Valérie Tasso es una mujer libre que lleva años auscultando el hecho sexual, acercándose a la condición humana para escrutarla y, a veces, “hasta sin guantes” -bromea-. Su oficio es derribar topicazos y promover el pensamiento crítico. Dice que, como Woody Allen, echa de menos la época en la que el aire era limpio y el sexo sucio. Da conferencias, investiga, ejerce de terapeuta y es experta en disfunciones. Suyo es Diario de una ninfómana, aquel best-seller mítico de 2003, donde reflexionaba sobre su propio autoconocimiento: una búsqueda en la que conoció en primera persona la prostitución de lujo.
El cartel de la adaptación cinematográfica -dirigida por Christian Molina en 2008- fue censurado en Madrid, y eso que sólo mostraba un vientre, unas piernas femeninas y una mano que coqueteaba en el precipicio de las bragas. Taritas de una sociedad que se debate entre la mojigatería y la hipersexualización: corazón dividido de un mundo hipócrita pero libidinoso.
En su último ensayo, Sexo 4.0 (Temas de Hoy), Tasso escruta la vida secreta del sexo en un planeta tecnológico: ¿la normalización sexual ha matado el morbo? ¿Y el compromiso? ¿Sabe más el Big Data que nosotros sobre quién será nuestra próxima pareja? ¿Seguiremos relacionándonos cuando el sexo sea del todo un bien de consumo en serie? Si cada vez hay más oferta y más demanda sexual, ¿por qué estamos tan tristes? Habla la voz autorizada que se rebela contra el umbral de las emociones de 2017: no le vale un ‘like’ como sinónimo de ‘gustar’.
¿Es gracias a Facebook, Twitter e Instagram que tenemos más sexo, o sólo hablamos más de él?
No, sólo hablamos más de él. Es cierto que hay sexo también gracias a todas estas redes sociales, pero el tener más sexo no significa tener más vínculo, ¿eh? Primero: está desapareciendo el compromiso, se está eliminando el proceso de seducción, de cortejo, porque estos medios son muy fríos. A veces pones una frase inocente y, según quien la lee, parece ofensiva. Para eso se han creado los emoticonos, pero tampoco sustituyen el lenguaje cara a cara.
¿No crear vínculos nos deshumaniza o nos fortalece?
Tenemos vínculos en el sentido de que mientras follemos, mientras tengamos contacto carnal, evidentemente seguimos humanizados, pero el panorama que yo estoy viendo venir es que pronto llegaremos a un sexo virtual y nos vamos a deshumanizar totalmente. Si hay menos compromiso, menos vínculo emocional, es porque estamos frente a una vitrina de cuerpos que podemos intercambiar permanentemente. Si tú quedas con una persona gracias a Twitter, Facebook o Tinder, mañana puedes volver a abrir la app y encontrar otros cuerpos. Nos hemos convertido en mercancías. Somos fácilmente sustituibles. Antes no, antes luchábamos más.
¿Es preferible volver a ese “antes”?
Yo prefiero evidentemente nuestra sociedad actual, mucho más permisiva que esa sociedad que se regía por la represión de la moral cristiana, sin duda. Pero es verdad que nuestro sistema ideológico neoliberal está construyendo unos seres humanos cada vez más egoístas, que no quieren crear comunidad. Lo que sí veo es que estamos permanentemente teniendo contacto con lo que está lejos a costa de destrozar el vínculo que está cerca.
A pesar de tanta normalización del sexo, no somos más felices que antes. Tanto sexo no nos ha hecho más felices como seres humanos, y esto es por la carencia de nuestra capacidad de dotarnos de sentido. Por eso la gente está tan perdida y hay más disfunciones sexuales que nunca, ¡y cada vez en gente más joven! Porque nos cuesta mucho encontrar el por qué estamos vivos. No podemos comprar eso. Ni siquiera hoy día, que todo está en venta.
¿Han nacido las herramientas sociales como Tinder, Grindr, Wapa, Badoo, Meetic… como respuesta al capitalismo del que hablas en el libro, del imperativo constante de producir y de la falta de tiempo para desear, para conquistar, para conocer?
