña (Libros del K.O), de Nacho Carretero, y me interesa el tema”.
La poesía no tiene adeptos, sino amantes
Javier va con su grupo de amigos a hacer cola para pillar El videojuego a través de David Cage (Héroes del papel), de José Altozano: “Nos interesan muchísimos los videojuegos y los vídeos del autor también me gustan bastante. Quiero aprovechar que viene para hacerle algunas preguntas”. La poesía joven lleva buena tarde: hay unas cuantas chavalas esperando que den las siete para que Elvira Sastre les firme en la Rafael Alberti. Luego irán seguidas a la caza de Carlos Salem.
El arrecife de las sirenas (La Bella Varsovia), de Luna de Miguel, se espera con devoción. Interesante la propuesta de Sergio C. Fanjul, que comparte caseta con De Miguel. Poesía moderna, tecnológica, que trasciende, con mucho, al tono lírico criado en redes sociales. “Quiero crear hipervínculos contigo, / quiero caramelizar el teriyaki; / vivir es inevitablemente tocar / en la orquesta Titanic: mira, / a nuestros amigos les van saliendo ya / tumores, hijos, nuevos curros temporales”, se puede leer en Pertinaz freelance (Visor), su último poemario.
LGTB y feminismo
Funciona el cóctel Paula Bonet-The New Ramon con Quema la memoria (Lunwerg). Se agolpan en su caseta los adeptos. Entre ellos, Alexandra. “Primero, porque me interesa la ilustración de ella y la música de él. Segundo, porque la Feria del Libro me parece maravillosa y cada año es mejor, me parece que es un lugar donde coinciden muchas culturas. Este año, Portugal. Y a mí me encanta la literatura de Pessoa”. Luis Alegre con su Elogio a la homosexualidad (Arpa Editores), Jorge Bustos y sus Crónicas Biliares (Círculo de Tiza) comparten caseta.
Me quedaría con Escuelas libres de violencias machistas, porque la educación sigue perpetrando el machismo dentro de las aulas. Cuando hablan de Filosofía no están las filósofas, cuando hablan de Ciencia no están las científicas
Ana Domínguez, que regenta la librería Mujeres y Compañía -especializada en literatura escrita por mujeres- cuenta que a ella le gusta especialmente guiar, recomendar. “Inducimos la lectura también a raíz de la elección que hemos hecho para la Feria. Estamos hasta dos meses antes haciendo listados con los mejores libros para traerlos y también seleccionando cuáles se quedan en librería”, sostiene.
¿Qué tres títulos feministas considera imprescindibles para este año? “Me quedaría con Escuelas libres de violencias machistas, porque la educación sigue perpetrando el machismo dentro de las aulas: en los libros escolares y en los textos, cuando hablan de Filosofía nunca están las filósofas, cuando hablan de Ciencia nunca están las científicas… y este libro propone que la presencia de esas mujeres valiosas en los libros de texto menguaría bastante el machismo y el desprecio hacia ellas”. En narrativa se queda con Regreso a Berlín, de Verna B. Carleton (Errata Naturae) y, cómo no, “la reedición por fin de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, después de la elección de Trump en EEUU en contra de la dignidad de las mujeres”. Esto sólo acaba de empezar.