Americana azul, camisa del mismo color y un buen corte de pelo. Lejos de la imagen desaliñada que ofreció en otras visitas a Barcelona, hoy el escritor noruego Karl Ove Knausgard ha vuelto a la ciudad para presentar Tiene que llover, la quinta parte de su monumental fresco autobiográfico Mi lucha.
Acompañado por los editores de Anagrama y L'Altra Editorial, Jorge Herralde y Eugènia Broggi, respectivamente, se ha sometido a las preguntas de los periodistas, antes de participar esta noche en un acto ante 500 personas -se han agotado todas las entradas- en el festival Kosmopolis en el CCCB. Ha reconocido que, cuando empezó su minuciosa saga, en la que cuenta al lector desde el estado de su nevera a sus sentimientos más profundos con respecto a sus progenitores, su hermano o sus parejas, quería centrarse en lo que sintió con la muerte de su padre, pero luego decidió ir más allá.
Ha rememorado que los dos primeros volúmenes los creó solo en una habitación pensando que no los leería nadie, sintiéndose muy libre, "escribiendo lo que me daba la gana, sin pensar en las consecuencias, aunque éstas llegaron y vino el infierno".
Muchos de sus familiares no estaban nada de acuerdo con lo que plasmó negro sobre blanco y algunos todavía hoy siguen sin hablarle, convertido, en palabras de Herralde, en "un crack de la literatura universal", publicado en países de todo el mundo y con legión de seguidores, aunque también cuenta con detractores acérrimos.
El cuerpo, la frontera
En los siguientes volúmenes destaca la idea de continuar siendo honesto, pero no ha escondido que dejó cosas fuera del tintero e intentó ser "más amable con el entorno". En el último, sin embargo, que aún no se ha publicado en español y que podría titularse Nombres y números, avanza que vuelve a la "crudeza, con cosas que duelen", pero pensó que cualquier actividad creativa "necesita de la libertad".
"Cuando la escritura era algo doloroso, me decía a mí mismo que la frontera era mi propio cuerpo y, si éste la soportaba, podía seguir", ha apuntado. Con respecto al volumen Tiene que llover, ha dicho que es con el que más se distrajo y divirtió, y en él narra los años que vivió en Bergen (Noruega), de 1988 a 2002, cuando deseaba "a toda costa" convertirse en escritor y cómo se perdió en ello. Apenas tenía diez recuerdos importantes de esa época, ha señalado, por lo que es más una novela "sobre los recuerdos, que sobre hechos en sí, que fui pescando, recuperando".
Preguntado sobre qué ocurriría si alguno de sus hijos en el futuro hiciera algo parecido a lo que él ha hecho con la figura de su padre, Knausgard ha dicho que a veces se lo ha planteado. "En primer lugar -ha proseguido-, si ellos quisieran ser escritores, sería un fracaso, porque solo los fracasados se convierten en escritores. Pero, si en algún momento lo hacen, deberé aceptarlo y animarles y asumirlo de la mejor manera".
Polémica con Siri Hustvedt
Sobre el éxito, no ha obviado que fue un "shock" en su sistema vital, con los periódicos publicando fotos de su casa o si iba a la barbería, pero cree que ocurrió porque tal como escribe es "muy difícil" saber dónde está la frontera entre vida y literatura.
Aficionado a la música (este verano ofrecerá un concierto) y sin olvidar que su escritura solo trata de "la vida absolutamente normal y ordinaria de un noruego", Karl Ove Knausgard tampoco ha rehusado una pregunta sobre Siri Hustvedt y la entrevista que mantuvieron en Estados Unidos en la que él supuestamente dijo que las mujeres "no eran competencia" en el ámbito de la escritura. Hoy ha dejado claro que lo que confesó ante Hustvedt es que lee sobre todo a hombres, que "mis lecturas no son paritarias, pero esa interpretación que hizo ella está bien porque ahora nos lleva a reflexionar sobre por qué los escritores hombres leen más a otros hombres que a mujeres".
Respecto a si Mi lucha termina con los seis volúmenes que ya ha escrito, ha bromeado que igual a los noventa años vuelve a ello para ver lo que ha sido su peripecia vital, pero por el momento no está previsto que llegue a las 10.000 páginas como le propone su amigo Thure Erik Lund, al que ha calificado del mejor escritor noruego, aunque "como no se traduce al inglés no lo conoce nadie". Por otra parte, aunque no ve la escritura como terapia ni crea que ahora sea mejor persona que antes, sí ha sostenido que después de Mi lucha ha aprendido a aceptarse mejor a sí mismo y también a su padre. "Creo que hay parte de verdad en el dicho que afirma que entender ayuda a perdonar", ha precisado.