Totalmente. Primero creo que hay que aclarar algo fundamental. Estas nuevas tecnologías surgen porque el sistema quiere que surjan frente a un elemento muy palpable hoy en día: la prisa. Ya no tenemos tiempo. Pasamos cada vez más tiempo en la empresa, no damos abasto para conocer a gente fuera, nos dicen que somos “flexibles” cuando quieren decir “esclavizados”… y todo eso está repercutiendo en nuestras relaciones íntimas. Todo está orquestado para que las distracciones no impidan al ser humano seguir produciendo y consumiendo, y seguir trabajando, la mayor parte de horas posibles al día.
¿Está en peligro el amor?
Sin duda. Además al sistema no le interesa el amor. Le interesa la gente sin compromiso, porque van a consumir más, o la gente enamorada, que, como explico en el libro, no tienen nada que ver con la gente que tiene un vínculo de amor con un largo trecho juntos. El enamorado está enajenado, vive en un estado de imbecilidad y no conoce bien el objeto amado. El enamorado consume mucho frente al vínculo tan culto que es el amor, porque el amor se construye y el enamoramiento es un cortocircuito cerebral. No estoy diciendo que no haya que enamorarse, ¡es muy bonito!, pero lo realmente bonito es cuando pasa y construyes algo de verdad. Las parejas de verdad, sólidas, que guardan un vínculo de amor, presentan una resistencia a dos, una lógica a dos, y eso al sistema no le interesa, porque evidentemente tienes que pensar por el otro y ya no eres tan consumidor. El sistema fomenta la falta de compromiso a través de grandes vitrinas humanas como Tinder.
¿Es agresión sexual recibir la foto de un pene sin haberla pedido?
Mira, ahora se le llama agresión a todo. Micromachismo, nanomachismo… hay que tener mucho cuidado con lo que se hace por redes sociales, pero incluso cuando eres una persona políticamente correcta te saltan encima. No es agresión. Yo recibo permanentemente fotos de penes… y me hacen reír. Si aceptas a una persona como amigo, porque te parece una persona interesante, y te manda un mensaje con una foto de sus genitales, yo entiendo que a mucha gente le pueda molestar, pero en realidad están equivocados: están confundiendo sexo con genitalidad. Los que envían este tipo de fotos de penes no han entendido absolutamente nada: piensan que el sexo son las tuberías, cuando el sexo es muchísimo más complejo. Mandar unos genitales… ¿qué quieres que te diga? A mí me hace reír, no me pone, evidentemente no lo he pedido, pero me molesta igual que me puede molestar un mensaje que me escribe alguien dándome su opinión sobre mi último artículo.
Todo el mundo opina, se toma la licencia de opinar sobre ti, sobre tu trabajo, sin que tú hayas pedido nada. ¿Qué hay que hacer? Utilizarlas sabiendo lo que suponen, crear cierto sentido común y espíritu crítico para afrontar lo que pueda pasar. Pero vamos, que la gente empiece a levantar las manos al cielo… (resopla). No hay que escandalizarse. Es el juego de las redes sociales.
Entiendo, pero sí hay que plantearse que, si una mujer va por la calle y un hombre se baja los pantalones, le muestra el miembro y la persigue, es acoso. ¿Por qué esto no se traslada a la vida virtual? ¿Cuál es la línea?
La línea es la falacia de Facebook, por ejemplo. Sabemos que los amigos de Facebook son falsos amigos, pero parece que, cuanto más gente tienes, más parece que vales. Es la medición del éxito hoy. A mí me molesta recibir unos genitales por Facebook en un privado, pero también un mensaje diciendo “ay, cómo te echo de menos en la tele, mi amor”. Oye, pero ¿quién eres tú para llamarme mi amor? Son intromisiones y hay que valorarlas por igual, pero a unas somos más tolerantes que a otras.
