Un libro que empezó a abrirse paso hace diez años con un éxito inesperado. Esta es la historia con la que sueña todo escritor desde la aparición de Amazon y la viralidad de las redes sociales como lugar de autobombo. Esta es la historia de una ¿novela? que se saltó todos los filtros comerciales de las empresas editoriales (después de ser rechazado por todas) durante una década hasta que se sumaron a la evidencia del éxito. Primero aparecieron un millar de ejemplares en Ámsterdam y el boca a boca lo lanzó más allá: París, Londres, Nueva York y Amazon, que es el país donde más ha vendido hasta ahora Diario de un ladrón de oxígeno.
Después de haber recibido el beneplácito (y los insultos) de la comunidad amazona, las editoriales se suben al carro del éxito de ventas de un libro en el que el protagonista, un creativo publicitario irlandés de clase media que se traslada de Londres a EEUU por trabajo, se jacta de maltratar psicológicamente a sus amantes. “Me gustaba hacer daño a las chicas”, así arranca el texto anónimo. En pasado y con una declaración arriesgada de la que no se redime en algo menos de 150 páginas. “Mental, no físicamente. No he golpeado a una chica en mi vida. Bueno, una vez. Pero fue un error. Ya os lo contaré luego”, continúa el relato, que insiste en la complicidad descarada y bloguera con el lector.
El fraseo es una metralleta que nunca se queda sin munición. Ni una subordinada, ni un gramo de grasa retórica. Tan directo que duele, tan rápido que engancha. Tan inmoral que le escupirías a la cara. Tan insustancial en la trama, como lúcido en la voz psicológica del personaje. O persona, porque ¿quién ha escrito esto? No se sabe. Es anónimo. Y la falta de autoría hace de este libro una novela real. La voz en primera persona sin firma en la tapa del libro convierte Diario de un ladrón de oxígeno (Reservoir Books) en una bomba contra los prejuicios del lector, aunque no tiene ánimo de contradecirlos.
Maltrato asfixiante
“Esta noche voy a cargarme nuestra relación. Y no puedes hacer nada al respecto. Vas a tener que quedarte ahí sentada y escuchar mientras extirpo el “tú” del “nosotros”. Pondrás en duda tu propio criterio. Quizá no vuelvas a confiar de verdad en ti misma. Eso espero. Porque si yo no te quiero, y te aseguro que no te quiero, tampoco quiero que seas feliz con ningún otro, cuando no cabe la menor duda de que yo puedo irme con otra chica”. No deja respirar. Es un ritmo tan frenético que parece un anuncio, es un discurso interior tan disparatado que parece posible.
Y continúa en su destrucción personal: “Tienes el coño flácido”, le dice a su víctima. “Ella lo oyó pero no supo muy bien cómo reaccionar. También con eso podía ayudarla”. Y la remata: “Voy a decírtelo de otra manera. Tienes la vagina muy dada de sí…, como demasiado usada”. Pero nunca ha golpeado a una mujer...
El morbo garantizado
¿Dónde acaba el autor y empieza el personaje? ¿Dónde la vida y la obra? ¿Ficción o realidad? Juega con la complicidad y la repugnancia del que cae en sus páginas. Es tan hábil como hiriente, tan concreto como cínico al jugar con el morbo de una narración justificada en la pueril huella del rencor: “La gente herida es más hábil para herir a la gente. Un rompecorazones experto conoce el efecto de cada incisión”. La escritura febril y naturalista parece esconder la miseria de las intenciones de un alcohólico paranoico, sociopata y autodestructivo. Muy lejos de Holden Caulfield y algo más próximo a Tyler Durden, para dar por bueno que hay más gente dispuesta a abusar de otros de lo que pensamos y que reprimirlo no es normal.
“Mi lógica era la siguiente: si alguien te hace daño, automáticamente quieres vengarte. No importa cuánto tiempo te lleve, quieres vengarte. Pensaba que si le hacía suficiente daño, querría vengarse. Por lo tanto, no tendría que preocuparme por no volver a verla. Porque eso era lo que más miedo le daba: el hecho de que la estaba perdiendo”, leemos en la voz del narrador.
El inicio de la bola
El libro vendió alrededor de 100.000 ejemplares antes de que la editorial Simon & Schuster asumiera que la bola de ventas podía continuar bajo su marchamo y su distribución mundial. Así que lo retiró de los márgenes de la autoedición para relanzarlo como producto cultural industrializado en 2016 -después de haber sido publicada en 2006, en Ámsterdam- y en las primeras semanas llegó a los 20.000 ejemplares vendidos. La bola era imparable.
Pero la historia de este best-seller arranca con el mecenazgo de un amigo de un amigo, que se ofreció al autor -al parecer, sí es publicista irlandés que trabajaba en Londres y se mudó a los EEUU- a pagar la impresión de 1.000 ejemplares en tapa dura para darle vida, con un muñeco de nieve en la portada. La zanahoria no es su nariz, sino su pene. El autor los repartió uno a uno por las librerías de la ciudad y el libro hizo su camino. Agotó la tirada y no tardó en recibir pedidos de librerías de otras ciudades, como la Shakespeare & Co, en París.
A su vuelta a Nueva York, y animado por las peticiones y las felicitaciones, se animó a imprimir otra tirada de 5.000, a dedicarse a repetir la tarea y colocarlos en las librerías independientes de la ciudad, como Spoonbill & Sugartown, en Brooklyn. Y logró colarse también en Barnes & Noble haciéndose pasar por una editorial independiente. Tuvo que mostrar el marketing de guerrilla que había inventado para mover su obra, que tan buen resultado le dio. No le faltó ni vídeo en Youtube, ni cuenta en Instagram. B&N hizo un primer pedido de 100 ejemplares.
La honestidad es infalible
Anónimo (llamémosle así) jugaba con ventaja. La experiencia del autor como publicista empujó el libro más allá de los márgenes, como una campaña de lectores que se autorretratan con el libro, en Instagram desde 2012. En las redes la etiqueta #diaryofanoxygenthief tiene cientos de referencias. Leer está de moda en este hahstag. También bajo a la calle a pegar carteles con la portada del libro y a venderlo en persona. Hacía fotos a quienes lo compraban. También a los que no.
“Anónimo” ha generado un nuevo tipo de autor, un autor-producto. Es el escritor orquesta, que pelea por su obra en la promoción directa. Esta es la lógica de la venta puerta a puerta de un producto de confianza. La apariencia de honestidad es infalible. Está por ver si funcionará en manos del mecanismo industrial de las grandes editoriales, como un título más. Por cierto, el segundo título de “Anónimo” acaba de salir de imprenta, con el título Chameleon in a Candy Store [Camaleón en una tienda de chucherías] y amenaza con más spam promocional.
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