Cada poco tiempo, se filtra un vídeo sexual enviado en privado o alguna foto de un desnudo, casi siempre femenino. ¿Llegará un momento en el que será habitual y todos tendremos vídeos nuestros por ahí, y no será noticia, y no será motivo de vergüenza? ¿Desaparecerá el pudor?
Es una pregunta interesante. El morbo ya ha desaparecido, porque hay una sobrenormalización del sexo. Lo que te planteas no es descabellado para nada. Cuando empezamos a decir que el porno se tiene que normalizar, que un actor porno puede ser un gran intelectual y que la gente conozca mejor su nombre que el de Premios Nobel de Literatura… ¡bueno! El morbo desaparece, pero es que el pudor también lo hemos perdido ya. No sólo en cuestiones de sexualidad, sino a la hora de comunicar la muerte de alguien, por ejemplo.
En los setenta era transgresor enseñar los pechos en una película o una portada de revista. ¿Hoy, en 2017, cree que es compatible desnudarse para combatir el machismo o eso, precisamente, le hace el juego a los hombres machistas?
No hace falta ir a la fecha de hoy, mira el cuadro de Delacroix de la Marianne con el pecho al aire (risas). Creo que llegará el momento en que no tendrán efecto, pero ahora las FEMEN utilizan mucho el cuerpo de la mujer para reivindicar y están teniendo muchos problemas. Es alucinante que los maniquís en las vitrinas no tengan pezones… es una paradoja, porque por una parte nos quieren hacer volver a un puritanismo… no sea que vayamos a molestar a alguien; pero por otra hay una hipernormalización del sexo. Es una locura. Ojalá el desnudo pueda, de alguna manera, combatir el machismo. No lo sé. No sé hasta qué punto es eficaz, pero me parece bien, aunque no he reflexionado sobre esto. Me gusta el cuerpo como campo de batalla, es interesante. De hecho, el arte lo ha utilizado mucho y tiene buenas repercusiones. ¿Por qué no hacerlo en la vida real?
En el apartado ‘El control estético’, habla de que la mujer se readapta constantemente a los cánones que rigen. ¿La cirugía estética es siempre, en el fondo, una cesión al deseo de los otros?
Estoy convencida de que sí. Una mujer no se hace cirugía estética por sí misma. Me van a saltar encima todas. Me van a decir de todo, pero yo voy a decir lo que pienso. Estoy harta de oír a chicas de 20 años diciendo “me voy a poner dos tallas más de pecho porque me voy a sentir mejor conmigo misma”. Anda ya, vamos a ver, yo a los 20 años estaba estudiando en la universidad, no estaba pensando en ponerme pechos. Es más, ahora, si pudiera, me quitaría (risas). Mira, el “yo” siempre existe porque está el otro. El ser humano aislado, sin la mirada del otro, no existe, o acaso puede ser un homínido, pero no acaba de ser un ser humanizado.
Las mujeres se están ciñendo a los cánones estéticos de las revistas. Si yo me quiero sentir bien conmigo misma lo que hago es no hacer caso del criterio estético de las revistas y hago lo que creo conveniente, pero no intento parecerme a ellas. Lo que se está intentando es homogeneizar el cuerpo de la mujer. También un poco el del hombre, en menor medida. No es solamente un intento de homogeneización estética, sino de homogeneización intelectual.
¿Va lo segundo encadenado a lo primero?
Cuando creas seres que no tienen criterio, evidentemente va de la mano. El poder imperante nos quiere homogeneizar, porque si estamos homogeneizados, no luchamos.
¿Es factible una relación poliamorosa a largo plazo, o la propia naturaleza del amor -como dice en el libro, eso de unirnos de dos en dos y de querer a la pareja de forma diferente a la que se quiere al resto de la gente- la dinamitaría?
No, yo creo que no es factible a largo plazo. Es decir: ojalá. Me encantaría. Ojalá tuviera la capacidad de amar de la misma manera a diferentes personas, pero es imposible. Eso está muy bien cuando tienes 20 añitos y quieres experimentar, y estás de buen rollo… pero mira, lo del “poliamor” no es nuevo. Hay un montón de palabras nuevas sobre cosas que existen desde hace décadas. “Autoemprendimiento” para decir “no hay empleo, espabílate”, “poliamor” para decir “movimiento hippie”, que fue un fracaso total.
Todas las relaciones poliamorosas que he conocido de cerca han fracasado, y es peor que una ruptura en pareja. Los problemas se multiplican. Esa gente con inquietudes que dice “no estamos de acuerdo con el modelo de pareja que ha establecido el sistema” no ha entendido la mayor. En lugar de dinamitar la pareja, ¿por qué no se ponen a pensar sobre el sistema? Ahí está el quid.
Supongo que se refiere a lo que decía antes: que el modelo de pareja convencional no esclaviza, libera del capitalismo.
Sí. También se olvidan de que hay parejas que son muy liberales, que pueden tener relaciones sexuales con otra persona de mutuo acuerdo y no pasa nada, pero el poliamor va más allá. En el poliamor no hay jerarquización del amor, y se olvidan de que el amor es una fuerza tan potente que evidentemente no se puede crear en base a dos voluntades igualitarias, la amistad sí.
¿Se refiere a que en el amor siempre hay relaciones de poder y en la amistad no tanto?
Bueno, sí, pero no me refiero a una relación tóxica. Yo estoy en una relación maravillosa desde hace 15 años. El amor es tan potente que tú vives la vida a través del otro, y también vives tu propia vida, pero no te puedes imaginar tu vida sin la del otro. Imagínate juntar a 5 o 6 personas con sus gustos, apetencias, caprichos… es como una familia que tiene 5 hijos: por mucho que te diga que los quiere a todos por igual, no, no los quiere por igual.
¿Es compatible que una mujer tenga fantasías sexuales de sumisión con que sea una férrea activista feminista?
Totalmente. Una cosa son tus creencias y tus opiniones y otra cosa es tu espacio de privacidad y tu erótica. Una cosa no desactiva la otra. Hace poco una chica me preguntó por eso: “Soy súper feminista, me gusta ser sometida en la cama, y me siento muy mal”. ¿Por qué? ¿En qué no es compatible? ¡Claro que sí! Se puede ser feminista y disfrutar de que te humillen en la cama. La chica se olvida, por cierto, de que la sumisa es la que manda. La sumisa manda frente al dominante o la dominatrix… porque crea un juego de rol en el que hay consenso. Es mucho más democrático esto que el polvo del sábado por la noche. Mucha gente se abre de piernas y no le apetece, pero lo hace porque toca, mientras que en el BDSM hay un pacto establecido, hay límites establecidos, y es un juego de rol que permite que una fantasía se pueda llevar a cabo.
Hay muchas mujeres feministas que tienen fantasías de dominación patriarcal, pero son ellas las que mandan, porque dicen “hasta aquí puedes llegar”. El dominante cumple esos pactos.
En el libro explica que, a ojos de los hombres, la mujer deja de convertirse en un ser “follable” cuando se queda embarazada, y adquiere rápidamente el rol de “madre”. Cuenta que esto afecta en el deseo del hombre, especialmente si acude al parto. ¿Es la maternidad antierótica? ¿Cómo arrancarnos las etiquetas?
No tendría que ser así, lo es porque se han establecido roles en nuestra sociedad. Yo digo siempre que los hombres se han creído que las mujeres somos navajas suizas ¿no? Es decir, en una navaja suiza no puedes utilizarlo todo a la vez, no puedes usar el cuchillo y la tijera… y creen que nos pasa lo mismo a las mujeres.
Nos han hecho creer que somos así: que cuando somos amantes somos amantes; cuando te casas, tu faceta de amante aún existe pero ya eres esposa; cuando tienes hijos renuncias totalmente al rol de amante para pasar al de madre; y cuando eres abuela olvídate, ya eres un elemento contemplativo, no tienes sexualidad. Ah, y me he olvidado del rol de la mujer trabajadora, del elemento productivo. Bien, pues esos cinco roles pueden perfectamente convivir juntos. Yo tengo cinco dedos y puedo cerrarlos para dar un puñetazo.